27 abril 2018

Para fijarnos en el Evangelio del Domingo

• Con esta imagen, “yo soy la vid…” (1.5) Jesús habla no sólo de su identidad; también dice cuál es la relación entre Él y los discípulos.
• Con respecto a la identidad, aplicándose a si mismo la imagen de la “vid-cepa” (1.5), Jesús se está identificando con el Pueblo de Dios (Israel, en el AT; la Iglesia, en el NT). Pero hay una novedad: el Pueblo no había dado nunca los frutos que se esperaban –se esperaba buena uva; pero dio agrazones (Is 5,1-7)–; ahora, en cambio, Jesús es “la vid verdadera” (1), la cepa que dará“fruto” (2.5.8).
• Y sobre la relación Jesús–discípulos – “los sarmientos” (5)–, se planteada como la unión a la persona de Jesús, sin distancias. Es una relación personal.

• Y se da mucha importancia a la necesidad de mantener esta unión (4.5.7). Detal manera que esta página del Evangelio nos habla de la identidad del “discípulo” de Jesús (8): es “discípulo”quien está unido íntimamente a Él en una relación personal y, estando unido, vela-trabaja –“poda-limpia” (2)– por mantener esta unión, que se puede romper (6). Sólo así dará “mucho fruto” (5). Del mismo modo que Jesús no puede hacer nada sin el Padre (Jn 5, 19-20), el creyente no puede hacer nada sin Jesús. La vida del discípulo es dejarse modelar según Jesús. Ha de amar como Él (Jn 13, 34) y debe dar la vida como Él (Jn 13, 1ss; 1Jn 3, 16).
• Por tanto “el fruto”, pues, que podemos dar los discípulos no depende sólo de nosotros. La acción de los cristianos, la transformación del mundo que pretendemos, no depende de la técnica con qué podamos actuar, ni de las estrategias, ni –en absoluto– de los medios económicos o del poder que podamos tener en el mundo. Los “verdaderos” (1)“frutos” serán los que resulten de nuestra unión con Jesús, de nuestra atención a su Persona, de nuestra apertura a la acción de su Espíritu que nos envía a los más pobres, a los que no tienen ningún poder ni siquiera los medios para vivir con un mínimo de dignidad.
• El texto remarca especialmente que esta unión con Jesús pasa por retener sus palabras (3.7). Es la fidelidad a la Palabra. Una Palabra que es punto de referencia del que no podemos prescindir. Una Palabra que, esto sí, leemos cada vez desde la novedad que supone la vida de cada cual, la vida del mundo, la vida de cada día.
• También se pone de relieve que la fidelidad a las palabras de Jesús nos abre a la oración-plegaria. Y que la unión entre nosotros alrededor de esta Palabra, hará que nuestra oración-plegaria sea eficaz. Es decir, la eficacia de la plegaria no está en la perfección estética, ni en la pureza personal… La plegaria sólo es eficaz si estamos unidos entre nosotros y si hay unión entre nosotros y Jesús y, por lo tanto, con los pobres.

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