HORA SANTA
CANTO INICIAL.
No adoréis a nadie, a nadie, más que a Él. No adoréis a nadie, a nadie, más que a Él. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más que a Él.
Porque sólo el nos puede sostener. Porque sólo el nos puede sostener. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más que a Él.
ESTACION
Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del altar. (Intercalado con el Padre nuestro)
MONICIÓN
Hermanos:
Hoy, día de Jueves Santo, la Iglesia hace memoria de aquella noche santa en que Jesús celebró la Cena de Pascua con sus discípulos, nos dejó la Eucaristía, instituyó el Sacramento del Orden –el Sacerdocio ministerial– y nos dio el Mandamiento Nuevo.
Después de cenar, nos dicen los evangelios, Jesús marchó con sus discípulos al Monte de los Olivos, a un lugar llamado Getsemaní.
Allí Jesús vivió horas de angustia al ver tan próximos los tormentos de su pasión. Invitó a sus discípulos a orar con él al Padre pero éstos, acaso ajenos al dolor del Maestro, se dejaron vencer por el sueño. Al verlos dormidos, Jesús les dijo: VELAD Y ORAD PARA NO CAER EN TENTACIÓN.
Velemos y oremos, hermanos, acompañando a Jesús Maestro, presente entre nosotros en el Sacramento de la Eucaristía.
1. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.
INVITACIÓN
Acoge esta invitación de Cristo: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. (Mt 11, 28-29)
ORACIÓN
Te damos gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los inteligentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Junto a tu Hijo, pobre y disponible nos abandonamos a tu beneplácito para que nos inscribas en el número de tus pobres y en la felicidad de tu Reino.
Abbá-Padre, danos labios de niño para invocar con verdad tu nombre.
Haz manso y humilde nuestro corazón para que todo aquello que pueda ser para nosotros una ganancia, lo consideremos una pérdida frente al sublime conocimiento de Cristo, nuestro Señor, por quien queremos dejar perder todas estas cosas, considerándolas como basura a fin de encontrarnos con Él.
Concédenos conocer a Cristo, la fuerza de su resurrección, la participación en sus sufrimientos, con la esperanza de alcanzar la resurrección.
Mantennos en el seguimiento de Cristo, firmes en Él, tal como hemos aprendido.
Con un servicio humilde a nuestros hermanos, queremos llevar el dulce yugo de la Palabra, para que todos te bendigan, Padre y Señor del cielo y de la tierra, y a tu Hijo, único Salvador. Amén.
Canto:
Antes de ser llevado a la muerte, viendo Jesús su hora llegar, manifestó su amor a los hombres como no hiciera nadie jamás.
Toma en sus manos pan y les dice: “Esto es mi cuerpo, todos comed”. Y levantó la copa de vino: “Esta es mi sangre que os doy a beber”.
Cuerpo bendito, que se reparte por mil caminos, hecho manjar; buscas a todos para sanarlos, tú le devuelves al hombre la paz.
“El que se precie de ser mi amigo, siga mi ejemplo, viva mi amor, salga al encuentro de mis hermanos, dando la vida lo mismo que yo”.
Cuerpo de Cristo, Cuerpo entregado, muerto en la Cruz por nuestra maldad, grano de trigo resucitado, germen de vida de la Humanidad.
Silencio de adoración
Se puede meditar este texto
(1ª Corintios 1, 17-31)
Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.
Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el docto? ¿Dónde está el sofista de este tiempo? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y puesto que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen.
Pues los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Y si no, fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención. Y así —como está escrito—: el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.)
PETICIONES
Sacerdote: Pidamos hacernos semejantes a Jesús en su oblación al Padre.
Respondemos: Cristo óyenos, Cristo escúchanos.
- Señor Jesús, En la Eucaristía nos llamas a saborear el don de tu Cuerpo. Haz que nos unamos a la oblación perfecta que presentas al Padre. Oremos. Cristo óyenos, Cristo escúchanos.
- Nos llamas a participar en este sacrificio de la nueva Alianza. Haznos vivir en comunión y envíanos al mundo al servicio del
Evangelio. Oremos. Cristo óyenos, Cristo escúchanos.
- En tu amor al Padre y a los hombres te has entregado a la muerte por nosotros. Acoge el sacrificio espiritual de nuestra vida como humilde respuesta de amor. Oremos. Cristo óyenos, Cristo escúchanos.
- Nos llamas a ser “uno” en la Iglesia, para que el mundo crea. Haznos testimonios y promotores de la comunión entre los hombres, intérpretes de la caridad para con los hermanos. Oremos. Cristo óyenos, Cristo escúchanos.
Sacerdote: Señor Jesús, manso y humilde de corazón, une el ardor de tu generosa caridad con nuestra oblación de amor, para que la voluntad del Padre se cumpla en la tierra como en el cielo, y la humanidad sea un día recapitulada en ti. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
2. Permaneced en mi amor.
INVITACIÓN
“Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi gozo esté con vosotros y vuestro gozo sea colmado. Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”. (Jn 15, 9-14)
ORACIÓN
Mi buen Jesús: deseo seguir tu regla de amor, gracias a la cual podré renovar mi vida.
Pon mi vida bajo la custodia de tu santo Espíritu, para que siempre permanezca fiel.
Haz que mi conducta se conforme a la tuya, afiánzame en tu amor y en la paz.
Penetra mis sentidos con la luz de tu caridad, para que tú los guíes, dirijas e instruyas.
Empapa mi espíritu en el tuyo, profundamente, para que sea sumergido enteramente en ti. Amén.
(Santa Gertrudis)
Canto:
Como el Padre me amó, yo os he amado. Permaneced en mi amor. Permaneced en mi amor.
Si guardáis mis palabras y como hermanos os amáis, compartiréis con alegría, el don de la fraternidad. Si os ponéis en camino, sirviendo siempre a la verdad, frutos daréis en abundancia, mi amor se manifestará.
No veréis amor tan grande, como aquél que yo os mostré. Yo doy la vida por vosotros, amad como yo os amé. Si hacéis lo que yo os mando y os queréis de corazón, compartiréis mi pleno gozo, de amar como Él me amó.
Silencio de adoración
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(1 Jn 4, 7-21
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor tiene que ver con el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.)
PETICIONES
Sacerdote: Sacerdote eterno, presente en el sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre, acoge la ofrenda de nosotros mismos en reparación de nuestros pecados.
Respondemos: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
- Señor Jesús, que nos has llamado amigos, nos ofrecemos a ti para vivir en tu amor y permanecer fieles al Padre. Oremos. Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
- Tú nos has escogido para que, con una vida de oblación, seamos testigos de la santidad de tu Iglesia y apóstoles de tu caridad. Oremos. Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
- Hoy venimos nuevamente a ti para conseguir de tu Corazón abierto la remisión de los pecados y la efusión del Espíritu que nos consagre hijos del Padre para alabanza de tu gloria. Oremos. Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
- Haznos perfectos en la caridad; suscita en nuestros corazones el amor al Padre y entre nosotros, amor que regenera, fuente del crecimiento de las personas, según el ideal que has venido a traernos. Oremos. Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
- En unión con el sacrificio del altar y con la ayuda de la Virgen María, queremos hacer de nuestra vida una oblación de perfecta caridad. Oremos. Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
Sacerdote: Señor Jesús, confírmanos en tu amor, acepta la ofrenda de nuestra vida y dígnate unirla a la oblación que continuamente ofreces al Padre por la salvación de los hombres. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
3. Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
INVITACIÓN
“Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna… El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.
(Jn 3, 13.15.36)
ORACIÓN
En el signo del costado abierto, hemos reconocido tu amor, Señor Jesús: lo que hemos visto con la inteligencia se convierta en urgencia que empuje nuestro corazón.
Tú que estás siempre elevado sobre la tierra, atráenos hacia Ti.
Tú que eres la única fuente a la que debemos acudir, haz que vayamos a ti junto con nuestros hermanos.
Queremos vivir en la fe y en plena disponibilidad.
Todo lo que tenemos es ya tuyo hasta el fin de la creación: haz que sea tuyo incluso como restitución de amor.
He aquí a tus siervos delante de ti.
Tú que nos pides consagrarnos a ti, concédenos la fidelidad a esta vocación.
Nos adherimos a la misión de anunciar tu Reino, dispuestos a servirte en todas las pruebas que quieras enviarnos.
Concentra todos los recursos más profundos de nuestra vida de modo que nuestro impulso se mueva sólo por ti, que estás en nuestro corazón.
De ti viene el deseo y que de ti venga también la satisfacción.
Que tu amor nos sacie, tu afecto nos alimente y tu caridad nos empuje para que no vivamos para nosotros sino para ti, que por nosotros has muerto y resucitado para alegría y gloria del Padre. Amén.
Canto
Cerca de Ti, Señor, yo quiero estar; tu grande eterno amor quiero gozar. Llena mi pobre ser, limpia mi corazón, hazme tu rostro ver, en la aflicción.
Mi pobre corazón inquieto está, por esta vida voy buscando paz. Más sólo tú, Señor, la paz me puedes dar; cerca de Ti, Señor, yo quiero estar.
Pasos inciertos doy, el sol se va, más si contigo estoy, no temo ya. Himnos de gratitud, alegre cantaré y fiel a Ti, Señor, siempre seré.
Día feliz veré, creyendo en Ti, en que yo habitaré, cerca de Ti. Mi voz alabará, tu santo nombre allí y mi alma gozará, cerca de Ti.
Más cerca, oh Dios de Ti; más cerca sí, cuando la cruz, Señor, me lleve a Ti. Si tiende al sol la flor, si el agua busca el mar, a Ti, mi sólo bien, he de buscar.
Silencio de adoración
Se puede meditar este texto
(Jn 12, 20-33
Entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?:
"Padre, líbrame de esta hora". Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.)
PETICIONES
Sacerdote: Con San Juan, vemos en el costado abierto del Crucificado el signo de un amor que, en la entrega total de sí mismo, recrea al hombre según Dios. Invocamos la abundancia de la salvación para la humanidad entera diciendo:
Por esas llagas, por esa Cruz, ten piedad de nosotros, divino Jesús.
- Señor Jesús, manso y humilde de Corazón, en la cruz abriste una fuente de vida cuando el soldado te abrió el costado con la lanza y al punto salió sangre y agua. Oremos. Por esas llagas, por esa Cruz, ten piedad de nosotros, divino Jesús.
- Concédenos contemplar cada vez más el misterio de tu Corazón y anunciar tu amor que supera todo conocimiento, para que cada hombre sea colmado de toda plenitud de Dios. Oremos. Por esas llagas, por esa Cruz, ten piedad de nosotros, divino Jesús.
- Reaviva en nosotros el deseo de trabajar para instaurar tu Reino en las almas y en la sociedad. Oremos. Por esas llagas, por esa Cruz, ten piedad de nosotros, divino Jesús.
- Concédenos buscar y guiarnos hacia una vida de entrega generosa como la única cosa necesaria. Oremos. Por esas llagas, por esa Cruz, ten piedad de nosotros, divino Jesús.
Sacerdote: Señor Jesús, que has abierto el misterio de la salvación encerrado en tu Corazón cuando dijiste: “El que tenga sed que venga a mí y beba el que cree en mí, porque de mi corazón brotarán ríos de agua viva”; nosotros te reconocemos como nuestro redentor y fuente única de vida para la humanidad. Haznos fieles a la vocación que nos has dado y acoge la ofrenda de nosotros mismos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Canto:
Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor, Dios está aquí, venid adoradores adoremos, a Cristo redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra, bendecid al Señor. Honor y gloria a Tí, Rey de la gloria, amor por siempre a Tí, Dios del amor.
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