28 marzo 2018

JESÚS, NOS LAVA LOS PIES A TODOS

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Entre el pueblo judío solo los esclavos lavaban los pies al resto de los mortales. Si no había esclavos en una casa, cada uno limpiaba el polvo del camino de sus pies por sí mismos. Cuando Jesús, anudándose una toalla a la cintura, decide lavar los pies a sus discípulos sabe lo que hace: se convierte en esclavo de sus apóstoles y de todos nosotros. Por eso Pedro se escandaliza. Comprende perfectamente el gesto y con su habitual sinceridad se opone a que Jesús, su Maestro, le lave a él los pies. Y este episodio de una gran belleza plástica nos lo narra el Evangelista San Juan. Su evangelio se escribió muchos después de los otros tres Sinópticos y por eso Juan pudo meditar más ese significado de servicio de Jesús a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.


2.- El lavatorio se produce durante la cena y fue durante su celebración cuando Jesús realizó otra prueba de amor, perfectamente correspondiente –y aún superior, si se quiere— con el regalo sublime de dejarnos su presencia total en el Pan y en el Vino consagrado. Fue la primera Eucaristía de la historia y el relato preciso de la misma la hemos escuchado en la Primera Carta a los Corintios, uno de los textos más antiguos de los evangelios. Y, obviamente, el texto nos resulta conocido porque las palabras de Jesús, que transcribe San Pablo, son la fórmula litúrgica utilizada para la Consagración, para la conversión del pan y del vino en Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. La primera lectura, procedente del Libro de Éxodo narra las instrucciones dadas por Dios a Moisés para la celebración de la Pascua y es correspondiente, entonces, con la Cena que celebró Jesús y cuyo ritual utilizó.

3.- Con esta celebración de la Cena del Señor entramos en el Triduo Pascual, en el cual vamos a asistir a ese milagro de amor que es la muerte y la Resurrección de Jesús. Esta celebración nos prepara para esas horas y nos deja con la tristeza de lo que ocurrirá un poco después de la cena. Getsemaní aparece en el horizonte y también la detención, la tortura y la falsa condena a muerte de un hombre justo. No hemos de perder la oportunidad de entrar fuerte, con toda nuestra alma y todo nuestro corazón, en lo que se abre para nosotros a partir de esta hora. El sacrificio de Jesús nos ha hecho libres, pero hemos de tener conciencia y consciencia de lo que significa. No perdamos, hoy esa oportunidad. No es difícil es tan solo un lenguaje de amor, de supremo amor.

4.- No puede obviarse –no debemos hacerlo es necesario que fluyan nuestras pensamientos-- la gran emoción que nos inunde al reflexionar con la celebración del Jueves Santo, en todos los sentidos. Merece la pena, al salir del templo, encerrarnos con nuestra soledad para mejor meditar en los misterios de amor que estamos viviendo. Nuestra oración ha de ser lo más sentida posible. Es bueno, muy bueno, poner nuestros sentimientos a flor de piel para hacer muy nuestra la realidad de este día de Jueves Santo.

5.- Jesús nos amó hasta el extremo. Y sus emociones también fueron apareciendo y fluyendo en estas horas. Se acercaban horas difíciles. Su condición humana le hacía sentir inquietud, pero su amor por el género humano le llevaba a asumirlo todo y con generosidad. Además, quería cumplir la voluntad del Padre hasta el final. No es fácil –no lo es— asumir con toda su fuerza lo que estamos viviendo en estas horas y en las siguientes. Pero, desde lo más hondo de nuestro corazón, pidamos fuerzas a Dios Nuestro Padre para sepamos vivir intensamente lo que ahora se ha comenzado a vislumbrar.

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