04 noviembre 2017

La Misa del domingo 5 de noviembre

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En el evangelio de este domingo nos encontramos de nuevo con el mensaje radical de Jesús: ni maestros, ni padres, ni jefes. Si repasamos la historia creo que, en esto, no hemos hecho mucho caso a Jesús, al menos en las palabras. Aunque también se puede decir que el fondo del problema no es cuestión de palabras.
El mensaje de Jesús es nítido: Sólo un padre, Dios. Sólo un guía, Jesús. Y todos vosotros, hermanos. El primero entre vosotros será vuestro servidor.
¡Qué difícil nos resulta! ¿No es cierto que nos gusta más ser servidos que servir?
El modelo auténtico es Jesús: manso y humilde de corazón. Nuestra actitud tiene que ser la sencillez, el servicio y la fraternidad, postura bien distinta a la de los fariseos. Pero no solo los fariseos de entonces; también los de ahora. Ésta es la auténtica actitud cristiana que mana de la enseñanza y vida de Jesús.

Leemos y proclamamos la Palabra de Dios para aplicarla a nuestro tiempo, a nuestra vida; no para saber simplemente lo que sucedió en aquel tiempo. El peligro que corremos es quedarnos solamente en el envoltorio, en lo exterior, en las fórmulas y en los ritos piadosos. Era el peligro de los tiempos de Jesús y también de nuestro tiempo actual.
Solemos considerarnos cristianos practicantes. Pero, ¿de qué práctica se trata? Si no practicamos el amor, la misericordia y la justicia, el servicio, no se puede decir que seamos cristianos practicantes. Hay cristianos que por nada del mundo pierden la misa del domingo, pero que son terriblemente duros y “justicieros”, intolerantes hasta la asfixia, apegados al dinero y al bienestar personal. Personas muy cumplidoras, pero con un individualismo terrible, hombres y mujeres que les sale sarpullido cuando se habla y se trata de solidaridad, de fraternidad, de comunidad.
Jesús lo que busca, -lo vemos claramente en su mensaje evangélico- es cambiar la interioridad y el corazón del hombre. Mientras no se lleguemos a eso, nos perdemos en lo secundario.
Una de las acusaciones más frecuentes que nos hacen los descreídos o alejados de la fe, es la hipocresía con que nos comportamos y vivimos los que nos decimos creyentes. No es que tengamos que admitir esta acusación; pero sí nos puede servir de acicate para ver y examinar cómo de consecuentes son nuestras ideas, nuestras palabras y nuestras acciones a la luz del evangelio.
Y la prueba del algodón: el servicio. En él se juega la credibilidad de lo que creemos. Si sólo buscamos el privilegio, el poder, la vanidad, estaremos dando una patada al mensaje del evangelio que hoy hemos escuchado. De nuevo las palabras de Jesús: El primero entre vosotros será vuestro servidor. Creo que son de las palabras más subversivas para nuestro mundo, tan acostumbrado a lo contrario. Hagamos examen de conciencia de nuestra actitud, o no, de servicio. Si el resultado es déficit de servicio quizá es que estemos más cerca de los fariseos que de los seguidores de Jesús.
Agustín Fernández, sdb

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