12 noviembre 2017

La Misa del Domingo 12 noviembre de José L. Guzón

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Subrayados de la Palabra
  • 1ª lectura (Sb 6,12-16): «La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean».
  • 2ª lectura (1 Tes 4,13-17): «No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él».
  • Evangelio (Mt 25,1-13): «En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas”».
Ecos de la Palabra para jóvenes y comunidades
  • Decía el Papa san Juan Pablo II en 2003: “Es fácil intuir que esta «sabiduría» no es la simple inteligencia o habilidad práctica, sino más bien la participación en la mente misma de Dios, que «con su sabiduría formó al hombre» (cf. v. 2). Por consiguiente, es la capacidad de penetrar en el sentido profundo del ser, de la vida y de la historia, traspasando la superficie de las cosas y de los acontecimientos para descubrir en ellos el significado último, querido por el Señor”.
  • Aparentemente los tesalonicenses no entendían rectamente el concepto de la muerte y la resurrección. Aún tenían ciertas confusiones por doctrinas anteriores y les preocupaba el asunto por lo que se deben haber preguntado ¿Cuál es la esperanza realmente? Por este motivo Timoteo traslada al apóstol esta inquietud de la asamblea.El consejo que se les envía es que no deben estar tristes como las personas que no quisieron conocer al Padre Eterno y están sin esperanza. Porque si el Mesías resucitó, del mismo modo también resucitarán los que se durmieron en la fe del Muerto/Resucitado.
  • La historia de esta parábola y la lección es evidente. “Velad, pues, porque no sabéis, ni el día, ni la hora”. No seamos superficiales, sino que debemos mirar más allá del momento presente así como tratar de descubrir la llamada de Dios en las cosas pequeñas de la vida, incluso en el aceite que escasea en la lámpara.
Proyecto de homilía
La parábola de las diez vírgenes nos sorprende por su dureza y claridad. Primero, por la negativa de las vírgenes prudentes a compartir su aceite con las necias. En segundo lugar, por la total exclusión de estas últimas del banquete de bodas por un “simple retraso”. ¿Será que Jesús nos está llamando a la insolidaridad, dándonos a entender que la salvación es algo exclusivo de cada uno? ¿Quiere meternos miedo, ya que un simple descuido, un pequeño retraso, puede dejarnos fuera del Reino de Dios? ¿No está en contradicción evidente con otras parábolas y pasajes cuyo protagonista es la misericordia y el perdón?
A veces sucumbimos a la tentación de leer las parábolas de un modo literal. Hay que tener muy presente el contexto. La parábola de las diez vírgenes está dentro del discurso escatológico del Evangelio de Mateo y el evangelista nos está invitando a reflexionar como Jesús sobre sus momentos finales, la pasión y muerte.
Jesús nos llama a tomarnos en serio la vida y todas las cosas fundamentales. Es una llamada a vivir desde la conciencia y la responsabilidad, aun en medio de las necesidades y acciones concretas de cada día.
Pero para un creyente vivir desde la conciencia y en responsabilidad es hacer operativa su fe. Por eso vivir en la luz es vivir de fe. Vivir de fe es un don, pero también una tarea y una responsabilidad. De poco sirve tener la lámpara si no la alimentamos con la oración, la escucha de la Palabra y la participación en los sacramentos, etc.
Si no es así, nuestra fe está muerta, como la lámpara sin aceite. Seríamos necios como las jóvenes de la parábola.
Pero entre nosotros no debería ser así. Estamos llamados a incluirnos en el número de los prudentes. La luz de nuestra lámpara debe arder, porque poseemos una fe que se hace operante, amor, mediante la esperanza y el aceite que alimenta nuestra lámpara no es otro que el de la perseverancia, la constancia y la fidelidad. Que ojalá la fe recibida se convierta en verdadera sabiduría de la vida, en esperanza activa y ardiente caridad.
José Luis Guzón, sdb

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