Para dejarnos a todos bien claro su mensaje, Cristo nos enseña una vez más con parábolas. Esta vez se trata de las diez mujeres que salieron al encuentro del esposo para ir con él al banquete de bodas. A cinco de ellas, las descuidadas, se les olvida llevar aceite para sus lámparas, quedándose fuera del gran acontecimiento, momento que se refiere al día de nuestra muerte, cuando Dios decida si entramos o no, a su “gran banquete” en el Cielo. Si no fuimos previsores “aceitando” nuestras vidas con buenas obras, y nos encuentra sin ellas, quizás nos quedemos fuera sin que el Señor nos reconozca.
Parece difícil pensar que se nos pueda olvidar estar preparados para algo tan importante, bello trascendente como es la vida eterna después de la muerte, junto a Dios. Pero como no sabemos cuándo moriremos y a muchos no nos gusta ni pensar ni hablar de ello, preferimos vivir como si nunca fuéramos a morir: gozándola, sufriéndola o pasándola, egoístamente.
Si no queremos que la muerte nos sorprenda sin “boleto” para el “Gran Banquete Celestial”, vivamos como si hoy fuera nuestro último día de vida: dándonos a quienes nos rodean en todo los que hacemos, con alegría, generosidad, perdón y amor. Si así vivimos, “nuestras lámparas” estarán encendidas cuándo nos llame el Señor.
A veces, las prisas, las preocupaciones, los enojos, las diversiones… hacen que se nos olvide vivir como Dios manda y tener presente que hoy puede ser nuestro último día para ganarnos el “Boleto”. Para evitarlo, recurramos a la oración diaria y a la Eucaristía frecuente. En ellas pidamos y ofrezcamos a Dios, vivir cada momento lleno de amor y entrega a los demás.
¿Qué haré hoy para ganarme mi boleto de entrada al Cielo?
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