09 septiembre 2017

La Misa del Domingo 10 de septiembre

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LA CORRECCIÓN ENTRE HERMANOS
DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – A
10 de septiembre de 2017
Ezequiel 33, 7-9; Romanos 13,8-10 y Mateo 18,15-20
OBSERVACIONES PREVIAS
  • “El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Si la cruz fue el destino de Jesús, sus discípulos no lo van a tener un destino diferente. ¡A Pedro le costó toda la vida llegar a entender esto!
  • Nos sentiremos queridos por Dios, y sin medida, cuando amemos la cruz como la amó Cristo. Y esto…, por mucho que nos cueste también entenderlo a nosotros.
  • Cargar con la cruz de cada día es sinónimo de ser fieles al proyecto que Dios tiene sobre cada uno de nosotros: lo que se intuye como un camino de sufrimiento, resulta que es el único camino de salvación.
PARA REFLEXIONAR
Corrección fraterna
El evangelio apunta a la corrección de hermano a hermano, de igual a igual, de pecador que necesita perdón a pecador que también necesita ser perdonado.
No será irreverente pensar que Jesús, al que llamaron comilón y bebedor porque participaba en banquetes, y multiplicó los panes, los peces y el vino en una boda en Caná…, sería testigo de escenas en las que el borracho solitario regresaba a casa, solo, dando tumbos de poste en poste; y la de aquellos que con la camaradería que da una misma borrachera se pasan el brazo por el hombro y, mal que bien, dos o tres unidos caminan más rectamente. Esta es la corrección fraterna, la de los que necesitan el mismo perdón, la de los que aúnan sus menguados esfuerzos.
Modelo de corrección fraterna es el buen ladrón. “Nosotros sufrimos lo que merecemos…” El evangelio calla el efecto de esta corrección. Quién sabe si detrás del Señor entraron el reino estos dos ladrones cogidos de la mano, porque ambos necesitaban la ayuda de Dios y de su hermano de suplicio.
La corrección fraterna no puede ser una venganza
La corrección fraterna nunca debe tener visos de venganza, de envidia satisfecha; tiene como fin salvar al hermano, no machacarlo o pisotearlo…
Cuando, a pesar de todo, alguno se aparta de la “casa paterna”, es él mismo quien se excomulga, pero en la casa del Padre debe quedar siempre una ventana encendida de noche y la puerta abierta de día, por si el hermano quiere regresar. El Padre del hijo pródigo ni apagó la luz de su ventana ni cerró la puerta. Al contrario, cada día salía a lo alto del camino para ver si el hijo volvía.
Y una cuestión fundamental en todo esto. ¿Es culpable él porque se aleja o somos culpables nosotros porque le expulsamos con nuestras actitudes intolerantes?
Necesitamos del apoyo de quien corregimos
Cuando se clama por una severa corrección se suele apelar a los derechos, olvidando que el único sujeto de derechos es el hombre. Es bueno usar la verdad para salvar, no para hundir al hermano: la verdad, pero no separarla del amor. Y sobre todo, el perdón.
Cuando tengamos que corregir, y que sean pocas veces o ninguna, que lo hagamos como necesitados del apoyo de aquel mismo al que corregimos.
PARA COMPROMETERSE
  • Ser fieles al proceso de la corrección fraterna: avisa a tu hermano, busca dos testigos, la comunidad… Normalmente el último en enterarse es el hermano en cuestión… Y en el proceso es ¡el primero!
  • Recuerda: “Si dos de vosotros os ponéis de acuerdo para pedir algo en mi nombre, os la concederá mi Padre del cielo”.
  • Ten en cuenta: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
PARA REZAR
Si tengo defectos que dificultan mi camino,
ayúdame a superarlos, con amor.
Si avanzo en la dirección equivocada
indícame el camino verdadero, con amor.
Si hay algo de mí que no te gusta y te hiere
házmelo saber, con amor.
Si mi vida se dispara hacia un túnel sin salida
adviértemelo, pero con amor.
Si mi vida y mis maneras te desconciertan,
dímelo, pero con amor.

¡Hermano, corrígeme…,
corrígeme como lo haría Dios!
Si tú vives en la verdad y yo en la mentira
dime cómo se sale de ella, con amor.

Si me falta corazón y caridad
reza por mí, pero hazlo con amor.
Si pensamos de forma diferente,
dímelo, pero con amor.
Si estoy mal conmigo mismo y con los demás,
si me encuentro agarrotado por la soberbia,

si hace tiempo que perdí el norte de mi existir,
mírame a los ojos, pero hazlo con amor.
¡Hermano, corrígeme…,

corrígeme como lo haría Dios!
Ya sé que en el camino por donde avanzo,
no siempre construyo ni siembro.

Quiero hacer el bien y edifico en el mal,
aventurarme y me quedo en los mínimos,
seguir a Jesús y no salgo de mí mismo.

Si todavía confías en mí
podemos intentarlo de nuevo, pero con amor.¡Hermano, corrígeme…,
corrígeme como lo haría Dios!
Dime lo que quieras, hermano
pero eso sí, hazlo con amor:
¡Hazlo como lo haría Dios!
Isidro Lozano

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