Lectura de la profecía de Ezequiel (18,25-28)
Sal 24,4bc-5.6-7.8-9
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,1-11)
Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,28-32)
Sal 24,4bc-5.6-7.8-9
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,1-11)
Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,28-32)
Obras son amores y no buenas razones
Dice el refrán “obras son amores y no buenas razones” y por ahí parece que va el Evangelio de este domingo. Seguimos con la imagen del Reino de Dios como la viña en la que estamos llamados a faenar y trabajar, como el campo que se trabaja para dar fruto. El domingo pasado, el evangelio nos hacía caer en la cuenta de que todos, sin distinción, hemos sido llamados. Este domingo, Jesús en su diatriba con los sacerdotes y ancianos de Israel, va un poco más allá y hunde el dedo en la llaga con unas palabras que encierran una gran dureza para ellos. En la parábola se nos compara a dos hijos a los que el padre reclama su ayuda, uno parece negarse en un primer momento pero al final es el que hace lo que el padre le pide mientras que el otro que parece dispuesto en un primer momento acaba dejando pasar la oportunidad de servir y agradar al padre. La comparación de Jesús no deja lugar a dudas: los que son considerados últimos, alejados, no dignos… (en el texto os publicanos y las prostitutas) están más cerca del corazón de Dios, del corazón del Padre que los que “nominalmente” son considerados cumplidores, dignos… (en el texto los sacerdotes y ancianos). Nos puede recordar esto a otras parábolas como las del Padre bueno/Hijo Pródigo o la del Buen Samaritano.
Ahora bien pensando en nosotros, en nuestro día a día, podemos preguntarnos donde está nuestro corazón y nuestras obras. Si somos de los que aunque cueste, aunque no siempre sea fácil acabamos construyendo el Reino de Dios, perdonando, acogiendo… o si nos dejamos llevar simplemente de buenas intenciones que no acabamos de materializar. Cuando el papa Francisco insiste tanto en que le gustaría una “Iglesia en salida” creo que puede estar apuntando a dejar las comodidades de nuestro aparentar, a no conformarnos con buenas palabras o declaraciones de buenos deseos, sino que nos invita a pringarnos, a hacer algo de verdad por los demás.
Las recomendaciones de Pablo en la carta a los Filipenses pueden darnos una pista. Al igual que Jesús se entregó y dio su vida por nosotros, todo cristiano esta llamado a hacer lo mismo. Pablo es claro cuando invita a tener un mismo sentir, a cuidar del interés del otro, a tener con los demás los mismos sentimientos de Cristo.
Pedro Hernández, sdb
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