17 agosto 2017

Jueves XIX de Tiempo Ordinario

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Hoy es 17 de agosto, jueves de la XIX semana de Tiempo Ordinario.
Hoy me dispongo a entrar en contacto con un Dios que es amor y perdón incondicional. Es mi tiempo de silencio para un diálogo sereno con él. Abro mi corazón a la escucha.
La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 18, 21–19, 1):
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»

Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.” El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debla cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: “Págame lo que me debes.” El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.” Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?” Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Los discípulos han escuchado de Jesús cosas fuertes sobre el perdón a los enemigos, y el amor a quien nos hiere. Pero ahora el planteamiento es muy claro y concreto. Jesús nos pide que perdonemos de corazón a todos, todas las veces.
El judaísmo ya conocía el deber de perdonar. Las escuelas rabínicas imponían a sus discípulos que perdonaran a sus mujeres, hijos o hermanos. Pedro pregunta cuál será el límite para perdonar. Quiere un dato, un número, una cuota de perdón. Pero la respuesta de Jesús se sitúa en otras coordenadas. El perdón se da sin límites y condiciones. ¿Es así mi modo de perdonar?
La idea de perdón que propone Jesús, procede de sabernos perdonados por el Padre. ¿Se recibir abiertamente el perdón de Dios o no acabo de creérmelo y por lo tanto de aceptarlo?
Es un texto muy exigente este que acabamos de reflexionar. Conviene volver a leerlo. Me dispongo a pasar de nuevo por mi corazón aquellas palabras, frases o resonancias que han quedado en el fondo de mí. Eso que cala en lo más profundo, y que es el mensaje que hoy me da el Señor.
Señor, gracias por este tiempo de estar contigo, por poder atender y acoger tu mensaje. Ya me voy despidiendo. Continúas a mi lado y te pido que no me separe de ti. Sé que tu amor y perdón me acompañan siempre. Quisiera perdonar y vivir la misericordia con los demás, como tú lo haces conmigo. Gracias.
Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

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