29 agosto 2017

Domingo 3 septiembre: Preparando el domingo (adultos y jóvenes)

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 "EL QUE QUIERA VENIRSE CONMIGO QUE SE NIEGUE A SÍ MISMO"

3 de septiembre de 2017 (XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO)

  • Primera lectura ● Jr 20, 7-9 ● “La palabra del Señor se volvió oprobio para mí”.
  • Salmo ● Sal 62 ● “Mi alma está sedienta de Ti, Señor Dios mío”.
  • Segunda lectura ● Rm 12, 1-2 ● “Ofreceos vosotros mismo como hostia viva”.
  • Evangelio ● Mt 16, 21-27 ● “El que quiera venirse conmigo que se niege a sí mismo”.

Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que él tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos del pueblo, de los sumos sacerdotes y de los maestros de la ley, ser matado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderle: «¡Dios te libre, Señor! ¡No te sucederá eso!». Pero él, volviéndose, le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás!, pues eres un obstáculo para mí, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los de los hombres».

Luego dijo a sus discípulos:
«El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida? Porque el hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras.
Mateo 16, 21-27


VER

Es el primer domingo de septiembre y seguro que en estos días se está hablando del llamado “síndrome postvacacional”, que consiste en malestar, ansiedad, decaimiento… ante la reincorporación a las tareas habituales después de las vacaciones. Este “síndrome postvacacional” afecta también en la Iglesia a quienes tienen un compromiso evangelizador, ya sean presbíteros, religiosos o laicos. Se tiene la impresión de que el verano ha pasado demasiado rápido, quizá incluso ha habido actividades propias de este tiempo, como campamentos, encuentros, etc., y al tener que empezar de nuevo el curso se tiene la impresión de no haber podido descansar. A menudo resulta duro tener que enfrentarse de nuevo a reuniones, encuentros, actividades… que generalmente acarrean mucho esfuerzo y pocas satisfacciones, y por eso se desearía no tener que comenzar.

JUZGAR


Es la experiencia que refleja el profeta Jeremías en la 1ª lectura: él ha respondido al Señor para llevar a cabo su misión (Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir), pero experimenta con dureza las consecuencias de esa misión: Yo era el hazmerreír todo el día y todos se burlaban de mí… La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Y también quisiera dejar esa misión: Me dije: “No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre”.
Es normal que las dificultades y sinsabores del seguimiento de Cristo y del desempeño de un compromiso evangelizador nos provoquen rechazo, como también hemos escuchado en el Evangelio que le ocurrió a Pedro, que al escuchar a Jesús que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho… que tenía que ser ejecutado… reacciona negativamente: ¡No lo permita Dios! Eso no puede pasarte.
Pero, aunque humanamente sea normal rechazar las dificultades y sinsabores que conlleva ser cristiano, Jesús nos reprende, como a Pedro: Tú piensas como los hombres, no como Dios. Si de verdad creemos en el Dios que se nos ha revelado en Jesús, no podemos obviar las palabras de Jesús que Pedro parece que “no ha escuchado” tras el anuncio de lo que va a padecer: y resucitar al tercer día.
Ser cristiano es creer en Jesucristo, crucificado y resucitado, y es su victoria sobre la Cruz la que da sentido a los padecimientos, dificultades y sinsabores que tengamos que sufrir por ser discípulos suyos. Por eso Él nos invita: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. No se trata de aceptar el sufrimiento por el sufrimiento, sino de seguir con fidelidad los mismos pasos de Cristo para compartir también su victoria final sobre la cruz.

Por eso, debemos hacer caso a san Pablo en la 2ª lectura al decirnos: no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios. Como cristianos, aunque sintamos ese “síndrome postvacacional” al disponernos a reemprender las actividades parroquiales, diocesanas, en la Acción Católica General… aunque suframos las consecuencias negativas de seguir a Cristo y desarrollar nuestra misión, no debemos dejarnos dominar por los criterios de la sociedad actual, que rechaza todo lo que suponga dolor, sufrimiento, esfuerzo… sino aceptarlo cuando sea necesario con tal de cumplir en nuestra vida la voluntad de Dios. Porque como nos ha advertido el Señor: Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará





ACTUAR

¿Estoy sufriendo el “síndrome postvacacional” en mi vida laboral, familiar, etc.? ¿Y como cristiano estoy sufriendo también ese “síndrome” al tener que reemprender las actividades pastorales? ¿Comparto las expresiones de Jeremías y de Pedro? ¿Entiendo la reprimenda de Jesús? ¿Tengo presente que tras la pasión y la cruz está su resurrección? ¿En qué me ajusto a este mundo, y en qué debo renovarme para cumplir mejor la voluntad de Dios en mi vida?
Aunque suframos ese “síndrome postvacacional”, sabemos que tenemos que echar adelante con nuestras tareas, aunque nos pese. Ojalá como cristianos nos ocurra como a Jeremías, que a pesar del rechazo que siente, experimenta que la palabra del Señor era en mis entrañas fuego ardiente… intentaba contenerlo, y no podía, y sintamos que no podemos abandonar la misión que el Señor nos ha encomendado. Que al comenzar un nuevo curso, nos neguemos a nosotros mismos y carguemos con nuestra cruz, la que sea, porque aunque sintamos que estamos “perdiendo la vida”, en realidad la estamos encontrando.

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