● Jesús se dirige a Jerusalén, la ciudad del templo, donde los judíos peregrinan varias veces al año. Es en Jerusalén donde concluirá de una manera trágica su vida.
● Jesús anuncia su pasión y resurrección, su final en este mundo.
● Jesús predice su muerte provocada por los sumos sacerdotes, los letrados, el sanedrín, las autoridades romanas, el pueblo. Se cumplirá aquello que nos dice la Palabra “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.
● Los evangelistas nos presentan a Jesús plenamente consciente de lo que van a hacer con su Persona, de ahí que en lógico lo que la Palabra pone en boca de Jesús “mi vida no me la quitan soy Yo
quien la entrego”.
● Jesús además de hablar de anunciar lo mucho que le harán sufrir también habla de victoria “y resucitar al tercer día”.
● Pero ahí no llegan, se quedan en la primera
parte, en el fracaso, no escuchan
ni toman conciencia que el final será una
gran victoria.
● ¿No nos falta también a nosotros ser
más conscientes de que el bien ganará,
de que Cristo ha vencido a la muerte y
al pecado?
● ¿No nos falta a nosotros tomar más
conciencia de ello para tener más esperanza?
● Pedro, el portavoz del grupo, no comprende
ni acepta las palabras del Jesús.
Pero, como todos los Apóstoles, estaba
convencidos de la venida de un Mesías
glorioso y triunfante que liberaría a Israel
de toda opresión.
● Ellos habían puesto en Jesús su confianza.
El anuncio de Jesús no cuadra
con sus expectativas. Por eso Pedro con
contundencia le dice: “¡No lo permita
Dios… Eso no puede pasarte!”.
● Nos extraña también a nosotros el sufrimiento,
la cruz en nuestra vida, en la
vida de la Iglesia, en la vida de los seguidores
de Jesús, nos cuesta asumirla
en nuestra vida como paso para que haya
vida “Si el grano de ¿trigo no cae en
tierra y muere no puede dar fruto”.
● Esta realidad de la cruz es dura y nos
resulta muy difícil asumirla.
● No sé si en alguna otra ocasión Jesús
responde con tanta dureza como en este
caso lo hace con Pedro, el jefe del
grupo de los doce Discípulos: “Apártate
di mi Satanás… no piensas como Dios
sino como los hombres”.
● Aquel a quien Jesús le había dicho
que era el fundamento de su Iglesia
ahora le dice que es Satanás.
● ¿No nos debe decir también a nosotros
lo mismo que a Pedro en más de
una ocasión?
● Jesús a Pedro le recuerda que lo propio
del discípulo es seguirle, que los
discípulos siguen al maestro por el mismo
camino, con el mismo estilo de vida.
● Hay en la última parte, en boca de Jesús,
una contraposición de palabras:
Salvar y perder, perder para ganar. En
algunos sitios existe un juego de cartas
que se llama el “gana-pierde”.
● Según Jesús para salvar la vida hay
que perderla, o sea hay que darla, hay
que entregarla a Dios y a la humanidad;
es lo que hacen a diario los buenos
los padres por sus hijos.
● Como conclusión queda en el aire ese
interrogante: ¿De qué le sirve a un
hombre ganar el mundo entero, si malogra
su vida?
● En la vida de muchos Santos este
pensamiento fue el revulsivo para que
sus vidas tomaran un rumbo definitivo.
● ¿De qué nos sirve ganar en mundo
entero si perdemos la amistad con
Dios?
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