Sociedad de ojos depredadores:
Se ha
generado una sociedad de “ojos depredadores” que escrutan buscando
calmar ansias permanentes. Enfermedad inoculada por “las sociedades
depredadoras” del consumo, que nos convierten en gatos nocturnos
husmeando insaciablemente bolsas de basura contaminada. “Ubi cor, ibi
oculus” (S. Agustín: “donde está el corazón, allí está el ojo”). El
corazón es el que orienta la mirada. Hay que rescatar ese corazón
depredado y depredador, ventana abierta que ventila constantemente
sentimientos inoculados por marca comercial. Esa forma de mirar se
compra en permanente oferta.
La mirada
del profeta es muy distinta. Como el centinela, vigila los caminos. No
es presa de los sueños que dominan a otros. Vigila con mirada aguda y
atenta para ver largas distancias sin adormecerse. Actitud muy distinta
del pueblo que permanece sumergido en un letargo de sentidos embotados.
Misión de soledad. Misión de defensa de la vida y de saber esperar: “A
ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo centinela de la casa de
Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi
parte”. (Ez 33, 7). “En mi puesto de guardia me pondré, me plantaré en mi muro, y otearé para ver lo que él me dice, lo que responde a mi querella” (Hab 2, 1)
• Balaam, profeta clarividente de ojos perfectos.
“Entonó su
trova y dijo: Oráculo de Balaam, hijo de Beor, oráculo del varón
clarividente. Oráculo del que escucha los dichos de Dios, del que conoce
la ciencia del Altísimo; del que ve lo que le hace ver Sadday, del que
obtiene la respuesta, y se le abren los ojos” (Núm 24,15-6). Ojos
perfectos porque traducen la mirada de Dios, porque penetran la realidad
en toda su profundidad, porque son libres, más allá de sus expectativas
personales. “Fides occulata” de los escolásticos: mirada iluminada por
la fe, que ve la realidad con la luz de Dios. Una mística de los ojos
abiertos.
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