08 junio 2017

El Sagrado Corazón, modelo de mansedumbre

I
ADMIRA hoy, alma mía, la suma mansedumbre y benignidad de este adorabilísimo Corazón. Nunca dejó de mostrarse manso y cariñoso, para que en Él aprendieses tú los atractivos de esta celestial virtud. Con este carácter lo habían ya de antemano retratado los Profetas; con este mismo le vieron después y nos lo retrataron los Evangelistas.
Mira cómo trata a los pobres e ignorantes, cómo recibe a los pecadores, cómo acaricia a los niños. Muy contadas veces se pinta el enojo en su rostro, para darte a entender que si la indignación es buena alguna vez, casi siempre son preferibles la suavidad y la mansedumbre.
¡Con qué dulzura tolera la rudeza de sus primeros discípulos! ¡Con qué palabras tan suaves alienta a la Magdalena! ¡Qué acentos tan delicados emplea con el mismo apóstol traidor! ¡Con que serena majestad contesta al interrogatorio de Pilatos!
¡Oh benignidad y mansedumbre del Corazón adorable de Jesús! ¿A quién no enamoran y atraen tan suaves ejemplos?
Medítese unos minutos.

II
No me canso, oh Señor, de admirar en Ti esta delicada virtud. Pero ¡ay! ¡que a mi corazón se le hace siempre duro y difícil el practicarla!
Mis palabras, mi rostro, mis ademanes traspasan muy a menudo las reglas de la caridad, que Tú me has impuesto en el trato con nuestros hermanos. El disgusto de mi corazón rebosa frecuentemente en mis labios. Trato a mis superiores con altivez, a mis iguales con indiferencia, a mis inferiores con dureza. Soy en la prosperidad altanero, y en la aflicción ceñudo y malhumorado. Confundo muchas veces la viveza del celo con los arranques del amor propio.
Dame ¡oh Señor! la dulce caridad y la afectuosa mansedumbre, distintivo de los Santos. Sea igual y suave y serena mi condición, sin arrebatos ni decaimientos, sin ruidosas alegrías, ni enojosos desalientos. Vean mis prójimos en mi rostro y en mis palabras y acciones, la suavísima imagen de tu mansísimo Corazón.
Dame esas bellas cualidades, para ganarte con ellas almas que en la tierra te sigan y te amen, y en el cielo te gocen y glorifiquen por toda la eternidad.
Medítese, y pídase la gracia particular.

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