Un día me miraste como miraste a Pedro.
No te vieron mis ojos, pero sentí que el cielo
bajaba hasta mis manos.
¡Qué lucha de silencios libraron en la noche
tu amor y mi deseo!
Un día me miraste y todavía siento
la huella de ese llanto que me abrasó por dentro.
Aún voy por los caminos soñando aquel encuentro.
Un día me miraste como miraste a Pedro.
(Ernestina de Champourcín)
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