26 abril 2017

Me enseñarás el sendero de la vida

Decimos, como Tomás, que no sabemos,
que desconocemos el camino recto,
que nos falta un pastor
que nos guíe por el sendero justo.
¡Hay tantos senderos torcidos,
que nos llevan a la perdición!
Los discípulos de Emaús tampoco salían,
escogieron un camino triste,
que les llevaba a la desesperanza.
Y en esto, se les acercó un viajero iluminado,
¿dónde el país de la luz?
El viajero, ¡qué maestro!,
con paciencia y cariño les abría los ojos,
y les fue encendiendo estrellas.
Una nube de mariposas blancas
acompañaba sus palabras.
Estudiad bien las Escrituras.

Enseñan que para llegar a la dicha
hay que pasar por el sufrimiento;
para llegar a la gloria,
hay que pasar por la humillación;
para llegar a la vida,
hay que pasar por la muerte.
Él sabía bien de qué hablaba.
Podía haberles dicho:
seguid mis pisadas, guardad mis palabras
y encontraréis el sendero de la vida,
porque Yo soy el sendero verdadero,
Yo soy la vida.
Y así llegaron a la casa, sentados a la mesa;
él empezó a partir el pan y fue la resurrección;
ellos se saciaron de gozo en su presencia,
la alegría perpetua a su derecha.

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