Decimos, como Tomás, que no sabemos,
que desconocemos el camino recto,
que nos falta un pastor
que nos guíe por el sendero justo.
¡Hay tantos senderos torcidos,
que nos llevan a la perdición!
Los discípulos de Emaús tampoco salían,
escogieron un camino triste,
que les llevaba a la desesperanza.
Y en esto, se les acercó un viajero iluminado,
¿dónde el país de la luz?
El viajero, ¡qué maestro!,
con paciencia y cariño les abría los ojos,
Una nube de mariposas blancas
acompañaba sus palabras.
Estudiad bien las Escrituras.
Enseñan que para llegar a la dicha
hay que pasar por el sufrimiento;
para llegar a la gloria,
hay que pasar por la humillación;
para llegar a la vida,
hay que pasar por la muerte.
Él sabía bien de qué hablaba.
Podía haberles dicho:
seguid mis pisadas, guardad mis palabras
y encontraréis el sendero de la vida,
porque Yo soy el sendero verdadero,
Yo soy la vida.
Y así llegaron a la casa, sentados a la mesa;
él empezó a partir el pan y fue la resurrección;
ellos se saciaron de gozo en su presencia,
la alegría perpetua a su derecha.
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