24 marzo 2017

Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo

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Señor Jesús,
el otro día fuiste “agua viva”. Hoy te presentas
como luz para los ojos que no ven: “mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”.

A partir del encuentro contigo
los ojos del ciego de nacimiento volvieron a ver las cosas que ocurrían, las maravillas que Dios había hecho y sobre todo te reconocieron como Hijo del hombre:
“Creo Señor”.

Tu persona, Señor Jesús, siempre es Beneficiosa para el ser humano.
Eres un fenómeno,
siempre aportando bien para los humanos.

También ahora, aunque muchos
no lo sepan,
necesitan tu luz, necesitamos luz para que nuestros ojos se abran a la fe, a la esperanza y a la caridad.

Señor, ábreme mis ojos siempre
a tu personas, al bien, al amor, a Dios.

¡Qué pena que en nuestro mundo,
en nuestros países ricos tan cultos, tan avanzados, tan tecnificados,
tan progresistas… muchas personas no sepan que Tú eres la luz del mundo! ¿No será que cautivados, embelesados por la técnica, por la ciencia,
por el progreso, por las cosas… muchos de los nuestros
se han convertidos en los ciegos de hoy?

Un grupo de hombres colombianos ayer me decían: no comprendemos lo que sucede aquí en Europa. Resulta que nosotros los pobres, los que hemos sido evangelizados por los europeos ahora somos
los que creemos,
los que tenemos fe en Dios y en Jesús y los de aquí reniegan de Dios
y a veces, incluso, lo maldicen. Algunos dicen que si Dios existiera no tendrían penas.
Todo son excusas.
No lo comprendemos.

¿Participo, yo también,
de la ceguera de este mundo?

¡Qué curioso contraste!
el que es ciego es el que te reconoce
y profesa fe en tu persona:
creo Señor que Tú eres el Hijo del Hombre, “jamás se oyó decir que nadie abriera los ojos a un ciego de nacimiento si este no viniera de Dios”

Y los que creían que veían,
los que parecía que lo sabían todo,
los entendidos, los conocedores
de la religión…
están ciegos y no saben reconocerte: “No sabemos de donde viene” “sabemos que este hombre es un pecador”

Señor, Jesús
haz de nuevo barro con tu saliva, unta mis ojos con ese fango
para que vea, para que sepa dar razón de tu persona,
para que no me desanime de mis fallos, ni de las limitaciones y fragilidades
de la Iglesia.
Unta mis ojos de tu barro
para que sepa descubrir los caminos por los que quieres
conducir a tus comunidades de seguidores. Unta mis ojos de tu barro
para construya comunidad, paz, esperanza…

Que no sea, Señor Jesús,
como los fariseos que rodean al ciego
y a sus padres.
Todos ellos viendo no ven,
no saben escuchar el testimonio del ciego de nacimiento.
Empecinados, afincados en el pasado
no saben descubrir la luz de Dios
que se abre camino en medio de los pobres.

Que nosotros no permanezcamos encallados, inmóviles en el pasado, Señor, y que sepamos reconocer
tu presencia en la novedad de tu persona.

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