14 marzo 2017

III Domingo Cuaresma: Moniciones de Entrada

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(A)
Hay un lenguaje que entendemos todos porque todos sabemos algo de cansancio, soledad, sed de felicidad, miedo, tristeza o enfermedad grave.
Quizás muchos de quienes estamos aquí, vivimos sin conocer nuestra sed de algo más profundo que lo simplemente material, y sin habernos atrevido a hablar con un Dios que nos pide agua y a través de su sed, descubrirnos que Él nos puede dar una fuente inagotable de agua viva.
Hemos venido para celebrar la Eucaristía, ojalá que no salgamos sin escuchar, en lo más profundo de nuestro ser, esas palabras que Jesús nos dirige hoy: “Si conocieras el don de Dios…”

(B)
Quizás, muchos de nosotros, vivimos sin haber saboreado a Dios; sin conocer lo que es encontrarse a gusto con Él.
Si nos paramos a pensar un poco, veremos que andamos sedientos de ternura; tenemos verdadera sed de salir de la soledad.
Hemos venido para celebrar la Eucaristía, ojalá que no salgamos sin escuchar, en lo más profundo de nuestro ser, esas palabras que Jesús nos dirige hoy: “Si conocieras el don de Dios…”

(C)
Nos encontramos ya en el tercer domingo de Cuaresma; y desde el principio de la Cuaresma se nos está llamando, invitando, a la reflexión, al perdón, a la conversión.
Es decir, se nos está invitando a corregir el rumbo de nuestra vida para que sea una vida cristiana de verdad.
El acoger la Palabra de Dios y confiar en El, es el modo de conseguirlo. Porque Dios es capaz de hacer brotar agua de las piedras secas. El encuentro con Cristo hizo cambiar el rumbo de la mujer samaritana; como cambiaría la nuestra si nos dejamos encontrar con él.

(D)
Alguien se atrevió a proclamar que él podía calmar la sed de todos los hombres. Él conocía la sed de todos los hombres.
El agua que Jesús nos está ofreciendo es la participación en su Espíritu “Al que tenga sed, yo le daré del manantial del agua de la vida”-
Espíritu de alegría, de paz, de amor. Quien beba de este espíritu se inunda para siempre de dicha perfecta.
Y esto es lo que Jesús quiere para nosotros, que seamos felices. Y lo que nos dice es esto: si seguís mi camino, si buscáis lo mismo que yo, vuestra vida será como un torrente de agua en medio del desierto, como una fuente que todo lo convierte en verdor y fecundidad.
La Cuaresma nos llama a convertir nuestras vidas y a acercarnos a la vida del Evangelio de Jesús. Pero eso no es porque sí, o porque alguien nos lo mande. Sino, porque queremos ser felices, y sabemos que este es el camino de la felicidad.

(E)
Las personas humanas necesitamos agua, pan, vestido, medicinas, trabajo y cultura, y sobre todo queremos vivir.
Pero la sociedad, tal como está montada, no trata de satisfacer esas necesidades, sino las que son rentables, las que producen dinero.
El dinero sirve para comprar cosas y más cosas, y así sacarnos más dinero.
Si conseguimos una cosa, sentimos necesidad de otra. Queremos más y más y más. Y en realidad lo que necesitamos es “otra cosa”.
Dios nos promete hoy, como a la Samaritana, el agua viva, el don de su propia vida que sacia nuestras necesidades.
Vamos a pedírselo en esta Celebración.

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