17 marzo 2017

Alegrías procedentes de la montaña

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«Partid sin mapa para descubrirle, sabiendo que está por el camino y no a su término. No intentéis encontrarle con recetas originales, sino dejaos encontrar por él en la pobreza de una vida banal. La monotonía es una pobreza: aceptadla. No busquéis los bellos viajes imaginarios. Que las variedades del Reino de Dios os basten y os regocijen.     

Desinteresaos de vuestra vida, pues preocuparse por ella es una riqueza: entonces la vejez os hablará de nacimiento, y la muerte de resurrección. El tiempo os parecerá un pequeño repliegue en la inmensa eternidad; juzgaréis todas las cosas según sus huellas eternas. Si amáis de veras el Reino de los Cielos, os regocijaréis de que vuestra inteligencia se olvide de las cosas divinas e intentaréis creer mejor. Si vuestra oración se ve privada de emociones tiernas, sabréis que a Dios no se le alcanza con sensaciones. Si estáis sin demasiado ánimo, os alegraréis de ser aptos para la esperanza. Si la gente os parece aburrida y vuestro corazón desdichado, estaréis contentos de tener en vosotros la imperceptible caridad.
Cuando, empobrecidos del todo, lo único que podáis ver en el mundo sea una casa desvalijada, y en vosotros una indigencia sin fachada, pensad en esos ojos de sombra abiertos en el centro de vuestra alma, fijos en cosas inefables. Porque vuestro es el Reino de los Cielos».
                                                                                    Madeleine Delbrêl

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