25 noviembre 2016

I Domingo de Adviento: Viene y eso es algo grande

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Ha quedado atrás el Año de la Misericordia, aunque todos nuestros años han de ser fuente de misericordia, y el Señor llama a nuestra puerta. El Adviento, con su dosis de esperanza y de alegría, nos viene a decir que con Cristo vamos bien y que, a Cristo, hay que recibirlo con fe y con asombro. ¡Bienvenido sea el Adviento!
1.- ¿Cuál ha sido la maravilla de las maravillas de Dios? Ni más ni menos que procurar el nacimiento de Jesús. Será el intento más arriesgado de acercarse como Padre a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Su nacimiento debe de suponer para nosotros una buena dosis de alegría. Un deseo de cambiar a mejor (huyendo del simple sentimentalismo) al saber que, la venida del Señor, aporta ilusión en el sendero, conversión allá donde habita lo viejo y esperanza donde crecen las incertidumbres.
¡Cómo no dar gracias a Dios por el prodigio del nacimiento de Cristo! Hoy no podemos menos que abrir bien los ojos. No los debemos de cerrar. La esperanza nos hace mirar más allá de lo que las montañas esconden. La esperanza nos invita a soñar aun estando despiertos ¿Por qué? ¿En quién?

Tenemos que aprender a esperar porque, con la ayuda de Dios, todo puede mejorar: lo material y lo espiritual. Y tenemos que confiar porque, aunque algunos digan que sin la referencia a Dios, el mundo puede funcionar por sí mismo, comprobamos que –lejos de ser eso así- constantemente se nubla el universo de nuestro bienestar, de nuestra economía….y a veces hasta el de la misma supervivencia del ser humano.
2.- Y, para esperar, hay que estar vigilantes. La esperanza puede perderse cuando nos confiamos demasiado a sensaciones pasajeras en perjuicio de las auténticas, sanas y verdaderas.
¿Dios, cuando vuelva, encontrará cristianos dormidos o, por el contrario, fieles despiertos y siendo centinelas? ¿Dios, cuando regrese, encontrará a los creyentes mirando a la estrella o seducidos y adormecidos por el reclamo comercial o el afán publicitario?
Cada año resultan más “extraordinarios” (por su escasez) los mensajes religiosos que nos inciten a vivir la Navidad cristiana. ¿Dónde están los empresarios, comerciantes, músicos, políticos que –desde una óptica cristiana- propaguen un ambiente propicio, no contrario, al auténtico acontecimiento de la Navidad que es Cristo? ¿Son nuestras luces, también las que ponemos en nuestras casas, destellos cristianos o más de lo mismo?
Levantemos los ojos. El Señor viene y, eso, es algo grande. Vendrá en pequeñez. Muchos no se percatarán (aunque eso tampoco es algo nuevo) pero lo importante es que, los que anhelamos una estrella en el cielo preparemos bien nuestras vidas para que su llegada suponga algo nuevo. ¡Ven, Señor!

3.- QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
Así, cuando llegues y llames a mi puertaencuentres mi mente despierta,mi corazón inclinado totalmente a Timis pies sin haberse desviado de tu caminoy, mis manos, ¡ay mis manos!volcadas de lleno con las piedras de tu Reino.Sí, Señor;Que no me duerma y que, en la noche de mi vida,mantenga encendida la lámpara de mi feAbierta, sin temor alguno, la ventana de mi esperanzaConfiada, sin ninguna fisura, la grandeza de mi alma
QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
¡Son tantos los que desean verme adormecido!¡Son tantos los que insinúan que no vendrás!¡Son tantos los que se cansaron de esperar!Ayúdame, mi Señor, a ser persona con esperanzaa esperar, con la ilusión de un niño,el destello de la estrella de un eterno mañanala noche mágica y santa de una Navidad luminosael misterio, que sin comprenderlo,asombrará totalmente a mis ojosal ver tu humanidad y divinidad juntas.
QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
Y que, cuando mañana despierte,siga mirando, por el balcón, hacia el horizontesabiendo que, tarde o temprano, llegarásporque, pronto o tardíamente,cumplirás lo que has prometido: que vendrás.Amén.
Por Javier Leoz

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