MONICIÓN DE ENTRADA
Recibid, hermanos y hermanos nuestra más cordial bienvenida a esta eucaristía del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario. Hoy el Señor Jesús, con el relato de los diez leprosos, nos va a enseñar que debemos ser agradecidos. No es de cristianos –aunque ahora sea muy frecuente—la dureza de corazón, el egoísmo, la soberbia. Y si alguno de nosotros ve que, en el interior de su corazón, anidan esos sentimientos duros, pues apresurémonos para pedir a Dios Nuestro Señor que nos sane… Vivimos en un mundo cada vez más enfermo de insolidaridad, de egoísmo, de soledad y aislamiento. Por eso, hoy más que nunca deberíamos pedir a Jesús que nos cure de todo lo que nos aparta de los hermanos. Y señalar que el miércoles, día 12, celebraremos la Eucaristía de Nuestra Señora del Pilar.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- La primera lectura de hoy corresponde al Libro de Segundo de los Reyes, al capítulo quinto, y corresponde al bello episodio en que el profeta Eliseo convierte y cura de la lepra al magnate sirio Naamán. Ese hecho guarda relación director con el Evangelio de Lucas que se proclama hoy.
S.- Los salmos 96, 97, 98 tienen un contenido escatológico hacen referencia al final de los tiempos y hablan de la misericordia y grandeza de Dios. En este número 97 que vamos a cantar a continuación nos narra ese momento en que todas las naciones acudirán al Monte Santo para aclamar a Dios. Ese era para los judíos, contemporáneos de Jesús, el momento final de la historia. A nosotros, hoy, nos sirve para aclamar la grandeza de Dios y el amor por sus criaturas
2.- San Pablo escribe la Segunda Carta a Timoteo –que es nuestra segunda lectura de hoy—ya en prisión. Es la última carta escrita por el apóstol. Poco después llegaría su martirio. Y aunque se siente profundamente solo todavía intentar enseñar a su discípulo que la perseverancia –sin importar los duros trabajos y el sufrimiento—nos llevará a reinar con Cristo. Ese es su mensaje.
3.- El episodio de los diez leprosos, del capítulo 17 del Evangelio de San Lucas, nos indica claramente la dureza de corazón de los judíos de tiempo de Jesús. Solo uno de los curados de la lepra –terrible enfermedad—vuelve a dar gracias al Señor. El resto han preferido presentarse solamente a los sacerdotes y obtener su certificado de pureza. Ya podían vivir en la comunidad. Pero olvidan agradecer el favor recibido. ¡Que no seamos nosotros así!
Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
Esta vez es más larga la plegaria que don Javier Leoz, sacerdote navarro, nos ofrece para este momento final de nuestra Eucaristía. Escuchemos con atención:
¿QUÉ ME DAS, SEÑOR, A CAMBIO?
¿Me darás, tal vez, la Vida Eterna,
frente a esta efímera?
¿Tal vez tus palabras verdaderas
en contra de las falsas que me rodean?
¿Tal vez tu mano cuando otras me abandonan?
¡Necesito que me des tanto, Señor!
Tú presencia, cuando me encuentro huérfano
Tu luz, cuando la oscuridad eclipsa mi esperanza
Tu cielo, cuando sólo veo tierra y más tierra
Tus mandamientos, cuando construyo una vida a la carta
Tu respuesta, cuando ya nadie me escucha ni me responde
¡Dame, Señor, sobre todo tu persona!
Que temo no encontrarte en la dirección por donde busco
o, tal vez, hacerme un “dios” a mi medida
Que temo encontrarte demasiado rápido
sin cambiar mis días en poco o en nada
Que temo confundirte con otros señores
y disfrazarte de comodidad y de riqueza
de orgullo y de existencia del todo fácil
Ven a mi encuentro, Jesús,
y aléjame de todo aquello que me impide ser tu testigo
de todo aquello que me aleja de tu reino
de todo aquello que me confunde y me degrada
de todo aquello que, simplemente, no eres Tú.
Amén
Exhortación de despedida
Hay que salir felices del templo con la idea clara de que el Señor Jesús, no nos abandona y con amor hace crecer nuestra fe. Y eso es lo fundamental para seguir adelante en tiempos tan difíciles.
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