21 agosto 2016

Estar en las cosas del Padre

Alfredo María Pérez Oliver, cmf 
A los que llegan con su botijo a llenarlo con agua del pozo de Jacob, les recuerdo que estamos explicando la alegoría de la Fragua que imaginó el joven Claret para encauzar su conversión de joven cristiano disipado y atrapado por la afición a la industria textil. Lo ha decidido radicalmente. Deja todo para conseguir esa perla preciosa.

Los especialistas que han estructurado la alegoría de la Fragua en cuatro núcleos han sintetizado en dos palabras los cuatro pasos que designan la actitud espiritual que fue descubriendo Claret y que vivió con más intensidad en ciertos periodos de su caminar. Ya hemos explicado el primero: “Quid prodest” y voy  ya abriendo camino con los cantarillos anteriores para profundizar en el núcleo siguiente: “Patris mei” palabras finales de la respuesta que  Jesús adolescente da a sus padres que le buscan angustiados.

 
Nace en el seno de una familia.

Ninguna mente humana hubiera podido soñar e idear un camino de salvación como el plan puesto en marcha por la misericordia infinita de Dios. Llegó la plenitud de los tiempos, y como escribe San Pablo en la doxología final de la carta a los Romanos: ”Al Dios que ha revelado el misterio mantenido en secreto desde la eternidad, pero manifestado ahora por medio de las escrituras proféticas, según la disposición del Dios eterno, y dado a conocer a todas las naciones de modo que respondan a la fe; a este Dios, el único sabio, sea la gloria por siempre a través de Jesucristo. Amén”.
Y el secreto es: de tal manera amó Dios al mundo que envió a su Hijo. Le preparó con sabiduría infinita, una familia. Una Madre Virgen y llena de Gracia y un padre protector que acepta plenamente los designios de Dios. En el seno de esa familia formada por María y José nace el Verbo del Padre. Y en el seno de esa familia crece el niño Jesús en edad, sabiduría  y gracia.
Creo que podría decir a sus padres, algo parecido a la carta que San Juan XXIII escribió a lo suyos, cuando cumplió cincuenta años: “Queridos padres: Hoy tengo ya cincuenta años. El Señor ha tenido la bondad de concederme numerosas responsabilidades en la Iglesia; me ha hecho conocer muchos países, leer muchos libros, pero en ninguna escuela he aprendido tanto como cuando estaba sentado en vuestras rodillas, o de rodillas con vosotros.”
No hace falta mucha imaginación para contemplar al niño Jesús en las rodillas de María y de José. Aprender las primeras palabras, aprender a rezar salmos, dar satisfacción a sus primeras curiosidades: Immah (mamá). Abbá (papá) “, y esto ¿por qué? Y esta cosa ¿para que sirve? La edad de los por qués.
Un salto inesperado
Es la primera Pascua que asiste Jesús al cumplir los doce años. “subieron a la fiesta según costumbre…al terminar,  el niño Jesús se quedó en Jerusalén  sin saberlo sus padres. La vuelta angustiada al no encontrarlo en la caravana…Luego de tres días lo encuentran en el templo sentado en medio de los doctores de la ley.  “Al verlo se quedaron desconcertados y su madre le dijo:
-Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas ( variadas traducciones: asuntos, casa, en la esfera, en el terreno) de mi Padre (Patris mei)” (Cf, Luc.2,41-52).

Las explicaciones son múltiples. Pero sin más complicaciones parece evidente, la prisa que tiene en hacer más conscientes a sus padres de que su misión es la realidad nueva, según la voluntad del Padre. El Reino que viene a  anunciar, forma una nueva familia…”el que escucha la palabra de Dios y la cumple es  mi hermano, mi madre…” La Virgen María su madre, es más madre porque como nadie cumple la voluntad de Dios, que por haberlo llevado en su seno.
 
Exprimir el texto casi palabra por palabra

Subieron a la fiesta según costumbre.  Esta costumbre se derivaba de la ley: “Tres veces al año irán todos los varones en peregrinación al lugar que el Señor elija: por la fiesta de los ázimos, por la fiesta de las semanas y por la fiesta de las chozas”(Dt.16,16).En la práctica iban también las mujeres.
Esta costumbre constituye el marco del acontecimiento que comentamos. Por eso le doy la importancia que merece. A lo largo de la historia  se puede reconocer la importancia de las leyes y costumbres familiares, sociales, religiosas. Alguien ha dicho que somos seres de segunda mano. El lugar, las situaciones, las enseñanzas que hemos recibido, las costumbres que hemos vivido… nos han hecho personas. Somos un ser en relación. Sin ella no hubiéramos tenido conciencia de nuestro ser personal. Son casos históricos el de la niña sordomuda y ciega Ellen Keller. Reaccionaba en todo como un animalito sin domesticar, hasta que -por fin- encontró una institutriz que logró relacionarse a través del tacto. Y el animalito se convirtió en una persona culta y educada. Algo parecido sucedió con el pequeño salvaje, cazado en un bosque de Francia. Ambos casos llevados a la pantalla.
Las costumbres influyen en nuestro crecer como personas. Vivimos hoy una situación asombrosa de la que debemos ser conscientes. Estamos inmersos más que una época de cambios, en un cambio de época. Caracterizada por cambios de costumbres, pero sobre todo por la aceleración de lo cambio. Y el shock que produce la incapacidad  de encajarlos, pues el esfuerzo para asimilar un cambio es inútil porque ese valor, o antivalor, ya ha sido sustituido por otro. Los psiquiatras tienen trabajo seguro.
La acertada intervención del Cardenal Tabera en el concilio Vaticano II, respecto de la Vida Consagrada, es válida para toda la sociedad. El borrador del decreto para la renovación de la Vida Consagrada, presentaba la exigencia de renovación fundamentada:
1º.- El seguimientote Cristo tal como se propone en el Evangelio que es la norma suprema.
2º.- Las intenciones de los Fundadores. Su espíritu y propósitos.
3º.- Lasa venerables tradiciones.
4º.- La adaptación a las cambiadas condiciones de los tiempos.

El eminente jurista claretiano intervino para advertir que la palabra “venerable” era ambigua, ya que podía entenderse como antigua. Y propuso un “modo”. “Cambiar venerables por sanas tradiciones”. Fue totalmente aceptado por los Padres conciliares”. Y así queda en el decreto “Perfectae Caritatis.2”
Con este cambio se posibilitó que costumbres que en un tiempo pudieron ser válidas, ya eran obsoletas y por tanto era necesario abolirlas. Con gracia alguien dijo que Jesús nunca dijo: “Yo soy la costumbre”. Lo que dijo rotundamente: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
El cantarillo protesta que ya  no cabe más y rebosa. Y todavía hay abundante agua de esa corriente que ha llenado el pozo. Ahí en el fondo se conservará el agua fresca y límpida para llenar el cantarillo siguiente.

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