«Señor, enséñame a envejecer como cristiano.
Convénceme de que no son injustos conmigo
los que me quitan responsabilidad;
los que ya no piden mi opinión;
los que llaman a otro para que ocupe mi puesto.
Quítame el orgullo de mi experiencia pasada
y el sentimiento de sentirme indispensable.
Pero ayúdame, Señor, para que siga siendo útil a los demás, contribuyendo con
mi alegría
al entusiasmo de los que ahora tienen responsabilidades
y aceptando mi salida de los campos de actividad,
como acepto con naturalidad sencilla la puesta del sol.
Finalmente te doy gracias, pues en esta hora tranquila
caigo en cuenta de lo mucho que me has amado.
Concédeme que mire con gratitud hacia el destino feliz
que me tienes preparado.
¡Señor, ayúdame a envejecer así!»
José
Laguna
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