Tomado del Periódico La Nación de Argentina.
"Demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, porque, incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y la de los demás", expresó el pontífice en una visita fugaz a la ciudad del patrono del que tomó su nombre
ROMA.- "El mundo necesita perdón, demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban odio". En una visita relámpago a Asís, la ciudad del patrono de Italia del que tomó su nombre -san Francisco de Asís-, el papa Francisco volvió a hacer hoy un fuerte llamado a la misericordia y recordó que "el perdón de Dios no tiene límites".
El Papa habló así después de rezar en silencio 13 minutos en la Porciúncula, la pequeña capilla que San Francisco restauró hace 800 años -que hoy se encuentra adentro de la Basílica de Santa María de los Ángeles de la ciudad de la región de Umbria, en el centro de Italia-. Como había hecho la semana pasada en el campo de concentración de Auschwitz, en este lugar el Papa, sentado en una silla, oró concentrado, en silencio, más allá de las cámaras y las personas presentes.
La historia cuenta que San Francisco de Asís restauró la Porciúncula después de haber tenido una visión mística en la cercana iglesia de San Damián, donde había escuchado una voz que desde el crucifijo le decía: "Francisco, Francisco, ve y repara mi casa". El santo de los pobres entendió entonces que se trataba de la Porciúncula y la arregló. El lugar se convirtió luego en la cuna del orden franciscano y el Papa argentino quiso visitarlo -por segunda vez en su pontificado- para recordar el 800 aniversario del "perdón de Asís", es decir, cuando el papa Honorio III concedió, en 1216, la indulgencia a los fieles que visitaban el templo, a instancias de San Francisco. Aún hoy, todos los años, desde el mediodía del 1° de agosto hasta la medianoche del 2 de agosto, los fieles pueden obtener allí la indulgencia plenaria.
Francisco, primer Papa que se atreve a llamar como el Santo de Asís -hijo de un rico mercader que se despojó de todo para estar del lado del pobres-, se trasladó desde el Vaticano hasta Asís en helicóptero a primera hora de la tarde. La visita, de tres horas, estuvo marcada por medidas de seguridad imponentes -debido al alerta por posibles atentados de raigambre extremista- y temperaturas de más de 30 grados.
Después de rezar largo rato en la Porciúncula, el ex arzobispo de Buenos Aires pronunció una meditación sobre un pasaje del Evangelio de Mateo. Esta comenzó con una citación de una frase dicha por Francisco: "Quiero enviarlos a todos al paraíso». Francisco explicó luego que la vía maestra para el paraíso "es ciertamente la del perdón, que se debe recorrer para lograr ese puesto en el paraíso". Pero "¡es difícil perdonar! ¡Cuánto nos cuesta a nosotros perdonar a los demás!", reconoció, saliéndose del texto preparado. "Y aquí, en la Porciúncula, todo habla de perdón. ¿Por qué debemos perdonar a una persona que nos ha hecho mal? Porque nosotros somos los primeros que hemos sido perdonados, e infinitamente más. Como Dios nos perdona, así también nosotros debemos perdonar a quien nos hace mal. Exactamente como en la oración que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro", indicó.
"Sabemos bien que estamos llenos de defectos y recaemos frecuentemente en los mismos pecados. Sin embargo, Dios no se cansa de ofrecer siempre su perdón cada vez que se lo pedimos. Es un perdón pleno, total, con el que nos da la certeza de que, aun cuando podemos recaer en los mismos pecados, él tiene piedad de nosotros y no deja de amarnos. Dios se apiada, prueba un sentimiento de piedad junto con el de la ternura: es una expresión para indicar su misericordia para con nosotros", dijo. "El perdón de Dios no conoce límites; va más allá de nuestra imaginación y alcanza a quien reconoce, en el íntimo del corazón, haberse equivocado y quiere volver a él. Dios mira el corazón que pide ser perdonado", insistió.
El Papa aseguró asimismo que el perdón del que hablaba san Francisco de Asís se ha hecho "canal" en la Porciúncula, "y continúa a «generar paraíso» todavía después de ocho siglos". "En este Año Santo de la Misericordia, es todavía más evidente cómo la vía del perdón puede renovar verdaderamente la Iglesia y el mundo", agregó.
"Ofrecer el testimonio de la misericordia en el mundo de hoy es una tarea que ninguno de nosotros puede rehuir. El mundo necesita el perdón; demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, porque, incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y la de los demás, en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y de la paz", afirmó. "Pedimos a san Francisco que interceda por nosotros, para que jamás renunciemos a ser signos humildes de perdón e instrumentos de misericordia", pidió.
Acto seguido, fuera de programa, exhortó a los obispos y sacerdotes presentes en la basílica a ir a los confesionarios para ponerse a disposición del sacramento de la reconciliación, del perdón. Dando el ejemplo, él mismo se quedó en un confesionario durante una hora, confesando a 19 personas: un fraile franciscano, dos sacerdotes, 4 scouts, una señora en silla de ruedas y 11 voluntarios del servicio de la basílica.
Después de saludar a algunos religiosos enfermos, antes de regresar en helicóptero al Vaticano, ante la multitud congregada frente a la Basílica, que lo vivaba, el Papa volvió a reiterar el mismo mensaje: "No se olviden, hay que perdonar siempre... Perdonar desde el corazón... Si nosotros sabemos perdonar, el Señor nos perdona. Todos necesitamos ser perdonados". "¿Hay alguien entre ustedes que no necesita ser perdonado? Que levante la mano", bromeó. "Todos los necesitamos", dijo una vez más, despidiéndose, finalmente, con su clásico "por favor, no se olviden de rezar por mí".
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