08 agosto 2016

Domingo 14 de agosto: Homilías

1.- PREDICAR LOS VALORES DEL EVANGELIO, AUNQUE ESTO NOS CREE PROBLEMAS Y CONFLICTOS

Por Gabriel González del Estal

1.- ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? Pues no, sino división. Para entender bien un texto siempre fue necesario leerlo en su contexto. En todo el capítulo 12 del evangelio según san Lucas Jesús les dice a sus discípulos que vivan alerta y vigilantes, para que cuando llegue el Señor los encuentre en vela. Vivir alerta y vigilantes supone vivir siempre atentos a la voluntad de Dios, para cumplirla. Lo primero es predicar y vivir el reino de Dios, todo lo demás es secundario. Pero, naturalmente, el predicar y el vivir el reino de Dios nos pone casi siempre en contra de los que predican y viven valores contrarios a la buena nueva, al evangelio, al reino de Dios. En estos casos, se nos dice en el relato evangélico de hoy, tenemos que elegir no la paz con los que predican valores contrarios al evangelio, sino la división. Aunque sean personas de nuestra propia familia, o de nuestros amigos, los que están en contra de nosotros. Lo primero, insistimos, es seguir a Jesús, buscar el reino de Dios, todo lo demás, se nos dice, se nos dará por añadidura. Bien, yo creo que la idea es clara, aunque compleja, lo importante ahora para nosotros es que sepamos llevarla a la práctica en el momento actual en el que vivimos nosotros. Los valores que se predican y se viven en el mundo actual en el que nosotros vivimos son, por lo menos, tan contrarios al evangelio de Jesús, como lo fueron en los tiempos en los que Jesús predicaba. No podemos ser tan ingenuos para pensar que a nosotros nos va a resultar fácil, o complaciente, predicar hoy los valores del evangelio. Ni frente a las autoridades civiles, ni frente a las autoridades religiosas, ni frente a la sociedad en general. Si queremos, pues, ser fieles al evangelio, preparémonos para vivir en división, en lucha, aunque esto también a nosotros nos cree problemas y conflictos. Así vivió Cristo, nuestro Maestro y así vivían las primeras comunidades cristianas, cuando fue escrito este evangelio.


2.- Muera ese Jeremías… Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia. El profeta Jeremías es también un profeta que sufrió, como Jesús, muchas persecuciones y afrentas por predicar la verdad que Dios le mandaba predicar. Los príncipes del pueblo judío querían hacer la guerra a Babilonia y el profeta Jeremías les decía que eso era una locura y que sería el pueblo el que iba a sufrir unas consecuencias terribles, porque iba a ser exterminado por los ejércitos babilónicos. No sólo no le hicieron caso, sino que intentaron matar al mensajero, como acabamos de leer en esta lectura. Las consecuencias de no obedecer al profeta fueron terribles: la muerte y el destierro de gran parte del pueblo judío. El ejemplo del profeta Jeremías debe servirnos a nosotros para saber que debemos predicar la verdad de Dios siempre, aunque nuestra predicación vaya a contracorriente de la cultura en que vivimos. Decir la verdad a los que no quieren oírla, ni escucharla, casi siempre crea problemas. Pero si los cristianos queremos ser fieles a la verdad y al evangelio de Jesús debemos preferir sufrir persecución, o desprecio, antes que callarnos, o seguir opiniones que sabemos que van contra nuestras creencias y nuestra fe.

3.- Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado. Estas últimas palabras de la Carta a los Hebreos son claras y contundentes: Cristo murió por luchar contra el pecado del mundo, nosotros debemos estar dispuestos a llegar hasta el martirio, antes que sucumbir a la tentación y al pecado. Es la misma idea que venimos repitiendo en los dos puntos anteriores: vivir en la verdad del evangelio, aunque nos vaya la vida en ello. Normalmente, a la mayor parte de nosotros no se nos exige un martirio cruento, llegar a la sangre, por defender nuestra fe, pero no debemos rechazar el sufrimiento de cada día para vivir nuestra fe con valentía e integridad. Sin violencia, por supuesto, pero con ánimo y fortaleza cristianas, siempre.

2.- LA CONSTANCIA EN LA FE

Por José María Martín OSA

1.- Perseguido por ser consecuente. La vida de Jeremías es toda una tragedia: ama apasionadamente a su pueblo y desea para todos lo mejor, pero tiene que anunciarles lo peor. Sin embargo, Jeremías cumple su misión y anuncia a todos la amarga verdad que le ha sido revelada. Esto le acarrea la persecución de sus paisanos. Sedecías, puesto en el trono por Nabucodonosor, es un rey débil e incapaz de hacerse respetar, entregado a la voluntad de los caciques, y mal aconsejado. El profeta padece en silencio, sin rechistar. Pero con su fidelidad hasta la muerte a la palabra de Dios y la aceptación de su destino, da una lección a todo el pueblo. Israel debería someterse a la voluntad de Dios y aceptar la rendición y hasta el exilio para evitar males mayores. Pero no es eso lo que hace, sino que busca aliados a cualquier precio para alzarse contra Babilonia. Jeremías propone una política que juzga más realista en aquellas circunstancias: confiar en Dios y no en los aliados, aceptar lo inevitable y mantener viva la esperanza hasta que vengan tiempos mejores.

2.- Mantener la fe en las dificultades. La constancia en el combate o en la prueba es una de las cualidades del atleta, imagen frecuente en el Nuevo Testamento. El proceso en el que el creyente está implicado tiene su raíz y su cumplimiento en el mismo Jesús. No es una lucha en solitario, sino motivada y concluida por el espíritu del primero que se lanzó a esta dura batalla. Con Jesús se lanza el creyente al más formidable proceso de liberación que haya existido: llevar a todos y a todo hasta la plenitud. El cristiano sigue los pasos marcados por Jesús y sabe que el hombre es el mejor y único camino para llegar a Dios. Tal vez hay aquí una alusión a lo que puede suponer el martirio en el camino de la fe. Sabemos que la comunidad primitiva amasó su fe con la sangre de los mártires. El autor anima a sus lectores a mantener en la fe en un ambiente de oposición que, por lo demás, ya el mismo Jesús experimentó desde el comienzo de su vida. La prueba acompaña siempre al verdadero creyente, como vemos también en la primera lectura. Hoy muchos cristianos son perseguidos y derraman su sangre por Cristo. En otros lugares nuestra fe es objeto de burla. Hoy más que nunca tenemos que ser constantes en el seguimiento de Cristo.

3.- Fuego de amor. El Señor manifiesta a sus discípulos el celo apostólico que le consume: “He venido a traer fuego a la tierra, y ¿qué quiero sino que yo arda?” San Agustín, comentando este pasaje del Evangelio, enseña: “los hombres que creyeron en Él comenzaron a arder, recibieron la llama de la caridad. Inflamados por el fuego del Espíritu Santo, comenzaron a ir por el mundo y a inflamar a su vez...” Somos nosotros quienes hemos de ir ahora por el mundo con ese fuego de amor y de paz que encienda a otros en el amor a Dios y purifique sus corazones. Hoy es un buen día para considerar en nuestra oración si nosotros propagamos a nuestro alrededor el fuego del amor de Dios. El testimonio del evangelio en medio del mundo se propaga como un incendio. Cada cristiano que viva su fe se convierte en un punto de ignición en medio de los suyos, en el lugar de trabajo, entre sus amigos y conocidos...El evangelio no nos debe dejar indiferentes, transforma nuestra vida. Es esta la violencia interior de la que habla el evangelio de hoy, porque altera nuestra vida acomodada. Puede que seamos incomprendidos y rechazados. Pero el amor a Dios ha de llenar nuestro corazón: entonces nos compadeceremos de todos aquellos que andan alejados del Señor y procuraremos ponernos a su lado para que conozcan al Maestro. Cada encuentro con el Señor lleva esa alegría y a la necesidad de comunicar a los demás ese tesoro. Así propagaremos un incendio de paz y de amor que nadie podrá detener.

3.- ¡Y OJALÁ ESTUVIERA YA ARDIENDO!

Por Antonio García-Moreno

1.- FIELES A LA DOCTRINA. "En aquellos días, los príncipes dijeron al rey: Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad " (Jr 38, 4). El profeta proclama con audacia el mensaje que Dios ha puesto en sus labios. Son palabras que maldicen, que hieren. Palabras que anuncian la verdad, palabras que no sonaban bien a los oídos del pueblo, palabras que exigían fidelidad heroica a Dios, palabras que no admitían arreglos ni componendas.            Por eso le atacan con audacia y con rabia, le acosan sin piedad, le acorralan como jauría de perros hambrientos. Le calumnian, mienten sin pudor. Intentan ahogar su voz, taparle la boca, reducirlo violentamente al silencio. Y casi llegan a conseguirlo.

Hoy también sucede lo mismo. Hay voces que caen mal, palabras que no se conforman con las tendencias hedonistas del momento. Profetas que hablan en nombre de Dios, que transmiten el mensaje divino hecho de renuncias a las malas inclinaciones, profetas que condenan con claridad y valentía la cómoda postura de los que quieren facilitar el áspero camino que conduce a la Vida, los que quieren ensanchar la estrecha senda que marcó Cristo con su vida y con sus palabras. Y también hoy se trata de tapar la boca al profeta, se intenta que sus palabras se pierdan en el silencio.

"Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Melquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas" (Jr 38, 6). En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo. Había sombras densas en el fondo de la cisterna, olor nauseabundo de aguas podridas, barro sucio y luctuoso que pringaba. El profeta está pagando el precio de su audacia, de su atrevimiento en decir la verdad de Dios sin paliativos ni tapujos. No importa la persecución, no importa el no caer bien, el desprecio o la sonrisa burlona. No importa el juicio desfavorable, el ser llamado con los peores apelativos del momento. El verdadero profeta es fiel hasta los peores extremos, hasta la renuncia más dura que darse pueda. Fidelidad a la doctrina católica. Fidelidad a lo que es depósito de la revelación divina, a ese conjunto de verdades que, partiendo del mismo Cristo, ha venido enseñando y defendiendo el Magisterio auténtico de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica y Apostólica. Hay que afrontar con gallardía el momento difícil que atravesamos, hay que defender la verdad, la santa doctrina. Cueste lo que cueste, digan lo que digan, duela a quien duela.

2.- EL FUEGO DE DIOS. "He venido a prender fuego en el mundo..." (Lc 12, 49). En ocasiones se puede pensar que el Evangelio es un libro sin aristas, y que las palabras de Jesús fueron siempre suaves y dulces. Sin embargo, no es así. Muchas veces, más de las que creemos, el tono de las intervenciones de Cristo se carga de energía y poderío, las suyas son palabras ardientes y penetrantes, estridentes casi. Por eso pensar que el Evangelio es un libro irenista, o de consenso, es un error de grueso calibre. No, el Evangelio no contiene una doctrina acomodaticia ni fácil, no es tranquilizadora para el hombre, no es el opio del pueblo como decía uno de los santones del comunismo. En el pasaje de esta dominica oímos a Jesús que dice haber traído fuego a la tierra para incendiar al mundo entero. ¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!, añade con fuerza. Sí, sus palabras son brasas incandescentes, fuego que devora y purifica, que enardece y enciende a los hombres que lo escuchan sin prejuicios, que ilumina las más oscuras sombras y calienta los rincones más fríos del alma humana. El Evangelio es, sin duda, una doctrina revolucionaria, la enseñanza más atrevida y audaz que jamás se haya predicado. La palabra de Cristo es la fuerza que puede transformar más hondamente al hombre, la energía más poderosa para hacer del mundo algo distinto y formidable.

Nuestro Señor Jesucristo ha prendido el fuego divino, ha iniciado un incendio de siglos, ha quemado de una forma u otra todas las páginas de la historia, desde su nacimiento hasta nuestros días, y hasta siempre, Es verdad que en ocasiones nosotros, los cristianos, ocultamos con nuestro egoísmo y comodidad, con nuestras pasiones y torpezas, la antorcha encendida que Él nos puso en las manos el día de nuestro bautismo. Pero el fuego sigue vivo y hay, gracias a Dios, quienes levantan con valentía el fuego de Dios, el fuego del amor y de la justicia, el fuego de la generosidad y el desinterés, el fuego de una vida casta y abnegada, el fuego de la verdad que no admite componendas. ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz?, nos pregunta Jesús también a nosotros. Quizá tendríamos que responderle que sí, que pensamos que su mensaje es algo muy bello pero algo descabellado y teórico, un mensaje de amor mutuo que se reduce a buenas palabras, que es compatible con una vida aburguesada y comodona. Si eso pensamos, o si vivimos como si eso fuera el Evangelio, estamos totalmente equivocados, hemos convertido en una burda caricatura el rostro de Jesucristo, hemos apagado en lugar de avivarlo el fuego de Dios. Vamos a rectificar, vamos de nuevo a prender nuestros corazones y nuestros entendimientos en ese celo encendido, varonil y recio, que consumía el espíritu del Señor.

4.- CONTRACORRIENTE

Por Javier Leoz

Optar por el reino de Dios no es una cosa cualquiera. Nos hemos habituado, de tal manera, a vestir el manto de la religiosidad que, sin darnos cuenta, ¿no habremos perdido un poco el espíritu y el encanto de persuasión evangelizadora?

Porque, creer en Jesús, es mucho más que decir “soy católico” y, a continuación, vivir como si no lo fuera. Y, desgraciadamente, surgen dudas, miles de excusas.

Pero, el fuego del cual nos habla Jesús, la división de la cual habla el Señor, es aquella que viene como consecuencia de un compromiso firme y real por el evangelio. Para ello, y es bueno recordarlo una vez más, es necesario un encuentro personal con Jesús. A veces ¿no os parece que decimos estar inmersos en la iglesia, ser cristianos pero… nos falta una experiencia profunda de fe?

1.- El fuego, la división de la cual nos habla Jesús, viene cuando nos posicionamos en el lado de la fe. Cuando el anuncio de la Buena Noticia significa para nosotros mucho más que la repetición de unos ritos.

Por poner un ejemplo. Actualmente, en la coyuntura de la vida social y política de España, comprobamos como “el tema religioso” levanta ampollas. Como hay un intento de aparcarlo a un lado porque según dicen “la fe pertenece al ámbito de lo privado”. Mientras que, otros, mantenemos que la fe se demuestra y se vive en el camino de la vida. Sin imposiciones pero con un objetivo: teñir todo el conglomerado con esa gran escuela de valores humanos y divinos que están dispersos a lo largo de todo el evangelio.

Lógico, pues, que esto no deje indiferente a nadie; a unos, porque no les gusta y les parece “poco moderno” y a otros, porque nos parece injusto el trato que recibe la iglesia o cualquier aspecto relativo a la religión.

Por ello mismo, la dulzura de la fe (simbolizada por ejemplo en el Corazón de Jesús) dista mucho de la proclamación y de la reflexión del evangelio de este día. Pero, es que el fuego del cual nos habla Jesús, es el mismo que ardió en el corazón de Cristo: el fuego del Espíritu.

2.- La fe, cuando se vive radicalmente, crea estos contrastes: adhesión e indiferencia; aplausos y reproches; caminos abiertos y dificultades; reconocimiento y martirios. Sí, amigos, es la realidad. Una fe, llevada a feliz término, no significa vivir la fe felizmente. Entre otras cosas porque estaríamos traicionando el espíritu evangélico. Por eso, cuando a la iglesia se le ataca de que divide, de que no se deja domesticar, de que no está a la altura de los tiempos…habría que responder con el evangelio en mano: “no he venido a traer paz sino división, y ojala estuviera el mundo ardiendo”. Ardiendo, por supuesto, por el fuego de la justicia, de la paz, del amor de Dios, de la fraternidad, del perdón, del bienestar general y no particular.

3.- ¿Qué nos asusta el conflicto y la división? Puede que sí. Pero el reinado de Dios no se instaura sin oposición. El reino de Dios tiene mucho que ver y mucho que denunciar dentro de las estructuras del mundo; de la injusticia; de la pobreza; de la paz o de la guerra; del hambre o del confort; de la vida o de las muertes;

Y, por ello mismo, porque hay muchos intereses creados, siempre padeceremos las divisiones, las presiones para que “esa opción por el reino de Dios” sea mucho más suave y más descafeinada.

Es bueno recordar la división que, Jesús, creó en los primeros cristianos. Hasta el mismo San Francisco de Asís tuvo que luchar en contra de su propio padre.

Nuestra situación es muy distinta. Yo diría que escandalosamente distinta. Quisiéramos una religión sin conflictos; una predicación sin contrarréplica; una evangelización sin escollos; un sacerdocio sin cruz; una iglesia sin martirologio.

Pidamos al Señor, en este domingo, que no seamos tan prudentes ni tan cobardes a la hora de presentar su mensaje.

¿Quieres saber si has predicado bien el evangelio? Preguntaba un gran santo a su discípulo. Si la gente sale de la iglesia alabándote o indiferente, es que el Señor no ha hablado.

4.- PASIÓN POR EL REINO ENAMORADO

Tú te has  acercado,

has soplado  sobre los rescoldos

de mi corazón,

y luz,  calor, fuego y vida

han surgido  gratis

inundando  todo mi ser.

Derribaré  cuanto se interponga

entre  nosotros:

mis miedos,  mis apegos, mis trampas,

mis  seguridades, mis murallas,

mis pecados,  mis conciertos,

mi  insensatez...

y hasta mis pensamientos  sobre ti.

Te dejaré  entrar

hasta las  alcobas más íntimas.

No te  retendré en el umbral.

Despojado de  todo,

excepto de  mi deseo por ti,

te esperaré  despierto,

arado,

desnudo,

limpio,

enamorado...

Sólo quiero  la brisa de tu presencia

y el abrazo de  tu amor.

5.- DE LA PARADOJA A LA GUERRA

Por Ángel Gómez Escorial

1. - Hay en la enseñanza de Jesús una continua tendencia a la paradoja. En un momento dice que es manso, pacífico y humilde y que su yugo –su cruz—es suave y ligero. Pero ahora –consignada en la lectura de este domingo vigésimo del Tiempo Ordinario—afirma que no ha venido al mundo al traer la paz, sino la división. El uso de la paradoja –patrimonio también de la espiritualidad de Oriente—ayuda reflexionar más, a no quedarse en la superficie. Una parte muy importante del Reino de Jesús está en el pensamiento, en la capacidad de discernimiento del hombre. No es posible quedarse, respecto a Cristo, en la superficie o en la aceptación no reflexiva de lo que los demás dicen del Él.

2. -Y luego está la "guerra" anunciada por Cristo en la que, incluso, parece que ni siquiera la familia se va a encontrar desprovista de división. En las palabras de Cristo que leemos hoy había –sin duda—referencias a lo que ya iba a ocurrir en su tiempo. La Redención no iba a ser, en la Palestina de entonces, pacífica. Los planteamientos liberalizadores y santificadores de Jesús van a tropezar fuertemente con el fariseísmo generalizado, que había convertido la relación con Dios en un asunto casi estrictamente jurídico. Las posiciones muy estructuradas del "establishment" judío tenían que impedir cualquier cambio. Pero Jesús tampoco podía transigir con esa locura humana que había convertido al Dios Padre --al Abba de sus oraciones-- en una especie de enrevesado código penal. El dominio del mal --y del Maligno-- iba a impedir la redención pacifica entonces y aplazar su consecución al final de los tiempos.

3. - La lucha continúa. Es fácil aproximar o mezclar las motivaciones políticas en el quehacer religioso. Los intentos de "absorción" e instrumentación de la religión son permanentes. La Iglesia Católica también ha caído en ese problema. Aunque está dotada de una fuerte personalidad de independencia frente al poder temporal y su camino de purificación sea constante a través de la historia. Muchos somos testigos, de mayor o menor importancia, de lo que ha sido el Concilio Vaticano II y como esa acción comunitaria de toda la Iglesia abre unos caminos de purificación evidente. La sociedad civil –o política—no ha reaccionado de la misma manera y también hemos conocido el intento de instrumentación –de derecha a izquierda—contemporáneo que va desde el llamado nacionalcatolicismo hasta la infiltración del marxismo leninismo –en algunos casos con dependencia orgánica de Estados comunistas—en la llamada Teología de la Liberación. Es obvio que la cercanía a cualquiera de esas dos posiciones iba a traer guerra. ¡Y tanto que la trajo!

4. - Sobrecoge la alusión de Cristo a la "guerra familiar". Pero existe. Los fenómenos de división que hemos encontrado en la sociedad también van a aparecer en el seno de la familia. La familia –pieza fundamental de la convivencia humana—también impone a veces reglas que están en contradicción con la doctrina de Jesús. Todavía en muchas partes de la Tierra, el conglomerado familiar se utiliza como sistema, casi imbatible, de opresión política y económica. Y oponerse a esos dictados de los clanes puede traer más problemas que las acciones realizadas en el contexto más amplio de toda una sociedad.

5. - Tampoco hay que descartar la guerra interna. Nuestra alma puede ser un escenario cercano a un campo de batalla, cuando Cristo quiere llevarnos a su camino. En toda conversión hay una lucha fuerte interna que, a veces, parece inaguantable. Cristo libera interiormente. La búsqueda constante de la verdad nos hace más objetivos. La auténtica sintonía con Jesús no es --para nada-- una alienación. Bien al contrario. Porque desaparece el uso de la mentira –respecto a nosotros mismos y a los demás—y porque se añade un principio de objetividad a la hora de examinar nuestras conductas. Los intentos autojustificatorios y culpabilizantes de los otros, desaparecen. Pero hasta que se llega a eso hay que luchas y, por supuesto, hay división interna.

6. -Y tras la lucha llega la paz, tal como después de la tempestad arriba la calma. El Señor Jesús nos va a ayudar siempre a encontrar la paz y la calma. Sin embargo, lo que no podemos pretender es encontrar calma y paz sobre bases equivocadas y fraudulentas. El Reino de Dios está basado en la libertad, la paz, la justicia, el amor... Es más que obvio que muchos se oponen a la libertad; no aman la paz, porque la guerra les es más rentable; crean su propia justicia para seguir oprimiendo y el amor es solo -para esos muchos- otro tipo de instrumentación y abuso respecto a lo que deberían ser tratados como hermanos. Con tal antagonismo la paz parece imposible. Pero esta paz llegará un día de manera total y vendrá de la mano de Jesús.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

HOMBRE ASCUA

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Jeremías es un profeta por el que siento mucha simpatía. Sus textos no tienen la elegancia de los de Isaías, pero gozan de un profundo sabor humano. Fue célibe, no solterón. Emigrante como tantos hoy. Sepultado anónimamente, como tantos hoy.

2.- Salto a otro momento, no precisamente correspondiente a la misa de hoy, pero que tampoco le es ajeno. En el texto que os adjunto, se habla del mobbing al que fue sometido el profeta, nos lo cuenta él. Todo él fue amor apasionado y fidelidad heroica. (Se dejó seducir, palabra apropiada al amor femenino).

3.- “Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me remedaban... Pues cada vez que hablo es para clamar: « ¡Atropello! », y para gritar: « ¡Expolio! ». La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. Yo decía: « No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre. » Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía. Escuchaba las calumnias de la turba: « ¡Terror por doquier!, ¡denunciadle!, ¡denunciémosle! » Todos aquellos con quienes me saludaba estaban acechando un traspié mío: « ¡A ver si se distrae, y le podremos, y tomaremos venganza de él! » Pero Yahveh está conmigo, cual campeón poderoso… Cantad a Yahveh, alabad a Yahveh, porque ha salvado la vida de un pobrecillo de manos de malhechores.

3,- ¡Maldito el día en que nací! ¡El día que me dio a luz mi madre no sea bendito! ¡Maldito aquel que felicitó a mi padre diciendo: « Te ha nacido un hijo varón », y le llenó de alegría!... ¡Oh, que no me haya hecho morir desde el vientre, y hubiese sido mi madre mi sepultura, con seno preñado eternamente! ¿Para qué haber salido del seno, a ver pena y aflicción, y a consumirse en la vergüenza mis días? Je 20,7 ss.).

4.- En el evangelio de la misa de hoy, Jesús dirá que la realidad que viene a proponer es algo así, incómodo siempre, pero que se posesiona de uno y le enciende de tal manera que nunca podrá, ni querrá abandonarle.

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