11 agosto 2016

Comentario al Evangelio de hoy, 11 agosto


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Fernando Torres cmf

      ¿Han leído bien el Evangelio de este día? Cada vez estoy más convencido de que el perdón y la reconciliación son las armas más importantes que tenemos que usar para construir el Reino. Y que la no utilización de esas armas es lo que está generando la persistencia de las guerras, de los odios, de las venganzas. Veo en los pueblos y en las familias, en las personas en definitivo, como se quedan enquistadas las historias, lo que el otro me hizo o nos hizo. O no nos hizo. Y eso sigue ahí, generación tras generación. A veces da la impresión de que termina formando parte del ADN, de los genes de las personas. Parece que no se puede sacar ni extraer de ninguna manera. 

      Lo que las personas, y las familias y los pueblos parecen no darse cuenta es que la única forma de superar esas situaciones de conflicto absurdo, motivado las más de las veces por el ansia de seguridad propia y por el temor ante el otro, es a través del perdón y la reconciliación. 
      El Evangelio de hoy nos llama la atención sobre cuántas veces debemos perdonar. Parece que en alguna tradición judía se decía que no más de siete veces. Y a esa tradición se quería agarrar Pedro. ¡Siete veces son ya muchas veces! Hasta demasiadas dirían algunos. Jesús le da con la respuesta en las narices –era posiblemente la respuesta que Pedro no quería oír–. Hay que perdonar hasta setenta veces siete. Dicho en plan matemático, hasta cuatrocientas noventa veces. Pero como hay que suponer que los discípulos no sabrían demasiado de multiplicaciones, seguro que entendieron que hay que perdonar muchísimas veces, que hay que perdonar siempre. Sin límite, Sin medida. 
      Jesús sólo pone un argumento, que es el que se deduce de la parábola. Nuestro Padre del cielo nos ha perdonado todas las veces. Y nos seguirá perdonando. Porque tanto ustedes como el que escribe estas líneas, todos, vamos a seguir metiendo la pata muchas veces mientras que estemos vivos. ¿O alguno se atreve a decir que él no va nunca a...? Y el Padre no es que nos vaya a perdonar. Es que ya nos ha perdonado. Desde antes de... Y ahí está siempre, esperándonos, como el padre del hijo pródigo. 
      Y si esto ha sido lo que hemos recibido, lo que experimentamos día a día, como reconciliados por Dios. Pero no para vivir en una nube de cristal sino para ser ministros de la reconciliación. Para pensar menos en lo que nos ofenden, en lo que nos separa, y más en construir relación, anudar lazos entre las personas, perdonar, dar la mano, unir. Ahí está el camino para hacer de este mundo nuestro un mundo mejor para todos.

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