Hoy es 12 de mayo, jueves de la VII semana de Pascua.
Este rato es una nueva posibilidad para entrar en contacto contigo, Señor. Un rato para despojarme de rutinas y dilatar horizontes. Para levantar los ojos más allá de lo inmediato. Para enderezar la espalda y sacudir inercias. Me hecho a andar con el oído atento a tu susurro, porque quiero sentir que también hoy cuentas conmigo para construir comunión.
La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 17, 20-26):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»
A veces no es fácil entender bien el evangelio de Juan. Hay que acostumbrarse a su lenguaje, que es diálogo de amor entre el Padre y el Hijo. Pero abriéndose a muchos, porque el Hijo nos llama a formar parte de ese núcleo de afectos, incluyéndonos en su oración y encendiendo en nosotros su pasión amorosa por la humanidad. Un diálogo que genera fraternidad, ayuda, comprensión, auxilio.
De Jesús aprendemos que la comunión tiene su origen en la vida espiritual, en el amor que fluye entre él y el Padre. Y que de ese encuentro podemos esperarlo todo. ¿Me animaré a ser parte de esa intensa conversación? ¿Me animaré a poner mi futuro en el corazón de esta relación amorosa entre el Padre y el Hijo?
De Dios procede la amistad. Porque si dependiera sólo de mí, de nosotros, todo sería fragmentario y estaría amenazado. Creo profundamente que Dios es la fuente del amor y a mí me toca cuidar ese regalo y hacerme cauce de él. Levanto mis ojos al Padre y escucho de nuevo ese susurro de voces del que también yo formo parte.
Padre, dame un espíritu fraterno para que tú puedas transparentado en mí. Dame un espíritu comunitario para hacerme buena noticia para los demás. Dame, Señor, la alegría de formar parte de una comunidad de amigos, agradecida, donde tú seas el centro. Ese es mi deseo, que el mundo conozca tu nombre para que un poco de este amor y amistad se contagie a todos.
Dios te salve María,llena eres de gracia,el Señor es contigo.Bendita tú eres,entre todas las mujeresy bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.Santa María,Madre de Dios,ruega por nosotros pecadoresahora y en la hora de nuestra muerte.Amén.
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