Hoy Jesús nos habla de la Santísima Trinidad: de las 3 personas divinas que forman un solo Dios. Y nos hace ver, que es a través de su acción, que vamos comprendiendo todo lo que Él nos enseña. Primero, Dios Padre, quien nos crea y manda a su Hijo a salvarnos; después el mismo Jesús, quien con su palabra y ejemplo de amor hasta la muerte, nos salva; y finalmente, el Espíritu Santo quien nos guía y ayuda a entender y practicar el mensaje de Cristo.
A nosotros, como a los apóstoles, Dios también nos va guiando en nuestras vidas, a través de la Santísima Trinidad. Cuando creemos en Dios, lo escuchamos y le decimos “sí” a lo que nos pide, estamos dejando que la Palabra de Cristo y el Espíritu Santo, inspiren nuestro corazón, y guíen nuestro actuar.
Cuando decimos “sí” a Dios, Él nos ayuda a descubrir el plan que tiene para nosotros y los dones que nos dio y que quiere que pongamos a trabajar, para hacer un mundo más lleno de su amor.
La Santísima Trinidad se hace presente en la contemplación de las obras de amor de Dios; en la lectura de su Palabra; en la Eucaristía, y en general, en esos momentos de oración y silencio, en los que dejamos que el Espíritu Santo se comunique con nosotros.
Cada vez que nos santiguamos, (al despertar, antes de comer o antes de ir a dormir), le estamos pidiendo a la Santísima Trinidad que tome y guíe nuestras vidas.
¿Has pensado que al santiguarte, te estás comprometiendo a creer en la Santísima Trinidad y a tratar de vivir de acuerdo con su voluntad?
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