Hoy es 18 de marzo, viernes de la V semana de Cuaresma.
Vengo a orar. Un día más me pongo en tu presencia, Señor. Seguirte es una aventura apasionante. Pero no siempre es fácil. A veces hay conflicto, incomprensión, tormenta. Y a veces me refugio en otras seguridades para no salir a la intemperie tras tus huellas. Pero hoy y ahora estoy aquí, Señor, contigo. Quiero caminar contigo. Luchas a tu lado, pelear por tu evangelio. Este rato de oración, es hoy, para mí, el momento de salir a tu encuentro. Tú que habitas a la sombra del Altísimo, di al Señor, refugio mío, alcanzar mío, Dios mío confío en ti.
La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 10, 31-42):
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»
Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.»
Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: Sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.»
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.»
Y muchos creyeron en él allí.
Agacharse, agarrar una piedra del suelo y lanzarla contra el que incordia, contra el que molesta. Se puede hacer con piedras reales. Pero también se pueden lanzar palabras que son como puñales, críticas, descalificaciones, a quien molesta por su coherencia, por su verdad, por sus obra buenas. Porque a veces es más fácil matar al mensajero que escuchar el mensaje que me saca de mis comodidades.
Pero frente a esa tentación de la mediocridad, tú me recuerdas. Sois dioses. Sois como dioses creados a su imagen y semejanza. Soy hijo e imagen y llevo en mi entraña la semilla de lo divino. Eso es una bendición y un reto. Se me invita a amar a la manera del Padre Dios. Que quien me vea le intuya a él. Que quien me escuche reconozca una voz que habla con palabra de justicia. Que mis obras construyan su reino.
Muchos acudieron a Jesús. Muchos hombres y mujeres creyeron en él. También hoy, en el día a día. Avanzamos, buscamos y allá donde te encontramos, nos quedamos contigo. En la celebración, en la oración o en la misericordia. Señor quiero estar contigo, caminar contigo y construir contigo.
Al volver a leer el texto fíjate en el contraste entre dos grupos de gente. Unos están sordos y se quedan atrapados por la ley, escandalizados y con ganas de acabar con Jesús. Otros, en cambio, comprenden su enseñanza. Creen en él y se quedan a su lado. Los primeros viven irritados, agresivos, anclados en la violencia. Los segundos encuentran en Jesús la fuente de una alegría diferente.
Señor, si no te entiendo, dame luz. Si te rechazo o quiero apedrearte, detén mi mano y sé maestro para mi vida. Si estoy contigo, empújame para que tenga más valentía, más audacia y más generosidad. Si voy contigo, todo está bien.
Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario