06 marzo 2016

Un hombre tenía dos hijos

Si en la parábola, que presenta el evangelio de hoy, los dos hijos o hermanos salen poco ejemplares, ásperos, torcidos, una consecuencia que podríamos extraer, sin caer en la frivolidad, sería comprometernos a ser o a representar al tercer hijo o hermano, capaz de hacer feliz y de llevar la alegría al padre. Quizá la historia sería más completa. 
Es conocida esta parábola por la “Parábola del Hijo Pródigo”. Pero siendo más fieles al relato habría que denominarla la parábola del Padre Compasivo. Y se encuentra en el evangelio de San Lucas, al cual se le conoce por el evangelio de la misericordia. Con esta historia Jesús pretende responder, callar a los que le acusaban de que acogía a los pecadores y comía con ellos.
El hijo o hermano pequeño le pidió a su padre la parte de la herencia que le correspondía y se fue de casa. Se entregó a una vida descontrolada y derrochó su dinero. Desnortado, sin dinero y sin amigos aceptó la humilde tarea de cuidar cerdos. Realizando este trabajo pensó en lo bien que estaría en la casa de su padre y emprendió el camino de regreso. Cuando todavía estaba lejos de la casa “el padre lo vio, se conmovió y echando a correr le abrazó y se puso a besarlo”. Organizó un gran fiesta pues había recuperado al hijo perdido. Los cinco verbos, puestos en fila, nos dan una fotografía espléndida de quién es y cómo es este padre, que representa a Dios-Padre. Lo que sucedió con el hijo mayor es suficientemente conocido también.

La parábola que nos ocupa constituye un auténtico y hermoso canto a la misericordia y al perdón. Precisamente este año está dedicado por el Papa Francisco a la misericordia. Tanto ésta como el perdón son puntos clave en la mente y en el corazón de Jesús. Al referirse a ellos empleó expresiones excepcionales, chocantes. “Hay que perdonar hasta setenta veces siete”. En la cruz –el momento más solemne en la vida de Cristo- susurra “perdónales porque no saben lo que hacen”.
No es fácil aceptar, asumir el mensaje de esta parábola, mensaje de misericordia y de perdón. Por ejemplo, H. Houwen, que escribió un libro sobre el cuadro del encuentro del hijo pródigo con su padre, declaraba:“Resulta extraño decir esto, pero en el fondo he tenido envidia del hijo desobediente. Este es el sentimiento que me viene cuando veo a mis amigos disfrutar haciendo el tipo de cosas que yo repruebo” (condeno)
Hablaba al principio de que ninguno de los dos hijos o hermanos (que representan a la humanidad) alegraron el corazón del padre (imagen de Dios-Padre) El hermano mayor reaccionó como un mezquino, como un tacaño, como un egoístaEl pequeño fue un golfo. Volvió a la casa paterna, no por amor al padre, sino “porque sintió hambre”.
Por tanto, nosotros podemos sentir la llamada a ser los hijos de este padre. En otro lugar del evangelio se leen estas palabras de Jesús:“sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto”
Ciertamente que no es fácil vivir con intensidad esta misericordia y este perdón. Recordemos lo que sucede en el mundo político-social. ¿La injusticia, la corrupción deben ser perdonadas o tratadas severa, rigurosamente. Algo tenemos que aprender de este padre compasivo y misericordioso y en algo le tenemos que imitar.
La cuaresma es un tiempo especial para acercarnos a este Dios. En la plegaria eucarística el celebrante reza: “Señor, danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad y justicia”.
Josetxu Caribe

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