Hoy es 2 de marzo, miércoles de la III semana de Cuaresma.
Me dispongo en este día a esa relación primera en la que todas las demás relaciones cobran su luz y su sentido. Dicen que las vidas que son Dios, son vidas que oran, sean como sean y estén donde estén. Creer profundamente que existes, que eres el Dios vivo al que podemos entregar nuestra vida, me lleva a callar para escucharte y a recogerme para buscarte. Ubi caritas et amor, me recuerda que donde hay amor, allí está Dios y que es el amor lo que da sentido a todo lo demás.
La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 5, 17-19):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»
La ley, la Torah, era para el pueblo judío, un don. Algo precioso que orientaba su camino hacia la libertad y hacia la bendición. Cuando era vivida y practicada con un corazón sincero, acrecentaba la relación con Dios, la alianza con él y el compromiso con los otros, sobre todo con aquellos otros más necesitados. Algo en lo que siempre alentaban los profetas. Pienso en la ley como oportunidad antes que como cadena.
La afirmación de Jesús cobra fuerza desde ahí, él viene a darle cumplimiento, a llevar esa bendición y esa alianza más lejos. A poder vivir de un modo más pleno. También hoy me llama, me propone, me invita a encontrar caminos para vivir la alianza con Dios de un modo más pleno.
Traigo los rostros de personas que son para mí grandes en el reino de los cielos, porque pasan por la vida tejiendo justicia y compasión. Pienso en ellos. Traigo sus nombres a mi oración. Y le doy gracias a Dios por ellos.
Jesús no viene a abolir la ley, sino a darle todo su sentido. Es una ley, que bien entendida, siempre va a defender a los más débiles, los huérfanos y las viudas. Ellos simbolizan a todas las personas que han perdido los vínculos de afecto, de seguridad, de pertenencia. Al volver a leer las palabras de Jesús, pienso en la ley, no como un código de normas frías, sino como una llamada a la compasión. Compasión que habremos de tener hacia todas aquellas personas que están más desprotegidas, más olvidadas, porque en ellos jugamos también nuestra felicidad.
Señor, en este tiempo de Cuaresma, perdona mi indiferencia en tantas ocasiones, ante el clamor silenciado de los otros y ayúdame para que el mejor comentario de tu buena noticia, sea mi propia vida.
Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
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