14 febrero 2016

Jesús tentado en el desierto

Jesús viene de oír en el Jordán la manifestación del Padre: “eres mi hijo amado, escuchadle”. Quiere fijar su proyecto de presentar el mensaje de Dios entre las gentes con las que convive. Sabe que vive en una sociedad compleja, socialmente rota, dividida entre una gran mayoría que arrastra una vida pobre, muchos sin cubrir apenas necesidades estrictamente humanas, incapaces de pagar los impuestos que impone la potencia extranjera que les domina, y otra minoría enriquecida torpemente, viviendo en la abundancia, con ansias de poder, en la que participan los que promueven una religión que favorece a los mismos dirigentes que la proponen.
El Padre le ha encomendado presentar su gran verdad, que ama a todos los seres humanos como hijos, pero que por encima de todo, ama a los que sufren, a los desposeídos, a los pobres. Jesús viene a traernos esa verdad, está dispuesto a realizarlo. Es un proyecto difícil y con grandes riesgos. Él lo sabe. 
Quiere pensar a solas con Dios su Padre cómo realizar esta misión. Se retira al desierto. Lucas dice que allí es tentado. ¿Nos dice algo a nosotros esta situación que vive Jesús, el que sea tentado?

Todos sabemos lo que es ser tentados, es inherente a todo ser humano. Con rasgos más o menos definidos, en nuestra vida existe una lucha interna entre un deseo firme de disfrutar viviendo, haciendo algo bueno, y una realidad dura que se opone a que realicemos nuestros deseos. 

Lucas presenta la lucha interna, las tentaciones de Jesús, que aparece como verdadero hombre, como tal es tentado. 
Después de días sin comer, siente lo que todos podemos conocer, tiene hambre: “utiliza el poder que tienes para ti mismo, tu eres el primero a quien debes atender, transforma esas piedras en pan, y come”. 
El Padre le ha enviado a presentar la justicia, que todos los hambrientos tengan pan, que tengan lo necesario para vivir como hijos de Dios, una vida de amor para todos. Jesús nunca utiliza su poder para comer él ni los suyos, lo utilizó para curar, para alegrar la vida de los desgraciados, para exigir la justicia para los que carecen injustamente de todo en este mundo, para los abandonados. 
Por eso pudo decir “no solo de pan vive el hombre”. Su poder fue siempre sólo para sanar, ayudar, dar pan a los demás y presentar que “ésta es la palabra de Dios Padre”.
Nosotros vivimos hoy nuestra crisis, nos preocupa ante todo solucionar mi pan, mi vivir y el de los míos, ¿qué pensar de los que me rodean, ante el hambre, la angustia, el no encontrar trabajo, obligados a perder la vivienda, ante nuestra crisis? y ¿ante la otra crisis increíblemente más dramática que conocemos como noticia en Mali, Irak, Sudán…? ¿Hemos pensado cuál es nuestra respuesta a Jesús, aquí presente entre nosotros?
Lucas dice que Jesús oye también: “Tu necesitas realizar algo importante, espectacular para que el pueblo te haga caso, te escuche, tu pueblo te conoce como el hijo del carpintero, tu puedes hacerlo, haz un gesto sobrecogedor ante la multitud, quedarán sorprendidos y te seguirán”. 
Jesús nunca hará signos de espectáculo, su vida será acercarse a los que más le necesiten, el que quiera seguirme, que busque los puestos de servir, los últimos puestos. A Jesús le encontraremos sirviendo, ayudando a los pobres, curando tristezas, por eso escucharon su palabra y le seguían las gentes.
¿Nosotros podemos pensar que seguimos a Jesús buscando honores?, ¿es posible que nos asombren? nunca dijo que las proezas humanas revelan la grandeza de Dios. La suya fue poner su vida por todos. No tratemos de buscar grandezas en nuestros proyectos que solemos llamar cristianos. Solo cuando vemos amor.
Y Jesús escucha también, necesitas lograr el poder para imponerte y hacer cumplir tu palabra, los que tienen poder son los que pueden imponer sus ideas para que el mundo se organice en beneficio de ellos, y conseguir el disfrute así de los bienes y riquezas de la tierra. ¿Tu quieres convencer al pueblo de que lo importante en la vida es amar?, no seas ingenuo, cállatelo, lo importante es tener el poder, aunque sea a costa de los demás, olvídate, busca tu vida y la de los tuyos. Hazme caso.
¿Podemos pensar que seguimos a Jesús cuando cargamos las conciencias de las gentes con más obligaciones, tratando de imponer bajo amenazas morales nuestros modos de pensar, sin tener en cuenta la realidad de la vida de las personas, ni la palabra buena de Jesús?. A Dios solo le abrimos caminos en este mundo cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.
Lucas termina, Jesús rechaza todas estas tentaciones, decide: no tentarás al Señor tu Dios.
Cada uno tenemos nuestro proyecto de vida, en él convivimos con la tentación, con llamadas constantes para buscar mi provecho, mis intereses, los de nuestro grupo, llegando a decir públicamente que buscamos el bien de los demás, que les estamos ayudando cuando nos siguen a nosotros! 
Lo hemos oído muchas veces, Dios nos habla hoy a cada uno a través de “los signos de los tiempos”, los signos son los acontecimientos actuales que están condicionando nuestra vida, que condicionan la vida de las personas con las que convivimos cerca y no tan cerca. Como cristianos se nos está pidiendo actuar con responsabilidad en nuestra vida ante ellos, teniendo en cuenta las decisiones, las motivaciones que vemos que Jesús asume en su vida.
Son las llamadas que hoy recibimos, no es cuestión de enumerar aquí todos los condicionamientos en los que vivimos, de sobra los conocemos y aunque no se nos diga la vedad, todos tenemos también modos de acercarnos para ver y sentir lo que sucede y ver cómo afecta a la vida de hoy, a lo que hacemos, y qué es lo que podemos y debemos hacer. Cuál es nuestra verdadera responsabilidad. Lo que Dios nos pide. Esta es la reflexión de hoy al ver a Jesús tentado y ver lo que decide hacer.
Iniciamos la cuaresma, es tiempo para clarificar nuestras tentaciones, las disculpas que brotan desde dentro de nosotros mismos, descubrirlas y superarlas. Dejarlas de lado. A eso llaman conversión. Si no tratamos con valentía de clarificar nuestras tentaciones, de encontrar en nosotros lo falso de nuestra vida, no tiene sentido ni la Cuaresma, ni la Pascua, ni decir que seguimos a Cristo.
Todos, creyentes y menos creyentes, damos pasos equivocados. La suerte del creyente es poder vivir esta experiencia abriéndose confiadamente a Dios, a un Dios que se interesa por mí más que yo mismo, para resolver no “mis problemas” sino “el problema”, mi vida mediocre y fallida que parece no tener solución. Abriéndome a un Dios que me entiende, me espera, me perdona y quiere verme vivir de manera más plena, generosa, gozosa y gratificante.
Dios nos presenta hoy a Jesús que se ha retirado para pensar en la vida de las gentes que le rodean, con las que convive y que ha decidido cumplir lo que es deseo del Padre, aunque va a implicar para él romper con lazos afectivos; nos invita a nosotros también a pensar ante Dios nuestro Padre, ante nuestros hermanos que sufren, y decidir lo que sabemos que Él nos pide. Lo podemos deducir de lo que Jesús piensa y la resolución que va a tomar.
José Larrea Gayarre

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