04 enero 2016

Para la homilía (Epifanía del Señor)

LA LUZ DE CRISTO
• La fiesta de la Epifanía es la fiesta de la universalidad de Cristo, manifestado a todos los hombres y mujeres de toda raza, pueblo o lengua del mundo.
• Así lo expresa la primera lectura, desde la visión poética de Isaías, que ve cómo vuelven a Jerusalén, no sólo los desterrados de Israel, sino los pueblos de todos los rincones de la tierra.
• Así lo dice Pablo, en la segunda lectura: también los “gentiles” son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesas.
• Así lo expresa Mateo, con la imagen de los “magos” venidos de Oriente en busca del “rey de los judíos”, Jesús de Nazaret.
LA HUMANIDAD DE CRISTO
• Dios se ha manifestado en la “carne” humana de Jesús, en ese niño recién nacido que adoran los “magos” llegados desde Oriente. No es un Dios que llega con trompetas, rayos, humo y fuego, sino un simple niño, un bebé todavía, en brazos de su madre María y acompañado por José.
• En ese niño aún, adoramos al hombre Jesús en toda su trayectoria humana hasta la entrega de su vida en un “amor hasta el extremo”.
• En esa humanidad, todo hombre y mujer pueden reconocerse a sí mismos como personas, más allá de toda diferencia cultural, étnica, sociológica o lingüística. Esa es su universalidad. Dios se ha manifestado en la misma entraña humana. En ese hombre Jesús “hay Dios”.

NO TODA HUMANIDAD ES HUMANIDAD
• Dios, en Jesús, hombre y Dios a un tiempo, nos dice qué signi ca ser hombre, ser mujer, ser persona.
• La imagen de Jesús-hombre, en Navidad, es imagen de debilidad, de verdad, de sencillez, de ternura, de cotidianidad, de pobreza solidaria, de apertura y vulnerabilidad, de integración, de interculturalidad.
• Por eso, no es “humano” el poder sin servicio, la fuerza y la prepotencia, la indiferencia ante el dolor ajeno, la insolidaridad, el cierre de fronteras, la apariencia, la riqueza, el prestigio. Los hombres y mujeres, los pueblos todos que viven en esos supuestos valores no son “humanos”. Dios está cerrado para ellos, aunque –como Herodes- se llamen “religiosos”, no porque Dios lo quiera sino porque esos hombres y pueblos lo rechazan.
LLAMADA A LA UNIVERSALIDAD
• En los “magos” están representados todos los pueblos y culturas del mundo. Todos ellos son “hijos de Dios” sin distinción alguna. Dios es de todos. Jesús es anuncio y germen de una fraternidad universal.
• En el mundo que vivimos esta universalidad es piedra de toque, de tropiezo y escándalo, porque nos echa en cara todos los muros, alambradas y fronteras que día a día vamos multiplicando tanto en Europa como en Norteamérica como en Asia.
• Los inmigrantes y desplazados del mundo son la contra-imagen de los “magos”. Que no vengan, que no entren, que se vayan… Que no destruyan nuestra identidad… Herodes busca a Jesús para matarlo y con él todos los niños recién nacidos. Como ocurría con los hebreos en Egipto. La historia se repite: es una única historia, la de la deshumanización a causa de los intereses: económicos (que es lo mismo que decir “políticos”), religiosos, culturales, familiares, nacionales, personales o colectivos.
• La llamada de Dios es: “que vengan”, que entren, que nos integremos en una única sociedad y familia: “llegan de lejos, los traen en brazos, aportan sus riquezas, llegan alabando al Señor” (1ª lectura). El mundo de Dios es alegría. El otro mundo es de tensión, tristeza y contradicción. Es muerte. La llamada de Dios es INTEGRACIÓN. La llamada del egoísmo es EXCLUSIÓN. Y Dios, ahí, no cabe.
José Luis Zabordo Cursach, SJ

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