30 enero 2016

Domingo 31 enero: La misa del Domingo

... - Ningún profeta es bien recibido en su patria (Lc 4,24-30) 24/03
Homilía IV domingo del tiempo ordinario ciclo C1
31 de enero de 2016
Jr. 1,4-5.17-19; Te nombré profeta de los gentilesSal 70; Mi boca contará tu salvación
1Cor 12,31-13,13; El amor no pasa nunca
Lc 4,21-30; Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír
La liturgia de hoy nos ayuda a adentrarnos en nuestra historia más íntima, más personal, a sabernos hijos de Dios a través de las palabras del profeta Jeremías:
  • Antes de formarte en el vientre materno, te escogí
  • Antes de que salieras del seno materno, te consagré
  • Te nombré profeta de los gentiles”
Este es el punto de partida de nuestra existencia y recordárnoslo de vez en cuando no está de más. Él es nuestro principio, de Él hemos venido y a Él hemos de volver; y en virtud de esto somos su hijos predilectos a pesar de nuestras más grandes limitaciones. Él nos escogió para la vida, Él nos llamó a la vida. Dios nos consagró para ser grandes, para ser buenos, para amar y perdonar, nos creó para servir y construir, nos nombró profetas para anunciar la Buena Noticia a los pobres.
Con esta idea tendríamos más que suficiente para la oración y la meditación de este domingo, sin embargo las lecturas siguen profundizando, sobre todo el evangelio. La primera parte del texto, nos muestra a Jesús situado en la sinagoga leyendo; “El Señor está sobre mí, me ha ungido, para llevar la buena noticia a los pobres, la libertad a los cautivos y a predicar el año del gracia del Señor”; Hoy y aquí se cumple esta palabra dirá Jesús a los que le escuchan. Hoy y aquí se cumple también esta palabra, en esta iglesia en la que celebramos la eucaristía dominical. Porque nosotros también hemos sido ungidos por el espíritu de Dios y somos llamados, al igual que Jesús y siguiendo su ejemplo, a llevar la buena noticia a los pobres. A ser profetas en medio de su pueblo, porque Dios nos escogió desde pequeños, así lo decíamos al principio.

Estas lecturas pueden ser leídas como mera poesía, bella poesía que nos habla del amor de Dios. Sin embargo una lectura profunda nos implica y nos compromete, acogidos por Dios y queridos por él no podemos más que responder con la misma exigencia que el profeta, porque nuestro mundo está necesitado de profetas y profetisas y están sentados aquí mismo, en esta iglesia. Somos llamados:
  • a mostrar a todos el rostro misericordioso de Dios,
  • a ser las manos compasivas del buen pastor,
  • a ser el regazo cálido del padre que ama a sus hijos sin medida.
Necesitamos profetas que nos muestren el camino. Que denuncien , critiquen, que nos hablen del margen, de las periferias de las que habla Francisco. Don Bosco, a quién hoy recordamos, lo vivió de esa manera. Fue profeta en Turín acogiendo y educando a los chicos que nada tenían. Su casa fue acogida cálida, sus manos enseñaron en los talleres y siempre se mostró como un padre misericordioso. Su historia se repite y continúa, por la profecía tiene la virtud de actuar como los vasos comunicantes. Son cientos los chicos que pasaron por el oratorio. Algunos vistieron la sotana y continuaron su obra. Algunos se afanaron en los talleres para ser maestros de otros. Otros llevaron hasta las máximas consecuencias el lema “honrados ciudadanos y buenos cristianos” y desde sus vida cooperan en este trabajo. Esta historia continúa hoy con una presencia del carisma salesiano en 128 países y miles de obras a favor de la educación y de los niños y niñas más desprotegidos.
El ser profeta se contagia. No podemos permanecer indiferentes ni en una actitud pasiva, todos tenemos algo que aportar, algo, por pequeño que sea. Y ese detalle, esa acción, esa palabra no caerá en saco roto. Lo hemos visto en Don Bosco, su pequeña obra en Turín ha crecido y se ha multiplicado. Y lo hemos visto sobre todo en Jesús, las palabras del profeta siguen resonando en todas las iglesias del mundo hoy y esperan nuestra respuesta activa.
@jotallorente

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