Hemos de tener en cuenta que los evangelistas, y lo mismo cabe decir de los que escribieron textos que forman parte del Canon de Libros Revelados, no fueron unos profesionales que narraron los acontecimientos protagonizados por Jesús y sus enseñanzas, según iban ocurriendo, a la manera de los historiadores o cronistas modernos. Más, aún. Cuando escriben, Jesús ya no está con ellos. La mayoría de ellos le habían acompañado a lo largo de toda su vida, viendo y oyendo cuanto hizo y dijo, pero su exposición es posterior a la venida del Espíritu Santo, que fue quien les aclaró e iluminó para que escribieran como lo hicieron.
Fue Él, El Espíritu Santo, como les había prometido Jesús, quien los transformó totalmente, haciéndoles comprender la verdadera personalidad y misión de Aquel a quien habían acompañado pero del que todavía no habían tenido una visión-comprensión exacta. Los autores sagrados tratan de comunicarnos, asistidos por el Espíritu Santo, su vivencia religiosa en torno a todo el misterio de Jesús y con el exclusivo fin de transmitirnos la experiencia religiosa que ofrecía Jesús.
Desde esa perspectiva hemos de entender mucho de lo que ellos nos cuentan en los Evangelios, Hechos de los Apóstoles y cartas apostólicas. A su modo, desean comunicarnos su experiencia religiosa. Por eso, aunque dicen lo mismo en cuanto a lo fundamental, aparecen en sus escritos rasgos de su personalidad y del contexto en el que ellos se desenvuelven, así como de la finalidad intentada con la exposición. Por ejemplo, el miércoles recordamos a los Reyes Magos, que únicamente aparecen en el Evangelista San Mateo.
Conforme a esa intencionalidad por parte de los autores sagrados, tenemos otra “escenificación” muy parecida a la de los Magos con el acontecimiento del Bautismo de Jesús. (Lc.3,15-16,21-22)
El bautismo predicado por Juan, que es el que recibe Jesús, es un bautismo de conversión. Jesús no tenía de qué convertirse. Entonces ¿por qué se bautiza? ¿Es una farsa lo que hace en el Jordán? Menos fuerte, ¿Es un acto inútil? ¿Es fruto de la pura imaginación de los Evangelistas? No, de ninguna manera.
Así como escenifican la universalidad del mensaje de Jesús a todas las gentes, mediante los Reyes Magos, hoy tratan de “escenificar” la solemne declaración, por parte de Dios Padre, de la legitimidad de Jesús de Nazaret como su hijo, su enviado a quien de ahora en adelante habrá que seguir. En ella Jesús aparece claramente como el anunciado y esperado Mesías de la tradición judía, al mismo tiempo que se anuncia la nueva era mesiánica. A partir de ese momento es a Jesús a quien hay que ESCUCHAR.
Esta intencionalidad por parte de los Apóstoles queda patente a la luz de los textos de las lecturas que hemos escuchado. Isaías (42,1-4,6-7) habla del ungido por Dios, señalando rasgos de su personalidad coincidentes con los de Jesús, y acciones, que luego el mismo Jesús, aprovechará para mostrar su personalidad a los enviados por San Juan Bautista: los ciegos ven, los cojos andan… (Mateo, 11,2-5) es decir, “decidle a Juan que estoy cumpliendo la profecía de Isaías.
En la segunda de las lecturas (Hch. 10,34-38) oímos a los Apóstoles -concretamente a San Pedro en una de sus predicaciones- recordar las profecías cumplidas en Jesús, al que califica de hombre bueno poseído por Dios, que pasó haciendo el bien a todos”. El mismo esquema que se anunciaba en Isaías.
Con las palabras del Padre, tal y como aparecen en la tercera lectura: Sí, es Él, el Mesías esperado, mi hijo, ESCUCHADLE, al mismo tiempo que se clausura el tiempo de la espera mesiánica, se abre el nuevo de la cristiandad. De ahora en adelante, a quien hay que escuchar y seguir, es a Jesús. Comienza el tiempo en el que sus enseñanzas, su mensaje, su obra, es la que deberá ser tomada en serio para llevarla al mundo como la luz que puede iluminarlo.
Todo eso es lo que quieren darnos a entender los Evangelistas, con esa “escena” de Jesús junto a Juan Bautista en el Jordán.
El próximo domingo comenzamos un nuevo ciclo litúrgico, el llamado ORDINARIO. A lo largo de él iremos reflexionando y comprometiéndonos con todo eso que significa el programa de Jesús: el movimiento de instauración del Reino de Dios en el mundo.
Que, fieles a la voluntad del Padre, Jesús sea el guía, el pastor a quien escuchemos y sigamos incondicionalmente. AMÉN.
Pedro Saeá
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