15 noviembre 2015

Un evangelio de esperanza de Gustavo Gutiérrez

El tiempo ordinario está tocando a su fin. Nos preparamos ya al adviento del Señor.
¿Fin del templo o fin de la historia?

El texto del evangelio está tomado del capítulo más difícil de Marcos. Se interpreta corrientemente como anuncio del fin del mundo. Sin embargo, si tomamos el capítulo en su conjunto, podremos ver que el tema se aloja en el campo del sentido y no en el de la cronología.

Ante la admiración que sus discípulos expresan por el templo de Jerusalén, Jesús anuncia su destrucción (cf. v. 1-2). Sus seguidores preguntan entonces cuándo sucederá todo eso y cuál será la señal (cf. v. 4). Todo el texto está marcado por ese anuncio y ese interrogante. El Señor les dice que como él, ellos también serán signos de contradicción (cf. v. 14-22). Los discípulos deben estar prevenidos (cf. v. 23). El templo representa aquí el poder de los privilegiados de ese tiempo que rechazan el anuncio del Reino: buscarán matar a Jesús y borrar su memoria. No lo lograrán. El Señor vendrá con fuerza y majestad (cf. v. 24-27). El olvido no encubrirá su mensaje.
La tentación del templo es permanente, no pertenece a una época de la historia; ni sólo al pueblo judío. Se trata de un riesgo que amenaza también a sus discípulos tanto inmediatos como posteriores, nosotros. También nos puede suceder que hagamos de esa primicia del Reino que es la Iglesia un templo rico y poderoso. Un Lucas nos presentará varios de estos casos en la persona de los primeros predicadores del evangelio. Entre quienes se opondrán a los seguidores de Jesús estarán incluso personas muy cercanas, lo que hará aún más doloroso el momento(cf. v. 16).

Tener confianza

La previsión de todos estos problemas, que no han sido ajenos a la experiencia histórica de los cristianos a lo largo de los siglos, no impide, más bien estimula a Lucas a subrayar las razones de esperanza. Nuestro texto termina con la reafirmación de un convencimiento: «Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (v. 18-19). El Señor estará con aquellos que hablan en su nombre. Es una llamada a la constancia, a la perseverancia, a seguir firmes en la esperanza. Así ganarán sus vidas, como puede traducirse también la palabra que expresamos con «almas».

Ello implica de nuestra parte un testimonio de vida austera que no sea una carga para nadie. Con sencillez, Pablo se presenta, al respecto, como «un ejemplo que imitar» (2 Tes 3, 9). Simplicidad de vida, esperanza y confianza en el Señor nos permitirán enfrentar las situaciones difíciles y discernir en ellas. Seguros de que «el sol de la justicia que lleva la salud en las alas» (Mal 3, 20) nos iluminará.
Gustavo Gutiérrez

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