02 noviembre 2015

El traje de ceremonia

El Cielo es como un magnifico restaurante donde se celebra un festín maravilloso. Sus platos son abundantes, generosos, te ofrecen felicidad “a la carta” y el alimento no se termina nunca… Ahora bien, como en cualquier festín espléndido que se precie de ello, se requiere que los comensales acudan vestidos con el traje de ceremonia, según las normas que exige el protocolo… A este extraordinario banquete estamos invitados todos; solamente se nos pide, eso si, que vayamos vestidos adecuadamente.
Hoy Jesús ha subido a una colina y sentado, sin ninguna prisa, ha descrito con todo detalle las prendas de las que se compone el traje de ceremonia:
“Felices los pobres y sencillos porque de ellos es el Reino de los cielos”. Es decir que los que se apoyan en las riquezas y sólo piensan en atesorar bienes, no serán admitidos en este banquete.
“Felices los humildes y mansos, porque Dios les dará la tierra para que la posean”. Por tanto, los engolados, los que buscan honores, prestigio y se endiosan para que todo el mundo los venere, quedarán excluidos del ágape.
“Felices los que en este mundo lloran y están tristes, porque Dios mismo los consolará”. Es decir, no podrán entrar tampoco aquellos que viven en orgías desenfrenadas, amigos de los excesos, en un constante ¡ja, ja, ja!

“Felices los que anhelan que triunfe lo que es justo y bueno, porque su deseo será cumplido”. Esto significa que los marrulleros, los peritos en chanchullos, los de cuentas corrientes oscuras, serán igualmente excluidos del banquete.
“Felices los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos”. Por tanto, los que tienen el corazón paralizado para perdonar, o endurecido como una piedra para compadecerse de la angustia ajena, tampoco podrán ser admitidos.
“Felices los que tienen limpia la conciencia, porque ellos verán a Dios”. Los que no tienen limpio el corazón, los que viven entrampados con Dios, con el prójimo y consigo mismo no tendrán acceso al espléndido ágape.
“Felices los que trabajan en favor de la paz, porque Dios los llamará hijos suyos”. Es decir, a los cascarrabias, a los intransigentes, a los creadores de polémica, a los aguafiestas, de ninguna manera se les permitirá participar.
“Felices los que sufren persecución por ser justos y buenos, porque suyo es el Reino de los cielos”. O sea que los insensibles ante las injusticias y tropelías que presencian , e incluso provocan, que se despidan de esta fiesta.
“Felices vosotros cuando os insulten y os persigan y cuando falsamente digan de vosotros toda clase de infamias sólo porque sois mis discípulos. ¡Alegraos entonces! ¡Estad contentos, porque en el Cielo os espera una gran recompensa”.
Estas son las prendas que conforman, según Jesús, el traje de ceremonia. Si carecemos de alguna de ellas, o hay alguna defectuosa, o anquilosada porque no la hemos utilizado nunca, consultemos rápidamente a algún sastre de prestigio y pidámosle consejo… De la misma manera que acudimos al médico cuando estamos enfermos.
Pedro María Zalbide

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