05 noviembre 2015

Comentario al Evangelio de hoy, 5 noviembre



Querido amigo/a:
Es cierto que existen muchos y muy variados motivos que son fuente de la alegría: el nacimiento de un hijo, un éxito laboral o profesional, un reto superado, un objetivo conquistado, el encuentro que brota de la amistad, del amor…, pero hay una alegría especial, me atrevo a decir doble; es la alegría que nace cuando una noticia mala se convierte en buena, cuando algo que estaba perdido es encontrado, cuando alguien que estaba en una situación peligrosa es liberado o curado. Es alegría doble porque a parte de la buena noticia, se suma el alivio de que lo que pudo ser catastrófico no lo fue o dejó de serlo. Y por esta razón merece la pena dejar a las noventa y nueve en el campo.
Jesús nos recuerda que hay que estar preferencialmente con los que están en situaciones difíciles, con los que están perdidos, sin sentido vital, sin ganas de vivir, sin esperanza, sin oportunidades. ¿Por qué? Nos lo recuerda hoy san Pablo en la primera lectura: todos somos del Señor. Todos somos familia, a todos hay que atender, especialmente a los que no tienen conciencia de ello, a los que están extraviados, a los que están más alejados de este amor de Dios. Sigue diciendo el apóstol: ¿por qué juzgas mal a tu hermano? ¿Por qué lo desprecias?Fariseos y escribas murmuraban contra Jesús porque acogía a pecadores y comía con ellos, porque perdía el tiempo especialmente con gente de esa “calaña”. Ellos eran su opción prioritaria porque estaban muy necesitados de Dios y había que hacer todo lo posible para restablecer su condición de hijos amados de Dios.
También nosotros. No debemos tener miedo, debemos hacer lo posible para que aquellos hermanos y hermanas que se crucen en nuestro camino puedan ver en nosotros que la vida con Dios es fuente de alegría, como dice hoy el salmo 26:  El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
Vuestro hermano en la fe. Juan Lozano, cmf.

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