EL SIERVO EXALTADO
Números 21,4b-9. El templo de Jerusalén conservó durante mucho tiempo el emblema de un dios «curandero» a quien los judíos llamaban Nehoustan y que el rey Ezequías hizo destruir con otras reliquias de los cultos paganos, con ocasión de la reforma religiosa de la que habla 2 Re 18 ¿De dónde provenía aquella serpiente de bronce? Se sabe que el culto de los dioses «curanderos» estaba muy arraigado en el Oriente próximo desde tiempos inmemoriales. Entre los griegos, por ejemplo, tenemos a Esculapio y su caduceo. Parece que el origen de Nm 21 hay que buscarlo en una leyenda cultual, elaborada con el fin de justificar la presencia del emblema en el templo.
Para el autor de Nm 21, la serpiente de bronce se remonta a Moisés, que la había moldeado por orden de Dios; no es imposible, pues, que el relato conserve el recuerdo de los peligros pasados en el Sinaí. Sea como sea, los elementos antiguos de la tradición han sufrido transformaciones. Así, la mordedura de los reptiles fue considerada como un castigo merecido por los hebreos por sus rebeliones contra Yahvé y contra Moisés, mientras que la serpiente, convertida en señal de reunión, era como una fuente de salvación querida por el mismo Dios.
El salmo 101 es una llamada de socorro.
Juan 8,21-30. Jesús es consciente del odio que le tienen los judíos. Hasta ahora ha escapado a sus ataques, porque «aún no había llegado su hora». Ahora anuncia su salida hacia un destino desconocido, adonde los judíos no pueden seguirle: su obstinación en no reconocerle como enviado del Padre, ha sellado su perdición.
Los judíos piensan en un suicidio, mientras que Jesús afirma que su muerte revelará su verdadera identidad y manifestará su condición divina. C.H. Dodd ha indicado que la expresión «cuando levantéis al Hijo del hombre» alude a un juego de palabras extendido tanto en los medios judíos como en los helenísticos. También sugiere la elevación social y la condena a muerte. Al elevar a Jesús en la cruz, los judíos favorecerán su exaltación celeste; el sentido de la misteriosa palabra «YO SOY» se hará manifiesto, si hay que ver en ella una alusión a la revelación del Sinaí.
«Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que YO SOY, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado». El proceso de Jesús se acaba. Juan concluye observando: «Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él». La señal de Dios ha sido entregada. Jesús no tiene ya nada que decir; lo ha revelado todo, y llega la hora en la que va a resumir todo en una última confrontación, donde el hombre podrá reconocer el don y la gracia de Dios.
Moisés intercedió por su pueblo, y dijo Dios: «Haz una serpiente y colócala en el estandarte: los mordidos por serpiente quedarán sanos al mirarla». El mismo Dios intervendrá en favor de su pueblo y erigirá una cruz que salvará a los que la miren. Pues ésta es la única señal que podrá expresar la gracia y la salvación de Dios. Hemos contemplado la gloria de Dios, pero lo que hemos visto en el momento de la Transfiguración debemos descubrirlo ahora, a lo largo de los días que nos conducen a la Pascua, en las contradicciones, las humillaciones y los sufrimientos de la última etapa de la vida de Jesús. Todas las piezas del proceso han sido reunidas; ahora, cada cual tiene que formarse su propia opinión, sabiendo que la serpiente puede ser signo de muerte, pero también de vida.
«Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que YO SOY». No hay otra señal que la de una cruz. Pero ¿cómo puede un rostro desfigurado por los golpes transparentar un reflejo de la gloria de Dios? Porque, si Jesús se hace siervo, entra en agonía y se abandona al desprecio y al odio, no es, ante todo, por deseo de comulgar con la condición humana: en Getsemaní, ante sus jueces y, más tarde, en la cruz, Jesús es ante todo «imagen visible de un Dios invisible». El proceso de Jesús concluye, y en este hombre sometido al suplicio debemos reconocer, sin poder explicarlo, que Dios, en la profundidad misteriosa de su vida, se parece a alguien que se pone de rodillas para servir a sus discípulos, a un hombre agonizante, a aquel que muere en la más absoluta soledad.
Se aproxima la hora; a Jesús ya sólo le falta resumir su vida en un acto supremo. Cuando la cruz se levante hacia el cielo, Dios salvará a los que no aparten de ella la vista.
Hermano, ya tienes todas las piezas del proceso. ¿Qué dices de Jesús?
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