02 diciembre 2014

Martes I de Adviento

LOCA ESPERANZA

Isaías 11, 1-10. Cuando el rey Ajaz reforzaba el sistema defensivo de Jerusalén, Isaías le invitó a poner su confianza más bien en el endeble signo del Emmanuel. Pero el rey y sus consejeros prestaron oídos sordos a la invitación del profeta, quien por tal motivo renunció a hablar durante algún tiempo.
¿Se puede identificar, sin más, al Emmanuel con el príncipe Exequias? Todavía hoy siguen estando muy divididos los críticos. En cualquier caso, lo cierto es que, en una época particularmente sombría para la nación, Isaías proclama que Dios «estaba» en todo momento «con» su pueblo.
Por otra parte, el profeta volvió a hablar muchas veces de este tema tan de su gusto; incluso tomó del lenguaje de los escribas los rasgos que le permitían bosquejar el retrato del héroe esperado. Este no sólo dará pruebas de inteligencia y carácter, sino que, atento a cumplir sus deberes sagrados para con Dios y el pueblo, restaurará el viejo ideal monárquico de justicia e integridad. En el fondo, su régimen hará que vuelva la edad de oro del paraíso terrenal, cuando los animales vivían en buena armonía entre ellos y con el hombre. ¡Hasta la serpiente, el enemigo antiguo, se iba a volver inofensiva!

El salmo 71 describe al rey ideal. Es el padre de sus administrados, a los que garantiza bienestar y prosperidad.
Lucas 10,21-24. En realidad, los profetas sólo tuvieron un conocimiento velado de los tiempos mesiánicos; la revelación del misterio estaba destinada a los herederos del Reino, a «la gente sencilla». Jesús puede dar gracias
por ser sólo los «pobres de Yahvé» los que leen los signos y tienen acceso cerca de Dios. Por otra parte, su acción de gracias recuerda la bendición de Dan 2,20-23: al igual que los magos de Caldea, los fariseos y los escribas, no obstante su ciencia, son incapaces de descifrar los signos de la venida del Reino.
Una loca esperanza se apodera de nosotros: «He aquí que vienen días de justicia y de paz». Pero esos días ¿dónde están? ¿Qué es lo que va a cambiar con este Adviento? «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!» Pero ¿qué es lo que vemos?
Otro tanto sucede con la esperanza: si no tuviera algo de locura, ya no sería esperanza… Los prudentes, los sabios, los jefes de Estado no la necesitan. En cambio, para los pobres, un rayo de sol, una palabra de consuelo, una mano tendida, valen más que mil tratados de paz. Saben descifrar lo invisible, porque están habituados a vivir al nivel de lo imperceptible. Acaso se diga de ellos que son demasiado crédulos, pero con Jesús ¡están en buena compañía!
¿Habéis visto uno de esos árboles que, adelantándose excesivamente a la estación, empiezan a echar brotes demasiado temprano? Si cae una fuerte helada, ese árbol ya no dará fruto… Es verdad; pero su audacia es señal de una primavera que, no obstante el invierno, al fin llegará. Necesitamos esperanza, ¡aun cuando sea un poco loca!
«Saldrá un vástago del tronco de Jesé…, juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados». Vino Jesús, y vino sin armas, servidor sin corona. Hoy viene al corazón de la gente humilde que le aguarda. El lobo habitará con el cordero; ¿y el hombre con el hombre?
¿Y por qué no, hermanos? De ti depende que acojas al Espíritu de Dios. Aún está Jesús enhiesto en cruz, como un estandarte para los pueblos. Dichoso el que camina poniendo sus pies sobre las pisadas de Jesús para dar consistencia a la esperanza, débil brote en tronco desnudo, aurora de una primavera en medio de la noche ¡que no puede durar siempre!

¿Quién hará justicia al oprimido?
¿Quién resolverá con rectitud
en favor del pueblo abandonado?
Señor, tú eres ternura y suavidad,

y tu corazón sabe comprender
las penas de los humildes.
Acuérdate de tu amor

y endereza a quienes se tambalean
por el camino,

porque tú eres nuestro Salvador
por los siglos de los siglos.

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