Fco. Javier Goñi, cmf
San Esteban
Qué salto más brusco! Ayer contemplábamos el Milagro maravilloso de la Encarnación, y hoy la Palabra y la liturgia nos llevan de golpe a un escenario bien distinto: el apedreamiento hasta la muerte del primer Mártir de la Iglesia.
La Vida y la Luz de Dios puso su tienda entre nosotros… pero los suyos no lo recibieron. Ese niño que nació en Belén no será bien recibido entre los suyos: algo hay en el ser humano que le lleva a rechazar la Verdad, el Amor, la Vida verdadera, la Luz. Ese niño crecerá, hará presente el Amor salvador de Dios, y acabará siendo clavado en una Cruz. Ese mismo será el destino de sus seguidores: por seguir dando presencia y voz al Señor, por seguir encarnándolo en sus propias vidas, por seguir transmitiendo en su nombre la Verdad, el Amor, la Vida, la Luz, serán también rechazados hasta el odio y la muerte.
Esteban será el primero de una larga lista que hoy día continúa creciendo. Para Esteban, igual que para los mártires de todos los tiempos, el Tesoro en el que puso su corazón valía más que todo, incluso más que la propia vida. Quién abre su corazón al Dios que viene a nuestras vidas, acaba descubriendo en Él lo único por lo que realmente merece la pena vivir y morir. Así es el amor cuando es auténtico: por Amor, Dios vino a visitarnos y llegó a dar su vida en la Cruz; por amor, somos capaces también de darlo todo por nuestros hermanos y por Aquél que nos Amó primero.
Y es que el Amor, el de verdad, el que viene de Dios y a Dios se encamina, vale más que todo. Nos llena de plenitud y alegría, nos invade de fe y esperanza, no impulsa al otro olvidados de nosotros mismos, nos llena de una Vida plena, es capaz de vencer al mal e incluso a la misma muerte. En aquel niño nacido de María, el Amor ha venido a este mundo: ya no podemos vivir si no es por él, con él y en él. Y ese es nuestro gran Tesoro, por el que somos capaces de todo, hasta de dar la vida. Minuto a minuto, en la entrega y el servicio de cada día, o por completo, cuando llegue el momento.
Un último detalle que no se nos puede escapar del Evangelio de hoy: viendo cómo apedreaban a Esteban estaba él, el perseguidor de los cristianos, Saulo. Aprobando lo que veía. Sangre de mártires es semilla de cristianos: arrojado del caballo e interpelado por el mismo Jesús al que perseguía, Saulo acabará siendo San Pablo, el gran testigo del Evangelio ante los paganos. La vida entregada por amor, engendra vida y amor: la Vida Nueva y Resucitada que nace de la Cruz de Jesús resurge una y mil veces cuando un cristiano da su vida, de un modo u otro, por amor en el nombre del Señor.
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