29 noviembre 2014

Recursos Domingo I de Adviento: Abrid la puerta para… ACOGER A CUALQUIERA QUE SEA A CUALQUIER HORA QUE LLEGUE

Abrid la puerta para… ACOGER A CUALQUIERA QUE SEA A CUALQUIER HORA QUE LLEGUE

En este primer domingo de Adviento, se nos invita a vigilar porque el Señor –el esperado- puede llegar en cualquier momento. Nosotros, sin em- bargo, podemos estar mirando al horizonte, a lo lejos, al futuro, creyendo que Dios no se va a presentar de repente, porque esas cosas no ocurren…

Por eso muchas veces estamos tan tranquilos, lejos de todo sobresalto. La vida sigue su curso y Dios está lejos, sentado en su trono celeste. Cada uno a lo suyo: Él por un lado, en “sus cosas”, y nosotros en “las nuestras”. Como si a ninguno de los dos nos interesara lo que pasa “ahí dentro”… Tenemos cerrada la puerta para que nadie nos moleste. Nadie vendrá.

Sin embargo, estamos impacientes, incómodos con nosotros mismos. Sentimos una gran comezón, porque las cosas no andan bien dentro de nuestra casa: demasiados pobres, demasiada injusticia, demasiada corrupción, demasiadas falsas promesas, demasiada soledad, demasiada enfermedad, demasiada vejez… “¡Ojala rasgases el cielo y bajases derritiendo los montes con tu presencia”, leemos en la 1a lectura de Isaías.

Estamos ahí sentados, indiferentes unos, ansiosos los otros, esperando que “algún día” (¿cuándo nos muramos?) Él llegue por fin y deshaga todos los entuertos de la vida.


Tal vez, si abrimos las puertas –y los ojos y los oídos- nos llevemos la anónima sorpresa de su permanente llegada en el necesitado; en la mujer, el marido, el hijo o la hija dentro de casa; en las últimas noticias de la calle o del mundo. Dios siempre llama a la puerta disfrazado de vida, personas y situaciones: “Ten en cuenta que estoy a la puerta y voy a llamar”, dice el Señor (Ap 3,20).

Por eso, la llamada de este primer domingo de Adviento: abre la puerta para… ACOGER A QUIEN VENGA (¡ES ÉL!) A CUALQUIER HORA DEL DÍA O DE LA NOCHE. Porque “Él viene, viene siempre…” (Tagore)

ACOGIDA DE LA ASAMBLEA

¡Lo ideal sería, este domingo, que la asamblea se reuniera a la entrada de la iglesia, para ser acogida por el sacerdote y, allí reunida, celebrar el rito de acogida, reunión y de entrada.

Si esto no puede hacerse –que será lo más normal- lo puede hacer un grupo significativo de personas de la comunidad parroquial, de diversas edades, familias, gente mayor, jóvenes…, tal vez los representantes de distintos servicios parroquiales y grupos de la comunidad. Junto al sacerdote, la cruz alzada y cirios, el leccionario, etc. y la Corona de Adviento llevada por alguna estas personas.

MONICIÓN DE ENTRADA

Un lector o lectora

Sed bienvenidos, hermanos y amigos todos, a la Eucaristía en este primer domingo del Adviento. Estamos reunidos como comunidad cristiana, a las puertas de la iglesia, esperando su llamada. Pero es Él quien nos está esperando. Él y nosotros, por razones distintas, nos pasamos toda la vida esperando.

Siempre estamos mirando hacia el futuro, porque las realidades del presente nos dejan siempre insatisfechos. A veces, incluso nos llenan de angustia. ¿Quién puede negarlo, sobre todo en estos tiempos de crisis y más aún quienes la padecen más seriamente? Sufrimos el presente y tenemos miedo del futuro: el de nuestros hijos y nuestra familia, el de nuestro barrio, nuestro pueblo, nuestra ciudad o nuestro país. El futuro también del mundo en que vivimos. Miedo y esperanza.

Otro lector o lectora

El tiempo del Adviento es una llamada, hoy y todos los días del año, para que la esperanza venza al miedo. El Señor Jesús, que vino a comunicarnos vida para todos, es también el que vendrá. Pero, sobre todo, es el que está viniendo todos los días, a cada hora y en cada momento.

Por eso, este día y a lo largo de todo el Adviento, escucharemos el mismo lema: ABRIR LAS PUERTAS. Abrirlas, este primer domingo, para ACOGERLE cuando llegue. Es lo que Dios nos pide: que estemos despiertos y atentos, vigilantes, para acogerle cuando llegue, disfrazado de quien sea y a cualquier hora que sea.

INVITACIÓN DEL SACERDOTE

Abrir la puerta suele ser lo contrario de lo que hacemos, en una sociedad de puertas cerradas, de miedos y de suspicacias. Los padres dicen a sus hijos: “¡no abras a nadie!” Nosotros miramos quién es cuando alguien llama al potero automático o, por si acaso, abrimos la mirilla. La liturgia, hoy, nos invita a abrir el corazón, a abrir la puerta de nuestras vidas para encontrar al que llega y pide nuestra ayuda, cualquiera que sea y a la hora que sea. Ese “cualquiera” es El Señor que viene cuando menos lo esperamos

Y está presente ahora mismo, en esta Eucaristía y en la asamblea que nos reúne. Porque Él sí que tiene siempre la puerta abierta. ¡Vayamos a su encuentro!

PROCESIÓN

Comienza entonces la procesión, por el pasillo central, hasta el altar. Llevamos también la Corona de Adviento.

Vamos cantando juntos toda la asamblea.

Al llegar al altar, mientras el sacerdote lo besa, se deposita la Corona de Adviento en el lugar correspondiente, El sacerdote saluda a la asamblea reunida. Inmediatamente, se enciende la primera vela del Adviento. La oración puede ser leída por toda el asamblea, en voz alta.

Simultáneamente se puede abrir la puerta del panel. En su interior aparece la frase de este domingo – ACOGER- bajo el cartel “abrid la puerta para…”

ORACIÓN DE LA CORONA DEL ADVIENTO

La primera vela

Encendemos, Señor, esta luz,
como aquél que permanece en vela,
esperando para salir al encuentro del Señor que ya viene. Queremos abrir la puerta de nuestra casa,
de nuestra parroquia,
de nuestra comunidad,
para que, cuando llegues,
podamos acogerte entre nosotros,
sea quien sea el que viene en tu nombre.
Queremos ser, en medio de un mundo
lleno de miedos y de recelos,
un corazón comunitario abierto a la esperanza.
¡Ven, Señor Jesús!

ACTO PENITENCIAL

• Porque pasas continuamente a nuestro lado, pero miramos sin ver y no acabamos de encontrarte, creyendo que estás lejos de nosotros. SEÑOR, TEN PIEDAD.

• Porque, antes que ser generosos y abiertos, nos mostramos recelosos y llenos de prejuicios ante las personas que nos piden su ayuda. CRISTO, TEN PIEDAD

• Porque oímos tu Palabra sin escucharla, como quien oye llover y, al acabar la Eucaristía, se nos ha olvidado lo que nos dijiste. SEÑOR, TEN PIEDAD

SÍMBOLO

Durante la homilía, o en otro momento, colocamos el símbolo de este domingo: una mano, -o unas manos- acogedora.

ENVÍO

Este domingo comenzamos, pues, el tiempo de preparación para la venida del Señor. Abrid las puertas de vuestros corazones y tened la mirada atenta para acogerle cuando, en la vida de cada día, llegue hasta nosotros disfrazado de alguien que nos necesita. ¡Podéis ir en paz!

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