MONICIÓN DE ENTRADA
Si hay algo grande en la festividad de Todos los Santos es el valor de la "pequeñez". Un Santo es el que pasa, normalmente, sin dejar huellas visibles en la historia, pero que ha sabido ser fermento de evangelio en su entorno, entre sus hermanos. Ha integrado en su condición humana –siempre limitada--, la semilla del amor de Dios. Los Santos, son testigos del Señor que viven entre nosotros, pero que han descubierto que la felicidad se encuentra en todo lo que resulta poco apetecible para los sabios de este mundo.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- La primera lectura, del Libro del Apocalipsis, nos pone de manifiesto que todos podemos ser santos. No valen las excusas, se trata solamente de ir hacia esa felicidad desconocida que no se encuentra llevando a cabo empresas asombrosas y llamativas, sino en la normalidad vivida desde la óptica cristiana.
S.- Este salmo 23, para los judíos, formaba parte de la liturgia de la entrada en el templo de los peregrinos. Para nosotros, hoy, es adivinar y vivir la presencia del Señor Dios en nuestras vidas.
2.- Como dice la segunda lectura, también del apóstol Juan, y sacada de su Primera Carta, la santidad no es algo que haya que cumplir, sino de una exigencia interior que el Espíritu pone en nosotros, que procede del amor y de seguir los pasos de Aquel que nos amó primero.
3.- El evangelio de Mateo nos describe lo esencial de la doctrina de Jesús y, asimismo nos describe los destinatarios del Reino: los pobres, los sufridos, los misericordiosos etc. Y ellos son los protagonistas de las bienaventuranzas, los que aman tanto y son tan libres que tienen capacidad para dejar las seguridades que no vienen de Dios y optan por vivir el riesgo de la fe. No es que sean débiles, ni tontos; son los que se han tomado en serio el amor, y han optado, en esta vida, libremente por seguir a Cristo.
Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
Este himno de la Liturgia de las Horas tiene claras y suaves resonancias respecto a estos días de santidad, y de tránsito entre vida y eternidad. Nos parece muy apropiado para los momentos de quietud y esperanza.
ME HAS LLAMADO
Otra vez --te conozco-- me has llamado.
Y no es la hora, no; pero me avisas.
De nuevo traen tus celestiales brisas
claros mensajes al acantilado
del corazón, que, sordo a tu cuidado,
fortalezas de tierra eleva, en prisas
de la sangre se mueve, en indecisas
torres, arenas, se recrea, alzado.
Y tú llamas y llamas, y me hieres,
y te pregunto aún, Señor, qué quieres,
qué alto vienes a dar a mi jornada.
Perdóname, si no tengo te tengo dentro,
si no sé amar nuestro mortal encuentro,
si no estoy preparado a tu llegada.
(Himno de nona, Liturgia de las horas)
EXHORTACIÓN DE DESPEDIDA
Los santos nos acompañan en nuestro peregrinar por este mundo y por eso sabemos que disfrutamos de una ayuda muy especial. El deseo nuestro de ser santos no es una rareza, es una consecuencia coherente de nuestro trabajo cotidianos como cristianos.
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