“Hemos de seguir el
camino interior de san Francisco: el camino hacia esa extrema sencillez
exterior e interior que hace al corazón capaz de ver. Debemos bajarnos, ir
espiritualmente a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la
fe y encontrar a Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras
opiniones: el Dios que se oculta en la humildad de un niño recién nacido.
Celebremos así la liturgia de esta Noche santa y renunciemos a la obsesión por
lo que es material, mensurable y tangible. Dejemos que nos haga sencillos ese
Dios que se manifiesta al corazón que se ha hecho sencillo.”
Entre
el todo y la nada
convergen
multitud de búsquedas,
sendas
programadas, otras halladas sin querer a última hora o primera,
esas
historias complicadas de nuestras almas parlanchinas o calladas.
Un
camino interior
para
recorrer con lo puesto
con
multitud de cansancios extremos
y
la tentación de retornar al principio.
Sin
excesivo equipaje,
con
la ilusión o el escepticismo de los años,
en
el amanecer joven o la oscuridad atroz,
rutas
variadas en las que perseverar.
Escucha
la llamada del viento,
escruta
los signos y huellas,
advierte
las necesidades de l@s compañer@s
en
esta aventura que no alcanzo a comprender por momentos.
Esta
caminata nos descubrirá
el
milagro de lo sencillo,
al caminante que de puntillas siempre ha sido
y
estado a nuestro lado en fragilidad,
praderas,
cumbres, valles,
distancias,
atajos, conversaciones:
hablan
de mí y me saben
a
discernimiento en movimiento,
huellas
imborrables
de
su cercana infinitud.
(Antonio
Martínez. Recordando a Francisco de Asís en camino)
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