El catequista, artesano del encuentro
por Marcelo A. Murúa
La catequesis es espacio eclesial para el descubrimiento del Dios de la Vida y el nacimiento de la experiencia de fe y comunidad. A través de un itinerario permanente (que no atañe solamente a los años de la infancia) busca desarrollar un proceso que conduzca a las personas a:
• conocer a Dios, amarlo y buscar su voluntad,
• fortalecer la fe en Dios, conocer las enseñanzas de su mensaje,
• integrarse a una comunidad de fe para vivir lo que Dios propone,
• sumarse a la tarea de anunciar la Buena Noticia de Jesús y construir su Reino de vida.
Este proceso es un camino que se inicia en la familia, núcleo privilegiado para la transmisión de la fe, y continúa con las distintas opciones que ofrece la comunidad eclesial, conforme a la edad de las personas y a su iniciación en la fe.
Todos esos espacios que la catequesis ofrece están atravesados por una experiencia que los unifica y da sentido: el encuentro con Dios vivo y el encuentro con los hermanos. La catequesis puede ser el lugar que enseñe y capacite a las personas para el encuentro con Dios y los demás.
Si consideramos esto como el eje que vertebra toda acción catequística de la comunidad, el responsable de animar esta tarea es el catequista que puede descubrir una misión profundamente enraizada en su vocación: ser artesano del encuentro.
Ser artesano
Todos conocemos, seguramente, algún artesano, ya sea por contacto directo o por referencia. A partir de esa/s personas que conocemos, reflexionemos algunas de sus características propias:
- Ama profundamente lo que hace (le da sentido a su vida).
- Aplica un saber nacido y acrecentado en la experiencia.
- Busca nuevas maneras de hacer sus cosas (se renueva).
- Es paciente, con sí mismo y con su obra.
- Lo que sabe lo aplica (hace con las manos).
¿Puedes agregar otras carácterísticas que hayas reconocido en artesanos?
Artesano del encuentro
Apliquemos estas carácterísticas a la tarea catequística para descubrir nuevas luces que iluminen nuestro caminar:
Ser artesano del encuentro, de Dios con los demás y de los demás entre sí, requiere catequistas que:
• Amen profundamente a Dios y encuentren en la catequesis el llamado de Dios para sus vidas. Nadie puede dar lo que no tiene. Para enseñar y transmitir las cosas de Dios hay que llevarlo muy adentro en el corazón.
• Para ayudar a otros a encontrar a Dios hay que partir de la propia experiencia de haber encontrado a Dios en la propia vida. La transmisión de la fe nace del testimonio vivo (recordemos los relatos de la iglesia naciente, en el libro de los Hechos de los Apóstoles).
• El artesano es un innato investigador, busca, desarrolla, experimenta... El catequista que quiera provocar el encuentro debe vivir en permanente búsqueda, des-instalarse y estar abierto a lo nuevo. La capacitación y formación es una herramienta privilegida para crecer y aprender, para enseñar y transmitir mejor.
• Dios enseña que nos espera siempre, y que, pacientemente, sale a nuestro encuentro con la alegría de la primera vez (Parábola del Padre Misericordioso). Sencillamente, si Dios es paciente... nosotros también...
• El artesano no es un intelectual teórico. Sabe, posee un saber intelectual, pero no se queda en palabras, su obra es la obra de sus manos. De la misma manera el catequista muestra con sus obras su capacidad de generar encuentro.
Para pensar y meditar
• Piensa en la catequesis como en una artesanía del encuentro con Dios: ¿qué actitudes de un catequista favorecen su trabajo?
• El mismo Dios es un artesano de tu vida, relee el hermoso pasaje de Jeremías (18, 1-4) y aplicalo a tu vida. ¿Qué características tiene el modelado de tu vida que va proponiendote Dios?
• Piensa en dos actitudes que puedas comprometerte a vivir en tu misión de catequista para generar encuentro con Dios y con los demás.
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