No pongo en duda ni critico las maravillas de este mundo. La creación es hermosa, y las maravillas que en ella existen alaban y son testigos del Inmenso Poder del Amor de Dios. Sin embargo, nada se puede comparar con la hermosura del Creador. La transfiguración en el Monte Tabor nos deja evidencia de su Gloria y maravilla.
Nada ni nadie nos puede saciar esa hambre de contemplación de la belleza, pero someterla a las maravillas de este mundo es someterla a muy poco valor y pobre aspiración. Porque nada se puede comparar con la grandeza única de la Gloria de Dios. Ese es el mayor Tesoro al que debemos aspirar, aún siendo indigno y no merecerlo.
Pero es el mismo Creador quién nos ha amado con locura y nos ha regalado la maravilla de contemplarle y verle. Enviando a su Hijo, nos ha prometido prepararnos un lugar en el Cielo donde, postrados a los pies de su Gloria, podamos compartir como verdaderos hijos, la maravilla de gozar de su presencia. Es única esta oportunidad que tenemos, y es único este Tesoro escondido en nuestro corazón.
Por eso, cuando me hablan de ver, de viajar y buscar hermosos lugares, que no descarto, ni critico, ni niego verlos y admirarlos, me pregunto, ¿qué maravilla vale la pena buscar, ver y gozar?
Salvador
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