19 agosto 2014

Ideas para la Homilía XXI Domingo del T.O. 24 agosto

1.- ¿JESÚS SÍ, IGLESIA NO? ¿POR QUÉ?

Por Gabriel González del Estal

1. ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Jesús no preguntaba por mera curiosidad. Lo que a Jesús le importaba, lo que Jesús de verdad quería saber, era cuál era la reacción de sus discípulos ante lo que la gente estaba opinando en aquel momento sobre su persona. La respuesta de de su tiempo, en general, ya la conocía él de antemano: unos le comparaban con Elías, otros con Juan el Bautista, otros con alguno de los profetas. También sabía Jesús que, en cambio, para los fariseos, letrados y sumos sacerdotes, él era realmente un estorbo al que había que eliminar. Todo eso, ya lo sabía Jesús de antemano.
Pero sus discípulos ¿cómo estaban reaccionando ante todas esas opiniones que ellos oían y veían todos los días? La preocupación principal de Jesús era la respuesta de sus discípulos ante la opinión de y de los jefes religiosos y políticos de su tiempo. Yo creo que también hoy a Jesús lo que más le interesa es la reacción de los cristianos, de nosotros sus discípulos, ante la opinión que tiene la sociedad actual sobre su persona y misión. Hoy gran parte de nuestra sociedad tiene una buena opinión sobre Jesús de Nazaret y una opinión no tan buena sobre nosotros, sus discípulos. No conozco ahora estadísticas concretas sobre esto, sobre qué opina actual sobre Jesús de Nazaret y sobre la Iglesia de Jesús. Se oye decir con frecuencia a bastantes personas que a ellas Jesús sí les convence, pero que su Iglesia no. Esto es algo muy grave para nosotros, los que queremos ser miembros vivos de la Iglesia de Cristo; por eso debemos reflexionar sobre esto y hacer un sincero examen de conciencia. En general la gente opina sobre Jesús influenciada por el modo de hablar y actuar que tienen los cristianos a los que ellos conocen. Según el modo de actuar de los cristianos de a pie y según el modo de hablar y actuar de los que gobiernan la Iglesia. De ahí la responsabilidad grande que tenemos todos los cristianos de actuar de tal manera que la sociedad en la que vivimos pueda ver en Jesús a la persona que él realmente fue: el Hijo de Dios, su predilecto, tal como el mismo Dios nos lo dijo en la teofanía del Bautismo de Jesús y en la Trasfiguración de Jesús en el monte Tabor. A esto debemos aspirar todos los cristianos, los fieles y la jerarquía eclesiástica en general. Que no sólo nosotros, sino también la sociedad actual pueda responder como respondió Pedro: “¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!”.

2. ¡Qué insondables son las decisiones de Dios y qué irrastreables sus caminos! Todos los que tenemos ya algunos años de juventud acumulada hemos comprobado esto: en algunos momentos a Dios no hay quien lo entienda. En los buenos momentos sí, claro, pero en lo momentos malos, malísimos, no siempre. Entendemos que los hombres tenemos libertad para hacer el bien y libertad para hacer el mal, entendimiento para entender algunas cosas e incapacidad para conocer otras, corazón bueno y corazón malo, pero ante tantos males y desgracias irreparables y absurdas, ante tantas catástrofes naturales y provocadas, ante tantos mundos y universos inalcanzables y lejanísimos, ¿dónde podemos ver el rostro de Dios? Quedémonos con lo que nos dice hoy san Pablo: “Dios es el origen, guía meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén. Adorémosle, aunque no entendamos sus insondables decisiones, ni podamos ver sus irrastreables caminos.

2.- PREGUNTA Y RESPUESTA

Por José María Martín OSA

1.- La verdadera amistad con Jesús. La lectura del Evangelio se centra en la figura de San Pedro, el portavoz de los apóstoles. Mateo presenta la famosa “confesión de San Pedro” y la respuesta de Jesús a tal confesión de fe. El suceso se sitúa en Cesarea de Filipo, región pagana en el antiguo territorio de Palestina, como una previsión de que la misión de Pedro y los apóstoles no se quedará limitada a su propio país. Deben estar dispuestos a alcanzar las regiones paganas y seguir al Maestro donde quiera llevarles. Él es el amigo con el compartieron muchos momentos. Una verdadera amistad se cifra en la confianza ilimitada. El amigo de verdad es el que está junto a ti cuando más lo necesitas. Jesús quiere saber hasta qué punto sus discípulos están dispuestos a seguirle.

2.- ¿Y tú, quién dices que soy yo? La pregunta de Jesús va dirigida también a nosotros. ¿Quién dice la gente que soy yo?” Jesús comienza con una pregunta impersonal. ¿Qué impresión tienen los otros de mí? ¿Cómo me ven? A esto responden los discípulos: “Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, Jeremías o uno de los profetas.” Lo evidente es que la gente percibe a Jesús como un hombre santo, en línea con los profetas. En este momento crítico de la historia de la salvación judía, le ven como portavoz de Dios. “Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?” Jesús no deja a los apóstoles sólo en un nivel superficial. Quiere una relación más personal: decidme “¿quién pensáis vosotros que soy yo?” Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” Así respondió Pedro a aquel examen, hablando por sí mismo y por los demás apóstoles. Es una profesión de fe de más alcance que la expresada por la gente. Jesús no es un mero profeta; es mucho más. Es el Mesías largamente esperado, el Ungido de Dios, realmente el Hijo mismo de Dios. Conociéndole y permaneciendo con él, Pedro y los apóstoles poseen la auténtica presencia de Dios, aquella “luz atractiva” imposible de despreciar y de renunciar. Esta misma pregunta nos la hace Jesús a cada uno de nosotros: ¿Y tú, quién dices que soy yo? En otras palabras te está preguntando ¿para ti, quién soy yo? Debes pensar antes de responder, no se trata de contestar con palabras bonitas aprendidas del catecismo, se trata de responder con la vida. ¿En tu comportamiento en el trabajo, en casa, en la vida pública, tienes presente lo que Jesús espera de ti? ¿Seremos capaces de ser de verdad testigos -mártires- de Jesucristo, como lo fue Pedro?

3.- Un nuevo nombre, una nueva misión. Pedro, la piedra sobre la que Jesucristo edifica su Iglesia, selló con su sangre la fidelidad al Maestro. “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia…” En reconocimiento de la respuesta de Simón Pedro, le da Jesús un nombre nuevo. Darle un nombre nuevo significa una nueva vocación y misión de Pedro. Participa ahora de la misión misma de Cristo, es decir Pedro se convierte en trabajador-compañero de Jesús para la reconstrucción del nuevo Israel, la nueva casa y familia de Dios. Jesucristo es realmente la piedra angular de este nuevo “edificio”. Comenzando desde Pedro, todos los apóstoles y sus seguidores están destinados a participar en esta vocación y misión de Cristo, su Maestro, reconocido por ellos como el Hijo de Dios vivo. La legitimidad de su función nace de este mandato dado a Pedro por Jesús. De aquí surge también la seguridad de que, mientras permanezcan fieles a este mandato, ningún poder, ni terreno ni sobrehumano, prevalecerá sobre ellos. Pedro y los apóstoles cuestionan nuestra vida mediocre y nos replantean nuestro seguimiento de Jesucristo.

3.- LA BARCA DE PEDRO CONTINUARÁ NAVEGANDO

Por Antonio García-Moreno

1.- LA ÚLTIMA BATALLA.- Isaías, de parte de Yahvé, se enfrenta al poderoso y soberbio funcionario palaciego: "He aquí que Yahvé te lanzará con ímpetu varonil, te echará a rodar, con ímpetu te lanzará sobre la vasta tierra. Allí morirás y allí sucumbirán tus carros gloriosos. Te depondré de tu cargo y te arrancaré de tu lugar" (Is 22, 17-18).

Palabras tajantes de Dios. Palabras que denotan el límite de su divina paciencia. Palabras que han de resonar en nuestros propios oídos como la justa amenaza de este Dios nuestro, Padre de bondad, que, precisamente por serlo, utiliza con sus hijos cuan-tos medios existen para reducirlos al buen camino. También la amenaza seria y el duro castigo.

Y es que llega un punto en el que la situación se hace insostenible. Hay un momento en el que uno se pasa de la raya, llegando a límites inconcebibles. El abuso pertinaz que se burla del amor, puede hacer que rebose el vaso. Y una última gota puede ser suficiente para que la ira de Dios se derrame sobre nuestra vida, dejándola eternamente muerta.

Ese es el deseo de Dios, clavarnos como se clava un clavo en un sitio sólido. Es decir, quiere que permanezcamos siempre en pie, fuertes, perseverantes, leales hasta el fin. Somos nosotros los que nos empeñamos en bailar sobre la cuerda floja, los que nos ponemos en mil ocasiones que nos pueden hacer rodar por el suelo, echando a perder este tesoro inapreciable que llevamos en nuestras pobres vasijas de barro.

Dios nos promete su ayuda, está siempre dispuesto a echarnos una mano. Pero también es cierto -tan necios somos- que despreciamos esa mano fuerte y segura y preferimos nuestra independencia, nuestra autonomía. Y de hecho nos jugamos, muchas veces, nuestra salvación, poniendo en inminente peligro lo que más vale en esta vida y en la otra.

Por eso muchos se salen del camino, quedan tendidos en la cuneta, o caminan a gatas por los senderos que se han elegido, terminando en una vergonzosa derrota... Luchemos nosotros por ser siempre fieles a nuestra fe, a nuestra vocación. Tratando de ganar cada batalla, ya que, al fin y al cabo, no sabemos cuál es la definitiva.

2.- CRISTO Y LA IGLESIA.- Jesús no pasó desapercibido entre la gente de su tiempo. Todos hablaban de él, los de arriba y los de abajo. Unos a favor y otros en contra. Algunos le llegaron a llamar endemoniado y blasfemo, otros lo confundían con Elías, el gran profeta de Israel. Tanto unos como otros estaban equivocados... También hoy se habla de Cristo y de su obra, la Iglesia. A favor y en contra. Y con frecuencia se aplican en esos juicios unos criterios inadecuados, se emplea una visión materialista y temporal que no llega ni a intuir la grandeza divina del Señor y la naturaleza sobrenatural del misterio de la Iglesia.

En esta ocasión que consideramos, san Pedro, movido por Dios Padre, exclama entusiasmado y seguro: Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo. Con ello nos ofrece la clave para entender a Jesucristo y a la Iglesia. Sólo desde la perspectiva de la fe se puede entender la verdadera naturaleza del mensaje que Jesús ha traído, la salvación que él ha iniciado con su muerte en la cruz y que la Iglesia proclama y transmite a los hombres de todos los tiempos.

Y en esa Iglesia, en ese Pueblo de Dios, un jerarca supremo. En esa casa de Dios una piedra de fundamento. En ese rebaño un pastor. En esa barca un timonel. En ese cuerpo una cabeza visible. En ese reino un soberano pontífice. Es cierto que el único Sumo Pontífice es Cristo Jesús, el único Rey, la Piedra angular, el Buen Pastor, la única Cabeza. Sin embargo, el Señor quiso que su Iglesia fuera una sociedad visible y organizada, con una jerarquía y un supremo jerarca, un pueblo, el Nuevo Israel, regido por Pedro y los otros once apóstoles, por sus sucesores cuando ellos murieron, el papa y los obispos de todo el mundo en comunión con la Sede romana.

Así lo quiso Jesucristo, así ha sido, así es y así será. Es cierto que hay quien lo discute, quien lo niega o lo ridiculiza. Pero es inútil. La Iglesia, por voluntad de su divino fundador, es así y sólo así seguirá adelante, pues según la promesa divina los poderes del Infierno no prevalecerán contra ella. Por eso la barca de Pedro continuará navegando hasta llegar al puerto de la salvación. Y sólo los que, de una forma u otra, estén dentro de esa barca, se salvarán.

4.- SOMOS INSTRUMENTOS PARA EL PROYECTO DE DIOS

Por Pedro Juan Díaz

1.- En este tiempo de verano nos estamos planteando “desconectar” de muchas cosas, pero no de Dios. Es más, que podamos aprovechar este tiempo para “conectarnos” más a Él. Y quizás este texto del evangelio de hoy nos pueda ayudar. Es un texto que hemos escuchado bastantes veces, es la confesión de Pedro y el encargo de Jesús de ser “piedra” sobre la que edificar la Iglesia naciente. Repasemos algunos momentos y apliquémonos lo que vayamos descubriendo.

2.- En primer lugar, hay un sondeo inicial de Jesús que lleva la intención de provocar una reflexión más personal en sus discípulos. Es como cuando preguntas algo, pero no es eso lo que quieres saber, sino que es una manera de “romper el hielo”. Pero Jesús enseguida va al grano. Él quiere saber, de boca de sus discípulos, lo que piensan verdaderamente, y les invita a que digan en voz alta lo que piensan de verdad de Él, con el consiguiente riesgo de que podía escuchar lo que no le gustara.

3.- De entrada, la respuesta es el silencio. El silencio suele utilizarse en estas ocasiones como elemento de defensa, frente a una pregunta que, digas lo que digas, la respuesta te va a comprometer. Pero Pedro, el más imprudente, pero el más lanzado de todos, va a contestar “con el corazón en la mano”. “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Es el único que se atreve a hacer una confesión personal de fe, que era lo que Jesús buscaba, pero también es el Espíritu el que actúa y habla en él, y por eso Jesús le alaba y le llama “dichoso”.

4.- Y entonces le cambia el nombre (de Simón bar Jonás a Pedro), para encomendarle una nueva misión, una nueva tarea, algo nuevo que está naciendo ya. Y para ello, Pedro necesita un signo de “autoridad” por parte de Jesús. Y aquí aparecen las “las llaves”. Cuando alguien nos da las llaves de su casa, por ejemplo, nos está abriendo las puertas y dándonos la posibilidad de tomar decisiones (abrir y cerrar, entrar y salir…). Jesús le da esa “autoridad” a Pedro para que sea “piedra” del nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia, una Iglesia abierta, en camino, misionera… Una Iglesia de “piedras vivas”.

5.- La conclusión que podemos sacar es que Dios nos necesita, nos utiliza, nos pone como instrumentos para su proyecto, quiere servirse de nosotros. Y cuando eso pasa y vemos que Dios hace a pesar de nosotros, nos llenamos de alegría y de emoción. Algo así como lo que le ocurre a Pablo en la segunda lectura, que se admira y alaba a Dios por su manera de ser y actuar: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!”.

6.- Así es Dios, que se ha querido quedar con nosotros para siempre en la Eucaristía, para fortalecer nuestra fe y nuestro testimonio personal, para que nos abramos a su amor y le dejemos hacer en nosotros y en la vida de los que nos rodean, para seguir construyendo su Reino con nuestra colaboración. Qué siempre estemos “conectados” a Él.

5.- PERO ¿INTERESA JESÚS?

Por Javier Leoz

Seguramente que, allá donde pasamos muchas horas cada día, la cuestión de la fe (ser cristiano y todo aquello que ello entraña) no capitaliza –ni mucho menos- el centro de atención de la conversación. Tal vez, y puede ser un fallo grande o exponente una debilidad, sabemos hablar de todo pero nos cuesta hablar de Dios: expresar nuestras convicciones religiosas; manifestar nuestras creencias; defender, si la situación lo requiere, la concepción que tenemos de la vida, de la familia y de la sociedad desde el Evangelio.

1. ¿Quién dice la gente que soy yo? Hay que quitar esa gran máscara del cristianismo vergonzante o de falsos respetos que, algunos de nosotros, podemos tener. La fe no la podemos reducir y enclaustrar exclusivamente a una vivencia interna. Con el Señor, en estos domingos precedentes, hemos comido el pan multiplicado, nos ha sacado del fango de las aguas turbulentas, nos ha sanado en numerosas ocasiones como lo hizo con la hija de la mujer cananea.

Viene el Señor, una vez más, y nos pregunta que qué pensamos de todo esto. De nuestra fe y de nuestra esperanza, de nuestro seguimiento y de nuestra entrega, de su persona y de sus palabras.

En un mundo mediatizado por la imagen, el Señor, no nos pregunta por sentirse inseguro. Lo hace porque tal vez, nosotros, no estemos seguros de a quién seguimos, quien es y por qué le seguimos.

2. Aquí, hoy, podríamos poner encima de la mesa del altar las cartas de la verdad o de la falsedad de nuestras creencias.

-En nuestras conversaciones ¿cuántas veces hablamos de Dios?

-Con los amigos ¿cuándo planteamos seriamente nuestra vida cristiana o el hecho de ser católicos y cristianos? Porque, en definitiva, de lo que abunda en el corazón se expresa en los labios.

-¿Qué decimos sobre El? ¿Le conocemos profundamente o sólo superficialmente? ¿Escuchamos su Palabra o simplemente asistimos a su lectura? ¿Estamos en comunión con El, o somos unos amigos interesados que sólo lo saben vivir y sentir en ciertas celebraciones solemnes?

3. Uno de los aspectos más negativos de nuestro tiempo es el relativismo. También, respecto a la persona de Jesús, ha hecho estragos este virus. No es difícil encontrar personas que digan que Jesús es un personaje formidable, fuera de serie, histórico pero olvidan (tal vez no lo han sentido nunca) que Jesús, como Hijo de Dios, es sobre todo Salvador.

-Jesús no ha venido al mundo para ser coreado en pancartas y luego ser olvidado en el estilo de vida de los que nos decimos creyentes.

-Jesús no ha nacido para que nos remitamos a las actas de la historia y comprobemos que, en verdad, existió.

-Jesús no ha irrumpido repentinamente para que lo ensalcemos como un defensor -de las causas perdidas.

-Jesús, sobre todo, ha venido para que veamos en El, la mejor fotografía y el mejor rostro que Dios tiene: el amor.

Hoy, como Pedro entonces, nuestra iglesia (con contradicciones, deficiencias, limitaciones, dificultades, temperamento, carácter, etc.) sigue respondiendo: Tú, Señor, eres el Hijo de Dios.

4.- TE CONFIESO, QUE NO LO SÉ, SEÑOR

Digo amarte

cuando, media hora en tu  presencia,

me parece excesivo o  demasiado

Presumo de conocerte

y, ¡cuántas veces!

el Espíritu me pilla fuera  de juego

Te sigo y escucho

y miro, una y otra vez,

hacia senderos distantes de  Ti.



Te confieso, Señor,

que no sé demasiado de Ti.

Que tu nombre me resulta  complicado

pronunciarlo y defenderlo

en ciertos ambientes.

Que, tu señorío,

lo pongo con frecuencia

debajo de otros señores

ante los cuales doblo mi  rodilla



Te confieso, Señor,

que mi voz no es para tus  cosas

lo suficientemente recia ni  fuerte

como lo es para las del  mundo.

Te confieso, Señor,

que mis pies caminan más  deprisa

por otros derroteros que el  placer

las prisas, los encantos o  el dinero me marcan.



Te confieso, Señor,

que, a pesar de todo,

sigo pensando, creyendo y  confesando

que eres el Hijo de Dios.

Haz, Señor, que allá por  donde yo camine

lleve conmigo la pancarta de  “soy tu amigo”

Haz, Señor, que allá donde  yo hable

se escuche una gran melodía:  “Jesús es el Señor”

Haz, Señor, que allá donde  yo trabaje

con mis manos o con mi mente

construya un lugar más  habitable

en el que Tú puedas formar  parte.

Amén

6.- “SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARÉ MI IGLESIA”

Por Ángel Gómez Escorial

 1.- Cefas, o Kefas, ya no llamará así. Va a recibir el nombre de Piedra, de Pedro. Cambiar el nombre de alguien entre los judíos era darle un destino o una misión. Jesús quiere que Cefas sea la piedra que aguante la organización de su Iglesia. La referencia del capítulo 22 del Libro de Isaías narra que Eliacín va a recibir la llave del palacio de David. Eso significa tener el poder sobre el mismo y su control presente y futuro. También cambiará su nombre. Mateo narra de manera muy precisa la consagración de Cefas como primado de la Iglesia, como garante de llaves del Reino, como primer Papa. La promesa de Jesús no es solo relativa a un "cargo", incluye la permanencia de la Iglesia ante los avatares históricos y ante los ataques de sus enemigos. Pero además esa Iglesia vive dentro de una relación de continuidad con el cielo. La fórmula utilizada por Jesús es, como decíamos, muy precisa: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". Estamos, pues, ante una realidad muy importante, que no viene de un capitulo organizativo humano. El Papado es una institución del mismo Cristo y esto no tiene discusión.

 2.- "¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?". Es una pregunta interesante que, como muy bien expresa la Monición sobre las lecturas que leemos hoy, deberíamos hacernos cada uno. Y, sobre todo, preguntarnos que es Jesús para nosotros. Ha de ser una pregunta dirigida a una nuestra propia intimidad y contestada también en comunión, en la deseada "común-unión" en la que deberíamos vivir todos los cristianos. Pero ocurre que, a veces, no nos hacemos esa pregunta por miedo a encontrar respuesta. Sí, por temor a encontrar una contestación que cambie nuestra vida. Es posible que vivamos "adecuadamente" con nuestro "cristianismo de salón", que no sale más allá de unas cuantas prácticas religiosas o de la asistencia a alguna misa dominical. Y no es eso. Si nosotros --cada uno de nosotros--, como Pedro, expresamos en nuestro interior que Jesús es el Mesías esa impronta saldrá fuera y nos hará confesar por calles y plazas que él es el Cristo. Jesús le dice a Pedro que tal sabiduría se la ha inspirado su Padre que está en el Cielo.

3.- ¿Tenemos la "puerta abierta" de nuestro espíritu para que el Padre nos hable? Si nuestra alma está cerrada a las inspiraciones de Dios será porque estaremos demasiado preocupados con lo material e inmediato. Y eso sería un grave problema. A veces nosotros mismos acusamos a la Iglesia de ser una organización fuerte y pesada, ocupada en administrar las cosas del mundo. ¿Y no será que es nuestra vida la que está empapada de deseos de poder mundano, de dinero, de éxito temporal, de dominio y que es, precisamente, todo ello lo que nos impide escuchar a Dios?

4.- La densidad positiva del párrafo del capítulo XVI del Evangelio de Mateo reside, por un lado en el reconocimiento inmediato y espontáneo, por parte de Pedro, de la auténtica misión de Jesús. Y a partir de ahí, recibe el encargo de soportar, como piedra fundamental, todo el peso de la organización presente y futura de la Iglesia de Cristo. Tanto en el reconocimiento de Pedro sobre la auténtica identidad de Jesús, como respecto a la dignidad que le otorga Cristo, en ambas circunstancias está presente el Padre y su Espíritu inspirador. Por ello, el contenido trinitario de la escena es más que evidente. No es, por tanto, una fundación humana. La Iglesia es una realidad transcendente basada en la presencia, dentro de la misma, de Dios. Pero ello, a su vez, hay que asumirlo con enorme humildad y no usarlo como arma arrojadiza contra los hermanos de otras Iglesias o de otros credos. Sabemos que la Iglesia es de Dios, pero no será "nuestra" en la medida que no seamos inspirados por el Padre. No tenemos títulos propios para ocupar puesto alguno en la Iglesia, sólo los que nos dan la benevolencia y la sabiduría de Dios.

5.- ¿Merecemos los hombres los dones de Dios? ¿Era Pedro el más adecuado para recibir las llaves del Reino? La respuesta la tiene San Pablo en su Carta a los Romanos. Es tan breve el párrafo que hemos leído hoy, que merece la pena repetirlo ahora y hacer luego, ya en casa, su lectura más reposadamente. Dice Pablo: "¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos". Solo la generosidad de Dios podría ofrecer a un humano una misión tan importante y sólo, asimismo, esa misma generosidad ha podido hacernos partícipes de una realidad transcendente, y continua en lo eterno, como lo es la Iglesia. Debemos meditar sobre nuestra relación con Dios y no "materializarla" a nivel de un rito desprovisto de toda comunicación real. El Señor, por generosidad, quiso quedarse en la Eucaristía. Está muy cerca de nosotros. Al menos una vez al día –aunque solo sea una vez al día—deberíamos pensar que esta Iglesia es obra de sus manos y que nuestra presencia en ella es continuidad de un designio divino.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

DE EXCURSIÓN POR LA MONTAÑA

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- El episodio evangélico de la misa de hoy, aparece en diferentes momentos del año litúrgico y le he dedicado mis comentarios otras veces. Vaya por delante esta advertencia, porque en alguna ocasión me han dicho que me repetía. No lo dudo, si no fuera así significaría que no soy coherente. También adelanto que siento por el lugar y el relato un gran aprecio.

2.- Por las características de la narración se trata de una excursión del Señor con sus discípulos durante los días del Sucot. Sin tener calado teológico profundo, resultaban y resultan estas fiestas las más alegres del calendario judío. Como el calendario vigente es el lunar, no se puede señalar los días concretos, de acuerdo con el nuestro. Situémoslas en septiembre-octubre, acabadas las labores agrícolas. Guardados los cereales en el granero, el vino en tinajas o pellejos y el aceite de manera semejante. El pueblo celebra la vida nómada por el desierto. Viven en cabañas o las imitan, se van al campo o lo escenifican con ramajes, encañizados en sus balcones.

3.- En este caso el grupo no es familiar. Se trata de un puñado de varones, pescadores de oficio la mayoría y algunas mujeres que se han ofrecido voluntarias. El lugar escogido es precioso. Me detendré en el sitio preciso pero advierto que muy próximo a él y perteneciente al mismo macizo y cuenca hidrográfica, está Dan, que no ha perdido las vetas de agua y que hoy en día es de una abundante red de riachuelos y exuberantes árboles, que no he visto en mi vida nada semejante, superado, eso sí por los Alpes. (pero a estos por majestuosos que sean sus picos y glaciares, les falta contenido espiritual9

4.- El del punto geográfico del relato que me ocupa, perdió ya de antiguo su abundante caudal que nacía de una oquedad enorme. Si la fuente del Jordán más abundante brotaba allí, hoy se escurre, oculta entre las rocas y aparece algo más abajo, formando ya una cuenca con sus riberas que la delimitan. En tiempos de Jesús el correspondiente reyezuelo de turno, había edificado una ciudad que en honor del emperador romano llamó Cesarea, añadiendo lo de Felipe, para distinguirla de la de la orilla del mar. La primera vez que fui no se veía ni rastro. Lo único que sorprendía eran unas hornacinas excavadas en la roca que habían albergado imágenes del dios Pan, deidad pastoril. La palabra castellana pánico deriva de esta divinidad menor. En la actualidad se han descubierto muchas ruinas de la antigua ciudad, especialmente abundantes aras.

5.- Añado también que este punto es el origen del llamado “gran valle del Rift” que se inicia aquí y llega hasta la región de los grandes lagos. De la gran fractura geológica, cuya extensión en total es de 4830 kilómetros, forma parte esta gran cueva, el lago Hule, que nunca se cita en la Biblia, el de Genesaret o de Tiberíades, donde radica Cafarnaún, donde vivió Jesús de adulto su vida apostólica, toda la cuenca del Jordán, el mar Muerto y el mar Rojo. Lo que sigue hacia el sur, ya no interesa para este pasaje.

6.- Venga, amigos lectores, que a esto no me había referido nunca anteriormente. Ahora bien, lo importante no es el lugar, lo importante es el contenido de la conversación. Seguramente estarían ellos y el Señor fatigados por el camino recorrido. Sentados en el suelo, improvisan lo que se les ocurre en aquel momento.

Al Maestro le intriga lo que puedan pensar las gentes de Él y se lo pregunta. Ya sabéis la respuesta. Iniciado el diálogo Jesús no se queda en pequeñeces, ellos ya no podrán retroceder. Utiliza armamento de gran calibre. Vosotros ¿Quién decís que soy yo?

7.- Cuando visito el lugar del que os estoy hablando, mis queridos jóvenes lectores y cuando me acerco al sagrario, muchas veces oigo que el Señor a mí también me pregunta: Óyeme: ¿Quién soy yo para ti? ¿Qué piensas de mí? ¿Qué dices de mí? La promesa del primado a Pedro es muy importante y el advertirle de donde ha salido la respuesta que el discípulo ha dicho también. Ahora bien acabo pidiéndoos que meditéis con sinceridad y valentía la vuestra respuesta personal e individual. Creo yo que es lo que a cada uno de vosotros os interesa más.

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