¿En que estaría pensando Pablo cuando escribe a los de Corinto y les define como “necios y débiles, gente baja del mundo, despreciable, que no cuenta”? Y, ¿cómo lo recibirían ellos? ¿Cómo un piropo? Seamos sinceros: ¿Cuántas veces nos sentimos bien de “ese lado”? El lado de los que no cuentan, de los necios, de los despreciables y débiles… Incluso quizá tenemos que preguntarnos si alguna vez hemos estado de verdad en ese lado, de lo contrario, podemos emocionarnos espiritualmente al leer la Palabra, pero podemos descafeinarla y no percibir la radicalidad que tiene.
Unos reciben 10 talentos, otros 5 otros 1… ¿De verdad quieres ser de los que han recibido solo 1? ¿De verdad no has envidiado nunca los talentos de otros? ¿Nunca has preferido quedarte con eso “poco” que eres por temor a perderlo, a malgastarlo, a no saber utilizarlo bien? Si algo de esto te ha pasado alguna vez, entenderás un poco mejor al “empleado negligente y holgazán” que todos llevamos dentro. Y, seguramente, te sobrecogerá un poquito más la radicalidad del Evangelio.
Podemos quedarnos lamiendo la propia herida, lamentándonos de lo poco o mucho que somos… O podemos volver de esas tinieblas donde somos arrojados cada vez que el temor nos paraliza y no damos fruto. Y ponernos una vez más en presencia de Dios: “Señor, acógeme de nuevo. Reparte tu talento conmigo como Tú quieras. E invítame de nuevo a dar fruto y poner en juego lo poco o lo mucho que soy. Gracias…”
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz, misionera claretiana
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