22 junio 2014

Hoy es 22 de junio, domingo del Corpus Christi

Hoy es 22 de junio, domingo del Corpus Christi
Este fin de semana celebramos el momento en que la Iglesia entera quiere honrar, solemnemente y tributar un especial culto de adoración a Jesucristo, presente en la Eucaristía, memorial de su pasión, muerte y resurrección por amor a nosotros. Busca el silencio y prepara el corazón para vivir interiormente esta fiesta.
La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 6, 51-58):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:- «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» Disputaban los judíos entre sí: - «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo:- «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Ser cristiano es vivir la vida de Cristo. El bautismo nos injerta en Cristo, nos hace miembros del cuerpo de Cristo. Cristo vive en cada bautizado. Y esta vida, si queremos que sea vigorosa y fuerte, hemos de alimentarla. Lo dice Jesús en el evangelio de la fiesta de hoy: “Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.” Cada domingo los cristianos nos reunimos en torno a la mesa del Señor para  comer ese pan y beber ese cáliz que son el Cuerpo y la Sangre del Señor. Y lo comemos para unirnos a él y fortalecer su vida en nosotros: es la dimensión vertical de la Eucaristía, nos une a Cristo. Hoy, fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor, preguntémonos: ¿Cómo son nuestras Eucaristías? ¿Por qué la vida cristiana de muchos es tan enclenque? ¿No será que no la alimentamos o que la alimentamos mal? ¡Cuánta rutina sobra en nuestras Eucaristías, Señor! Y así, ¿cómo puede crecer tu vida y tu amor en nosotros?
La Eucaristía es también alimento que nos une. En cada Eucaristía todos comemos el mismo pan, que es el Cuerpo del Señor; todos nos hacemos una misma cosa  en él: es la dimensión horizontal de la Eucaristía: crea la unidad. Dice san Pablo: “El Cáliz de nuestra Acción de Gracias, ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.” (1Cor 10, 16-17.)  Pero ¿manifestamos esa unidad en nuestra vida de cada día? … ¡Qué absurdo, Señor, celebrar la Eucaristía y comulgar el mismo pan y el mismo cáliz, y después continuar caminando cada uno por nuestro camino, encerrados en nosotros mismos y en nuestras divisiones e insolidaridad, como si los demás no tuvieran nada que ver con nosotros. Señor, que tu Eucaristía nos cambie. Que nuestros egoísmos y divisiones se rompan cada vez más al celebrarla.
La vida Cristo fue una vida entregada. Participar de su vida es, por tanto, vivir la nuestra también como entrega. Y signo de la entrega de Cristo hasta dejarse romper en la cruz es la Eucaristía. La Eucaristía significa y exige la entrega, es una invitación a compartir. Con razón la Iglesia une a esta fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo el “Día de la Caridad”. En la Eucaristía celebramos y aprendemos el sentido de la vida, que es darla por amor; por eso no hay Eucaristía verdadera donde no hay entrega a los hermanos, donde no se comparte lo que se tiene con los más necesitados. San Cipriano preguntaba: “¿Crees que celebras el sacrificio del Señor, tú que no miras para nada la caja de las limosnas, que vienes a la celebración dominical sin ofrenda, que tomas parte de la ofrenda que trae el pobre?” ¿Qué sentido tiene celebrar la vida que se entrega, que se parte y se reparte a todos, y después vivir egoístamente,  aferrado cada uno a lo “mío”? ¡Qué enorme contrasentido, Señor, compartir el Pan del cielo y no querer compartir el pan de la tierra; compartir tu Cuerpo y tu Sangre, que son entregados a todos por igual, y continuar sin entregarnos nosotros ni entregar  y compartir lo nuestro! Señor, líbranos de  esta contradicción.
Es momento de volver a leer el texto y dejar que hable el corazón. Para ello hazte presente con cariño y respeto en la escena que relata el evangelio. Centra la imaginación en el lugar en el que ocurre lo que vas a contemplar. Mira a las personas. Escucha lo que dicen y observa lo que hacen.
Eucaristía
Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu Muerte y en Tu Vida.
Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los Humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.
El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.
Llamados por la luz de Tu Memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.
 
Pedro Casaldáliga
Acaba este rato de oración presentándole a Jesús lo que ha pasado en tu interior. Los deseos, ilusiones o proyectos que han aparecido. También puedes pedirle que te ayude a mantener tu alianza con la comunidad eclesial. Y a que tu servicio a los demás sea cada vez mejor. Para ello puedes ofrecerle lo que eres y tienes.
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.

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