14 mayo 2014

Reflexión al Evangelio de hoy, 14 mayo

C.R.
Queridos amigos y amigas:
En la serie “Yo soy”, hoy le tocaría el turno a una de las variantes del “Yo soy la luz”: Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas. Pero, como celebramos la fiesta de San Matías, las lecturas no siguen el itinerario de la “lectio continua” sino que son propias de la fiesta. Con todo, el texto evangélico que se nos propone, podría ser incluido en la serie “Yo soy”. En él aparece Jesús, a diferencia de los maestros de su tiempo, como aquel que toma la iniciativa en la elección de sus discípulos: Soy yo quien os ha elegido. En el texto aparecen varios elementos que pueden iluminarnos:

  • Para vivir con alegría necesitamos conectarnos a la fuente del verdadero gozo, que es el amor de Dios, tal como se nos ha revelado en Jesús.
  • Amar significa dar la vida por aquellos a quienes se ama.
  • Jesús nos ha elevado de la categoría de siervos a la de amigos porque ha puesto en práctica la regla anterior: ha dado su vida por nosotros.
  • Seguirle no es el resultado de una iniciativa nuestra sino de una elección gratuita, como gratuita es toda amistad.
La liturgia nos propone este mensaje porque en el caso de la vocación apostólica de Matías se pone descaradamente de relieve. Para ocupar el puesto de Judas, echaron suerte, y le tocó a Matías; y quedó asociado al grupo de los once apóstoles. Para la teología de Lucas, era urgente recomponer el número de doce, porque ellos constituyen las doce columnas de la Iglesia, en claro paralelismo con las doce tribus de Israel. ¿Qué exigen al candidato?
  • Haber acompañado a Jesús durante su ministerio.
  • Ser testigo de su resurrección.
Estos dos criterios del principio se reducirán posteriormente a uno solo: ser testigos de la resurrección. Por eso Pablo, que no conoció al Jesús histórico, puede ser llamado “apóstol”. Y, en definitiva, por esa misma razón, por habernos encontrado con el Jesús Viviente, podemos ser llamados apóstoles cada uno de nosotros. En cualquier caso, ni Matías, ni Pablo, ni ninguno de nosotros, es seguidor por propia iniciativa. Nadie se matricula espontáneamente en la escuela del seguimiento. Todos somos invitados.

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