08 abril 2014

Homilías 2, Domingo de Ramos, 13 abril


1.- ¡PÓRTICO DE HORAS SANTAS!

Por Javier Leoz

Todos con el Señor, entramos por esta puerta que es el Domingo de Ramos, para compartir con El sus horas de pasión, de muerte y de resurrección. Aquellos que hoy le aplauden con palmas hoy, se volverán mañana silencios, dudas, deserciones o gritos de muerte.


1.- ¿Seremos capaces de vivir todos los misterios que se encierran en esta semana? ¿Nos quedaremos tan sólo embelesados y subidos en las palmas con las que decimos aclamar a Jesús?

El Domingo de Ramos, y no lo olvidemos, desarrolla dos notas a tener en cuenta: por un lado el aspecto festivo de aclamación al que es Rey de nuestra historia y, por otro, el anuncio o fondo de la Pasión. Al final de las calles estrechas de la Jerusalén, espera el Monte Gólgota.

Tal vez hoy, más que nunca, comprendemos aquello de que “las grandes hazañas en la vida, exigen grandes riesgos”. Jesús, montado en un pollino, humildemente pero consciente de su misión, arranca estos últimos metros por las calles de Jerusalén para que se cumpla la voluntad de Dios.

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Ante tantas personas que pasan de Dios. Ante el gran escándalo de muchos cristianos, que viven como si no lo fueran, como si Cristo fuese un cero a la izquierda en sus vidas, el Domingo de Ramos es un grito a la realeza y al triunfo de Jesús. Es un poner a Dios en el lugar que le corresponde. Implica clavar nuestros ojos, entonar nuestros cantos y alzar nuestros vítores o colocar nuestra confianza sólo en El.

2.- ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Ante tanto desamor y traición, egoísmo, pesimismo u odio, el Domingo de Ramos es un pórtico que abre delante de nosotros horas de amor y de salvación, de sufrimiento y de obediencia, de humildad y de valentía, de fe y de eucaristía, de oración y de Palabra: la Semana Santa.

Es necesario, y hoy más que nunca, elevar –no nuestras palmas – cuanto nuestros corazones al Señor. Es hora de despertar. Hay demasiado cristiano dormido. Es el momento de recuperar el gusto por las cosas que Jesús nos ha dejado y nos ha dicho.

3.- Para todos nosotros, para todos los que hemos venido en esta maña, para el niño y para el joven, para los padres y los sacerdotes, para los ancianos y toda persona que busque a Dios, hoy es un momento sagrado. ¡Hoy es un día santo para ti Jerusalén! ¡Hoy es un día santo para ti hombre de Dios! ¡Hoy es un día santo para ti, que buscas un sentido cristiano a estos días de pasión!

Hoy, con esta simpática celebración, adelantamos lo que le espera a Jesús en el Triduo de la Pascua. Y, también se nos adelanta a nosotros, lo que estamos llamados a vivir en la Semana Santa. No podemos permitir que nada ni nadie, enturbie el sentido cristiano de estos días. No podemos caer en la tentación de que la Semana Santa, sea una semana totalmente descafeinada y sin referencia a lo más sagrado. Serán días santos si ya desde ahora abrimos nuestra vida, nuestros sentidos, nuestra fe y nuestra alabanza a lo que estamos llamados a vivir en Pascua: el triunfo de la vida sobre la muerte. ¿Lo intentamos?

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito este Domingo de Ramos! ¡Bendito este camino, sembrado de ramos, alfombras y palmas, por el que camina el hombre que vencerá con su muerte, la muerte de todos los hombres!

2.- EL AMOR INFINITO DEL PADRE

Por José María Maruri, SJ

1.- San Juan de Ávila dejó escrito que era necesario que la lanza del centurión romano abriese el corazón de Cristo para que a través de esa herida pudiéramos los hombres vislumbrar el amor infinito del Padre que entrega a su Hijo por nosotros, y del Hijo, Jesucristo, que se entrega a la muerte por nosotros. Hoy damos comienzo a la Semana Santa. En ella se descubre en toda su hondura el drama del hombre ante Dios. Drama de vida y de muerte, de traición y de eterna felicidad.

2.- En esta Eucaristía –como en todas—vuelve a repetirse en símbolo y en realidad aquel acto de entrega de Jesús. Y nosotros que, como los discípulos y los judíos, unas veces hemos aclamado a Cristo con entusiasmo como Rey y después le hemos traicionado y abandonamos tantas veces, nos convertimos, por nuestra debilidad y en nuestro pecado en protagonistas de la Pasión, tal como la hemos escuchado en el Evangelio. Insisto que ante la Pasión de Jesús no podemos ser meros espectadores o como auditorio pasivo.

Cada uno de nosotros estábamos allí, entre aquellos judíos o aquellos discípulos, porque Jesús ofrecía su vida también por cada uno de nosotros. Y es que, para cada uno de nosotros es el relato de cuando nuestro mejor amigo entregó y perdió la vida por todos, por mí, por ti.

3.- La narración de la Pasión es de San Mateo, mas cercana a las de San Marcos y algo más alejada de la de San Lucas que sigue una tradición más antigua. En esta no se suaviza todo lo que sea violencia y dramatismo, como hace Lucas. Ahí están los sufrimientos, los azotes, la coronación de espinas. Y el largo y dramático relato de la crucifixión. Pero los tres evangelistas resaltan el señorío de Jesús, que da permiso para su prendimiento y responde con autoridad a los sumos sacerdotes. Y sobre todo resplandece la infinita misericordia del Señor en tales momentos, llamando al traidor por su nombre, curando la oreja del sirvo del pontífice, perdonando a los que le crucifican, y prometiendo el paraíso al buen ladrón. Jesús se manifiesta así como reflejo del amor y de la misericordia del Padre hacia nosotros.

3.- AL PASO DEL BORRICO

Por Gustavo Vélez mxy

“Entonces fueron los discípulos, trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos y Jesús montó. Y muchos cortaban ramos de árboles y alfombraban el camino”. San Mateo, Cáp. 21.

1.- “El hombre posee regiones del corazón que no existen, mientras no llegue allí el dolor”. Lo afirma León Blois. En nuestro caso, todos guardamos áreas en nuestro interior que continúan siendo salvajes. Aún más, viven en pie de guerra contra los valores cristianos y algunas veces contra Dios. Aunque camufladas bajo buenas maneras y una imagen social aceptable. Tan lamentable situación no podría remediarse si el Señor no adelanta una esforzada conquista que rompa murallas, derribe almenas, salve profundos pozos, para rescatar cuanto le hemos usurpado. Sería el trabajo que hace Dios con su mano izquierda, como explica el Padre Ramón Cue en su poema “El Cristo Roto”.

2.- Al entrar en Jerusalén, entre las aclamaciones de la gente, el Maestro se declara el Mesías, ante sus enemigos. Ha pasado la noche en Betania y a la mañana, se dirige a la capital con sus discípulos. En la pendiente hacia el Monte de los Olivos, se provee de un pollino, facilitado por alguien de la vecina Betfagé. San Mateo, quien acostumbra a cada paso referirse al Antiguo Testamento, escribe: “Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: Decid a la hija de Sión: Mira a tu rey, que viene a ti humilde, montado sobre un asno”.

3.- Jesús que tantas veces rechazó las ovaciones, aquel día las permite. Los numerosos peregrinos que vienen desde el norte a celebrar la Pascua en la capital, comienzan a aclamarlo. Con sus mantos enjaezan el asnillo y alfombran con el camino. Otros agitan ramos de olivos, algo que para la tradición hebrea significaba paz, alegría, triunfo. Mientras la multitud gritaba: “Hosanna al Hijo de David”. Una expresión que señalaba al Mesías. “Bendito el que viene en nombre del Señor”.

Algunos conocían a Jesús desde meses atrás. Los demás preguntaban asombrados: ¿Quién es éste? Sus paisanos de Nazaret se ufanaban respondiendo: “Es Jesús, el profeta de Galilea”. Cuya fama había crecido de forma notable por la reciente curación del ciego de nacimiento. Por la resurrección de Lázaro, luego de cuatro días de muerto. Tan ruidosa manifestación preocupó a las autoridades judías. San Lucas añade que algunos fariseos le rogaron a Jesús hiciera silenciar la turba. Pero Él respondió: “Si estos callan, gritarán las piedras”. Sin embargo, unas horas después todo volvió a ser igual.

4.- Nosotros volvemos hoy a leer el evangelio, reconociendo que Jesús es nuestro Salvador. Que a Él hemos empeñado nuestra vida. Pero lo más urgente es que el Señor penetre a nuestro ámbito interior. Allí donde se acunan los miedos y las taras, los dolores inconfesables, los deseos de venganza, los complejos que no nos dejan avanzar. Quisiéramos, como muchachos callejeros, colarnos entre aquella multitud clamorosa. Llegar hasta el pollino que conduce a sus lomos al Mesías, al Hijo de Dios, para rogarle que venga con nosotros. El borrico es muy manso y podremos llevarlo de la brida. No querrán reprendernos los apóstoles, pues un rodeo más en su entrada triunfal, no incomoda al Maestro. Entonces este día será único, irrepetible en nuestra historia personal. Jesús habrá recobrado lo que es suyo.

4.- LA SEMANA QUE LLAMAMOS “SANTA”

Por Gabriel González del Estal

1.- Para una gran mayoría de los españoles esta semana que llamamos santa se reduce a cuatro o cinco días de vacaciones y descanso. Evidentemente, los cristianos podemos seguir llamándola “santa”, porque en esta semana conmemoramos la pasión y muerte del Santo, de nuestro Redentor. Pero, si queremos que de verdad sea santa para nosotros, deberemos intentar vivirla con el mismo espíritu con que la vivió Jesús de Nazaret. Asistiendo con verdadero espíritu religioso a los oficios litúrgicos y manteniendo durante esos días especialmente “santos” una actitud de recogimiento, de meditación y de adoración. El hecho de que para la gran mayoría de los ciudadanos no sea una semana “santa”, sino simplemente unos días de vacaciones y descanso, no nos dispensa a los cristianos de nuestra obligación de celebrar lo más santamente que podamos lo que conmemoramos estos días. El que ahora seamos minoría los que asistimos a los oficios religiosos de semana santa no quiere decir que estas celebraciones hayan perdido importancia o significado religioso. También Cristo y los apóstoles fueron minoría y los verdaderos seguidores de Cristo siempre fueron minoría. Los defensores de la verdad y del bien desgraciadamente siempre han sido minoría. Sintámonos alegres y agradecidos al Señor por permitirnos acompañarle, en su camino doloroso, hasta la cumbre de la resurrección.

2.- Y la gente gritaba: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Comenzamos esta semana santa con la procesión de los ramos. Acompañamos, alegres y entusiasmados, al que, en nombre del Señor, viene a salvarnos y a anunciar nuestra liberación. Hoy tenemos que vestirnos, interiormente, de alegría y de esperanza, porque es Dios mismo el que, en la persona de Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea, viene a regalarnos su paz y su perdón. El domingo de ramos comienza con una explosión de júbilo y de entusiasmo. Ya sabemos cómo terminó. Pero no nos desanimemos; nuestra condición humana es frágil y pecadora, pero para eso viene el Señor, para infundir en nuestra débil condición humana la fuerza de su gracia y de su amor. Levantemos nuestros ramos y aclamemos, con humildad y entusiasmo, al Dios que nos salva.

3.- El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. En los tiempos que corren no es menos peligroso que en los tiempos del profeta Isaías tener el oído abierto a la palabra de Dios. Es más fácil rebelarse o echarse atrás. Pero si nosotros dejamos que Dios actúe dentro de nuestro corazón, sentiremos su ayuda y no nos sentiremos confundidos, ni avergonzados. Aceptaremos el dolor de la pasión y nos prepararemos, con humildad y eficacia, para recibir la alegría y la luz de la resurrección.

4.- A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. En este conocido himno cristológico que leemos hoy en la carta a los filipenses nos dice San Pablo que Cristo fue semejante a nosotros en todo, menos en el pecado y que, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. San Agustín dirá que Dios se bajó hasta nosotros, para que nosotros pudiéramos subir hasta él. Ese es el verdadero camino de la semana santa: sepultarnos en la muerte del pecado, para poder después resucitar en la vida y la gloria de la resurrección.

5.- No vamos a comentar ahora el texto de la pasión, según San Mateo. Vamos a leerlo y a meditarlo con calma y recogimiento. En la liturgia de este domingo de ramos vemos cómo la misma multitud que aclamó y vitoreó, entusiasmada, al profeta de Galilea, gritará sólo unos días más tarde: ¡que lo crucifiquen! Cualquiera de nosotros podría haber estado, como uno más, en medio de aquella multitud. Así es nuestra condición humana. Pidamos al Dios Padre de Jesucristo que perdone nuestra debilidad y nuestra inconsistencia. Pidámosle que nos regale la fuerza, el amor y la paz con la que el mismo Cristo vivió, sin desfallecer, los difíciles y dolorosos días de su pasión.

5.- CRISTO SIGUE MURIENDO POR NOSOTROS

Por José María Martín OSA

1.- Se actualiza la Pasión de Cristo. Evangelio para la Misa del Domingo de Ramos es la lectura de la Pasión de Jesucristo. La lectura comienza con la traición de Judas, pasa entonces a la Santa Cena, a Getsemaní, a la condena por los judíos y por Pilato, las varias torturas y humillaciones del Señor, la Crucifixión, y el entierro. Conocemos la historia bien y la vamos a conocer otra vez con emoción en la Eucaristía cuando vivimos otra vez esos momentos en cuales se encuentra el punto crítico de la historia del mundo. Tenemos qué preguntarnos, ¿con qué personaje me identifico? Tal vez con Judas el traidor, o con Pedro el cobarde, con Juan el discípulo fiel, con el buen ladrón, con las santas mujeres…. Hoy día Jesús sigue muriendo por nosotros y muchos “Cristos” en el mundo siguen sufriendo “su pasión”.

2.- Jesús es el siervo sufriente. La lectura de Isaías tiene tres partes. Primero el profeta dice que Dios lo ha escogido, lo ha informado, y lo ha impulsado para proclamar la palabra de Dios. Segundo, el profeta no echa para atrás. Ofrece la espalda a golpes, recibe los insultos por ser profeta de Dios. Finalmente, el profeta persiste en mostrar coraje: su rostro fue como roca. Eso es lo mismo que vemos en la Pasión: Jesús no echó para atrás. Sabía que su ministerio y su predicación acababa en estas torturas y humillaciones, en esta muerte tan cruel y fea. Obedeció al Padre. Proclamó la verdad del Padre. Cumplió su misión por el Padre. Nosotros no lo podíamos hacer. No lo tenemos que hacer porque Jesús lo hizo por nosotros. Sí, nosotros también tenemos que obedecer, endurecer la cara como roca, hasta recibir insultos y golpes, pero no es nada comparable con la Pasión de Cristo porque Cristo era Dios mismo.

3.- Jesús se entregó libremente por nosotros. En filipenses, San Pablo, en uno de los pasajes más maravillosos de la Biblia entera, describe en un himno lírico como Jesús abandonó sus prerrogativas divinas para tomar la condición de siervo, para humillarse, para morir en una cruz. Nosotros no somos divinos, nosotros mismos nos humillamos en muchas cosas antes que otros nos humillan, para nosotros la muerte es inevitable. Pero no fue así con Cristo. El Hijo se hizo humano y escogió ser humillado y morir. Para nosotros, al contrario, la humillación y la muerte son parte de nuestra condición desde nuestro nacimiento. Jesús hizo lo que nosotros nunca pudiéramos hacer.

6.- “LA CRUZ SERÁ TU TRONO”

Por Antonio García Moreno

1.- Pasión.- Tú, Señor, aceptaste rendidamente los extraños planes del Padre eterno. Él había proyectado una historia sangrienta para su Hijo unigénito... Uno de los suyos le traicionaría, uno de los doce que él había elegido de entre una gran multitud. Todo comenzaría en una noche densa, cuando estaba rezando, postrado en una soledad profunda, indefenso y asustado. Le atarían como a un bandido, alumbrando con antorchas que no lograban romper la negra noche.

Un juicio bien amañado, unos testigos falsos, una bofetada seca al menor intento de una contestación clara. Sometido al tribunal romano, viendo cómo los suyos, a los que tantas veces benefició, su mismo pueblo le negaba con rabia, pidiendo a gritos desaforados su muerte en una cruz. Y tú, Jesús, callabas, aceptando dócil como manso cordero cuanto quisieron hacer contigo, todo aquello que se veía abocar a un trágico final.

Nosotros también queremos aceptar los planes de Dios... Dilo con sinceridad, con espíritu de entrega, confiando plenamente en la voluntad divina: Sea lo que sea, Señor. Lo acepto, lo quiero, lo deseo. Sólo te pedimos que nos des fuerzas para vivir nuestra pasión de forma parecida a como tú viviste la tuya.

Cuando se acercaban, escondidos en la noche, te pusiste en pie. No para huir, sino para salirles al encuentro. ¿A quién buscáis? -preguntaste-. A Jesús Nazareno -dijeron-. Yo soy -contestaste-. Decidido a la entrega, fuerte, lejos del miedo y la angustia de antes, sereno y majestuoso. La fuerza de Dios había aparecido en la debilidad de tu carne.

Luego, ante Pilato, hablarás con acierto, dueño absoluto de la situación. Aparecerás ante los tuyos, esos que te rechazan, vestido con las insignias reales. Una corona, un cetro, un manto de púrpura. Y el pretor romano dirá solemnemente: He ahí a vuestro rey.

La cruz será tu trono, el primer paso ascendente hacia la exaltación que se aproximaba. Y detrás de la sangre cuajada, de las lágrimas resecas, detrás de tu figura doliente, el buen ladrón descubre tu grandeza de rey eterno. Acuérdate de mí cuando estés en tu reino -dijo aquel infeliz-. Y tú, imponente, seguro y victorioso: En verdad te digo que esta tarde estarás conmigo en el paraíso... Haz, Jesús, que también nosotros nos apoyemos en el brazo de Dios, caminando, sufriendo pero serenos, por nuestro propio Vía Crucis.

2.- Hosanna al Hijo de David.- Este relato de San Mateo sobre la entrada triunfal en Jerusalén, repetido por los otros evangelistas, es sin duda uno de los más entrañables y alegres de la historia de Jesucristo. En él intervienen los apóstoles y discípulos, el pueblo llano que seguía entusiasmado a Cristo, los niños que tanto le querían y admiraban. El marco escénico también contribuye a dar encanto y ternura, sencillez y magnificencia a un tiempo a este suceso. El descenso desde Betfagé hasta Jerusalén, hacia la Puerta Dorada probablemente, era un camino de bajada y subida que muchas veces habían recorrido los peregrinos procedentes de Galilea. Descendía por el monte de los Olivos, atravesaba el torrente Cedrón en el valle de Josafat, zona de sepulcros y de muerte, para ascender casi en línea recta a la explanada del Templo por la parte oriental, entrando por la Puerta Dorada, llamada también Puerta de la Misericordia, donde el sol encendía en aquellos momentos los mármoles de las columnas y capiteles, el pináculo, la nave central y los atrios del Templo.

Mateo ve en este acontecimiento la realización del vaticinio del profeta Zacarías, que anunciaba la llegada del Rey de Israel, avanzando hacia el monte Sión, lleno de mansedumbre y majestad, sentado sobre un borrico. La Iglesia repite cada año en todo el mundo, también en el camino que baja de Betfagé hacia Jerusalén, esa procesión de hombres y de mujeres, de niños con ramos de olivos y con palmas, que aclaman al Señor con júbilo y entusiasmo. Sólo los orgullosos sonríen con ironía o protestan indignados, los que no tienen fe, los que sólo miran con los ojos de la carne porque están ciegos en el alma. A ellos el Señor, cuando le piden que acalle a la multitud, les contesta: "Si éstos callaran, las piedras gritarían". Y es que las piedras son más blandas y sensibles que el corazón de los orgullosos y los soberbios... Nosotros deseamos ser como niños, tomar nuestros ramos de olivo y seguir a Jesús por el camino, aclamándolo con entusiasmo, mientras que miramos con envidia al borrico que marcha orgulloso con tan noble carga...

7.- LA OTRA PARTE DE LA HISTORIA

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Este domingo de hoy, que es pórtico de la Semana Santa, se llama Domingo de Ramos. Eso lo sabemos todos. Y hemos escuchado el fragmento del Evangelio de San Mateo que narra la entrada de Jerusalén. Es la parte de la Palabra de Dios que se ha proclamado durante la procesión de los ramos y de las palmas. Luego hemos seguido la celebración y nos hemos enfrentando a la narración completa de la Pasión del Señor, según, también, Mateo que es el evangelista que nos habla y nos ilustra durante este año, durante el Ciclo A. Según iba pasando la lectura de la Pasión todos nos hemos dado cuenta que no es esta una fiesta alegre y de multitudes, aunque muchos hermanos nuestros –y hacen bien—se hayan vestido esta mañana sus mejores galas, sus mejores vestidos, para acompañar a la procesión de los Ramos. Ahora mismo, si contemplamos el templo nos dará idea de fiesta, de día de santa alegría. Pero la liturgia es sabia, muy sabia. Lo que estamos haciendo aquí es conmemorando la Pasión de Nuestro Señor Jesús. La lectura del Evangelio –y es largo sin duda—nos muestra la impresionante historia del sacrificio de Jesús por nuestros pecados. La escena de los Ramos –entrañable sin duda—no debe equivocarnos. También, allá en el Jerusalén de hace dos mil años, pudo parecer que se había producido el triunfo de Jesús de Nazaret. Pero no era así. Esa prueba de afecto y adhesión que hizo el pueblo llano a la entrada de Jesús fue, precisamente, lo que produjo, por parte de las autoridades religiosas oficiales de judaísmo, la decisión de matarla, de quitarle de en medio. La semana anterior –en el V Domingo de Pascua—leíamos el episodio de Betania: la resurrección de Lázaro. Y ese hecho prodigioso fue otra de las cosas que llevaron a los sacerdotes, escribas y fariseos a querer terminar con él, pues con todo lo que habían visto o se convertían o lo quitaban de en medio. Lo mataban para que el recuerdo de sus prodigios quedara en el olvido. No fue así, claramente. Él ha permanecido en nosotros, en muchos hombres y mujeres de todo el mundo que, desde hace siglos, en un día como este nos afanamos a seguirle, a hacerle compañía en los días –duros muy duros--- que se avecinan. Y al final la luz de la Pascua, la auténtica alegría… La alegría eterna.

2.- El conocimiento histórico de la época nos dice que era frecuente que los ciudadanos de Jerusalén recibieran con gran alegría, con ramos de olivo y hojas de palma a los peregrinos que llegaban a la ciudad santa para festejar la Pascua. Ante eso, por supuesto, no era nada raro que tuvieran lugar esas entradas llenas de vistosidad y de alegría para recibir a los peregrinos. Pero Jesús de Nazaret quiso cargar de simbolismos mesiánicos su entrada en Jerusalén. Entraba subido en un pollino, en un asno joven, símbolo del rey pacifico que un día –según los profetas—entraría en la ciudad santa para iniciar su reino de paz y de amor. Así se esperaba que llegara el Mesías. Luego, el pueblo, llevado por el entusiasmo que les producía el conocimiento de la fuerza especial que tenia Jesús, sus signos, sus prodigios, sus milagros, el estar haciendo continuadamente el bien y curando a los enfermos, les llevo a entornar el Hosanna, que, aunque ciertamente, ya en tiempos de Jesús de había devaluado un poco, no era otra cosa que un grito mesiánico de alegría. Pero, además, gritaban “¡Viva el Hijo de David! Era, claramente, un viva al Mesías. Y esto fue lo que también irritó a los judíos importantes, a los que tenían el poder religioso.

3.- Hemos, pues, de prepararnos para lo que vamos a conmemorar en los días siguientes. La pauta, la historia, la narración está perfectamente hecha con lo que San Mateo nos ha contado. Es posible –sería muy normal—que no nos hubiéramos apercibido de todo lo que se nos han dicho con la lectura de la Pasión. Lo que debemos de hacer es, hoy mismo, en cuanto lleguemos a casa y tengamos un momento libre, en paz y quietud debemos releer lo que acabamos de escuchar. Hacerlo nuestro, muy nuestro. Y meditar sobre ello. Se ha dicho muchas veces –yo lo repito a menudo—que nadie es completamente cristiano hasta que no se ha metido bien dentro del recorrido de Jesús de Nazaret por esos días terribles de su Pasión. Y hay muchos matices, muchas vivencias. Tened en cuenta que pasó dos días sin comer ni beber, soportando las más fuertes torturas físicas y morales. El juicio –ilegal—a la que somete el Sanedrín ya tuvo que producir un gran sufrimiento en Jesús, enamorado de la Ley de su Padre y de los preceptos aprendidos desde niño. Las bofetadas, la flagelación, el tormento de la Cruz., todo tiene una hondura tremenda, y debemos ponernos en el lugar de Cristo, cerca de Él, y vivir con él su sufrimiento.

4.- Abrimos, pues, unos días muy grandes, muy duros. Debemos de convertirnos en protagonistas de esta historia de Pasión. No verla desde lejos como el que contempla una película que narra cuestiones de lugares lejanos o de tiempos remotos. Jesús lo sufrió por nosotros. Y su sufrimiento nos hizo libres… Pero, en fin, no adelantemos los acontecimientos. La Semana Santa empieza… Pero también es bueno terminar pensando que los sufrimientos de Jesús les ocurren, hoy día, a muchos hermanos nuestros. En todo el mundo, en este tiempo hay perseguidos porque buscan la paz y la justicia. Los poderosos siempre querrán –ilusoriamente—terminar con los débiles, pero estos quienes terminan venciéndolos. La paz y el amor son armas infalibles.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

DOMINGO DE RAMOS

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Yo no estaba ese día en el Monte de los Olivos. Ocurrió durante las vacaciones judías de otoño. Todo el mundo se echa entonces a las montañas con sus bártulos, sus flores, sus ramas y troncos para levantar cabañas y agitarlo alegremente. Sin que les falten los frutos más exquisitos. Son días que pasan sin horario establecido. Se levanta uno cuando quiere y duerme cuando le da la gana. Por el centro de Jerusalén sólo hay mercaderes y los altozanos que rodean la ciudad se pueblan de chiquillos que no paran de correr y gritar.

2.- Mi sobrino, para no confundirte, de ahora en adelante siempre le llamaré Jesús, como quiso Dios que se llamara, aunque se me escapará llamarle Maestro o Señor en algunos casos, que ambas cosas lo fue, pasaba aquellos días en casa de sus amigos de Betania. Los tres solteros, como les llamaban los apóstoles. Un día les dijo que quería llegarse a Jerusalén. Sentía necesidad interior de entrar en el Templo. Los discípulos se animaron a acompañarle. Salieron de la villa a pie, el camino sube como un cuarto de hora. En un pequeño rellano, junto a la casa de unos conocidos, desataron su borrico y alegremente se subió el Señor en él. El sendero trepaba suavemente hasta el momento en que, en el horizonte próximo y bajo, se contemplaba, como una aparición, la Ciudad santa. Por mucho que uno haya recorrido este itinerario, la visión le sobrecoge. Se paró un momento también Él, esperando que sus amigos le alcanzaran. Sin saber como, se encontró rodeado de chiquillos, que salieron como hormigas, de no se sabe donde, gritando y riendo.

3.- Los discípulos no se atrevieron a intervenir, se acordaban de aquel día que les había dicho que dejaran a los niños que se le acercasen. Se dieron cuenta de que Jesús quería que fueran aquel día los protagonistas. Le rodearon, llamaron su atención con las hojas de palmera y las ramas de olivo que tenían en sus manos. Como el Maestro sonreía, ellos se alegraron más y empezaron a aclamarle. Tanto gritaron que la gente mayor se acercó para ver qué pasaba. Sin saber quien era, pero dándose cuenta de que se trataba de alguien importante, se añadieron a los chicos cantando y extendiendo sus mantos en el suelo por donde debía pasar. Fue la más antigua alfombra, esta no roja, por la que pasó gente importante.

4.- Preguntaban quien era y los amigos que le acompañaban se sentían enormemente satisfechos de contarles todo el bien que había hecho en su tierra. Hablaban por los codos, satisfechos de ello y sintiéndose importantes. Corrió la noticia como un reguero de pólvora. Era el Esperado, el Ungido, el Salvador. Y se pusieron a cantar acompañándole. Fue el espectáculo más bello que podáis imaginar. Os confiaré que la gente importante quisieron ignorarlo al principio, pero después, viendo que no conseguían nada, se acercaron a quejarse. Él les dijo que aquel día el protagonismo lo tenía la gente joven, que además tenían al gritar toda la razón del mundo. Que pobres de ellos si pretendían acallarlos, que hasta las piedras se sublevarían y cantarían por ellos. Se alejaron del lugar, avergonzados y enfadados, jurando vengarse algún día.

5.- Vosotros, que pasados aquellos tiempos decís que es vuestro amigo ¿habéis hecho en vuestra vida alguna cosa semejante a la de estos chicos, en vuestra vida? Porque yo sé que se le reza pidiendo ayuda, y nosotros sentimos el eco de vuestras súplicas complacidos, sé que se aprende su doctrina y nosotros nos alegramos de que cada día aumente el numero de sus discípulos, pero ¿habéis organizado en su honor, alguna fiesta? ¿Le recibís con la alegría con que se recibe a un campeón? ¿Os sentís orgullosos de estar a su lado, como disfrutáis fotografiándoos al lado de vuestros líderes? Dicho en vuestro lenguaje: ¿sois sus fans?

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